Reseña: Asuntos de Muertos

by Alister Mairon
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Título de la obra: Asuntos de Muertos
Autor: Nieves Mories
Editorial: El Transbordador
Año de edición: 2021
Extensión: 294 páginas
Encuadernación: Rústica con solapas
PVP: 19 € (papel) / 4,90 € (ebook)


No puede decirse que estemos ante una novela de terror al uso. Aunque esta sea la etiqueta con la que se clasifica, Asuntos de Muertos, de Nieves Mories, publicada por Ediciones El Transboradador, es una novela que va más allá de miedo. Se trata de una historia que se aferra a la angustia, al horror y al sadomasoquismo sin maquillarlo.

Ya nos lo advierte Ismael M. Biurrum en el prólogo que precede a esta edición de El Transbordador. Estamos a punto de adentrarnos en un mundo donde los relojes siempre tocan las diez y los médiums existen. En un lugar tétrico donde se puede hablar con los muertos pagando el precio más alto: perder la cordura. Sean bienvenidos todos a Asuntos de Muertos.

ANÁLISIS

Asuntos de Muertos cuenta la triste historia de Victoria Ava; Vic para los amigos. En apariencia, se trata de una muchacha más. Es la hija menor de un matrimonio aparentemente perfecto. Tiene una hermana mayor que la ama por encima de todo. Es una tierna muñeca con vestido y peinados finos. Un precioso espejo que refleja lo que el mundo espera ver en ella. Pero como todos los espejos, tarde o temprano estalla en mil pedazos.

Son esas esquirlas, sangrantes y afiladas, las que nos adentran en una historia terrible que solo invita a gritar de puro horror. Vic, narradora y protagonista, despliega entre nuestros ojos los fragmentos inconexos que forman su vida. Viajamos con ella adelante y atrás en el tiempo, mientras sus dedos pálidos nos van señalando cada pequeño detalle. Cada pedazo del espejo roto. Los expone, los muestra y los bruñe con mimo para desvelarnos toda la macabra belleza que ocultan.

Una belleza que Manuel Gutiérrez ha plasmado con maestría en la ilustración de portada que encierra esta historia. Un diseño que refleja la sangre, la oscuridad y los espejos rotos de forma tan monstruosa como atractiva. Una paleta de color y estética que nos acompañará a lo largo de toda la novela, capítulo a capítulo.

Es esa combinación, la hermosura de lo horrible, presente en cada párrafo, lo que mantiene al lector enganchado a la historia. Aún cuando la garganta se seca. Aún cuando la cabeza te pide mirar hacia otro lado. Esa es la magia con la que la autora ha tejido esta novela: el perverso poder de atarnos para que contemplemos cómo todo se derrumba entorno a la pobre Vic.

Asuntos de Muertos

Nieves Mories hace de su prosa un tobogán. Una espiral descendiente que te arrastra y te vomita directo al corazón del Infierno. Y en las entrañas de la miseria humana solo hay lugar para los gritos, la angustia y la desesperación.

Tal vez eso sea lo más terrible de todo: que los males que se desgranan en Asuntos de Muertos nacen de un lugar que, en teoría, deberíamos considerar seguro. El manantial del terror que puebla estas páginas es la familia de Vic. Aquel padre entregado, aquella hermana atenta… André y su primogénita, Mara, son los demonios que torturan a Vic.

Padre e hija son sombras perversas, sádicos enfermizos que hacen de cada segundo de vida de la pobre Victoria un calvario. Un espectáculo que es aún más terrible porque la niña, que no conoce otra cosa, acaba desarrollando un afecto masoquista y enfermizo hacia esas dos personas. Dos seres infames que han convertido a Vic en un personaje trágico.

 

¿Qué tendrá la hija del sepulturero, que con asco la miran los mozos, que las mozas la miran con miedo?

 

Ella, la pobre niña, es la Hija del Sepulturero, el delicioso romance con el que empieza esta historia. Una moza a la que las chicas temen y los hombres repudian. Así es la triste Vic: un ser salvaje y solitario que solo sabe abrazarse a un padre cruel y una hermana pérfida. A dos personas desprovistas de escrúpulos o moral que no dudan en empujar a la pequeña de la familia al pozo más oscuro.

Una tumba que ellos mismos han cavado para ella. El agujero donde descansan y se pudren el cuerpo de su madre suicida y el de su hermanito, el pequeño Francis, que en paz descanse. Vic crece mirando a ese hoyo que parece habérselo tragado todo. La luz, las sonrisas, una infancia llena de ternura… Hasta el amor de la familia se llevaron los muertos como sudario. Y para Vic, ya solo queda un camino: seguir hablando en susurros con aquellos que ya no están. Hasta convertirlo en una lucrativa fuente de ingresos para los suyos.

Y es que Asuntos de Muertos es el nombre del terrible negocio familiar en el que Vic es una pieza clave. Un servicio destinado a dar descanso a quienes buscan hablar con los muertos. Siempre y cuando estén dispuestos a pagar por ello, claro. Así, en la casa que tiene un seis pintado en la fachada, en la que las cortinas siempre cubren la luz, Vic y su familia tratan con los muertos. Hablan con ellos, beben en sus tazas, les invitan a cenar… Hasta que los difuntos empiezan a responderles.

La autora no ahorra críticas a los terrible que anida en el seno de las familias, esas unidades de cuidados a las que todos estamos encadenados. Nidos de araña que a veces solo saben inocular toxinas y miedo. Aún cuando, de cara a la galería, son un retrato de felicidad y armonía.

He aquí el segundo mensaje que Mories desgrana en Asuntos de Muertos. El desprecio hacia el maquillaje de normalidad con la que la sociedad nos hace vestirnos. El que destaca, el diferente, el que no quiere ceñirse a la norma. Todos ellos son ungidos de cosméticos para tapar las heridas, las taras, las cicatrices… Pero las marcas de las muñecas, como las que la propia Vic luce, nunca dejan de supurar por mucho que las oculten.

Así, entre capas de vestidos bonitos y sangre, se filtra el terrible mensaje de Asuntos de Muertos. Las entrañas abiertas, el odio palpitante, la locura engarzada en cada frase. Y el miedo, la rabia, la muerte y la angustia. Una orgía de horror que hace temblar cada fibra y que nos convierte, conforme vamos leyendo, en títeres de la autora y testigos de la historia. Mudos, lívidos e impotentes como los muertos.

ASUNTOS DE MUERTOS: CONCLUSIÓN

Que nadie espere casquería gratuita entre estas páginas. Contra todo pronóstico y pese a la dureza de lo que describe, la obra de Nieves Mories es un delicioso ballet estético. Nada le sobra, nada le falta. Cada frase se ha elegido e hilado con mimo y con muchísimo trabajo. Estamos ante una obra madura y labrada con esmero. Una pieza de algo que es más que terror al uso.

Si sois de los que gustan de las historias tortuosas, los descensos al Infierno y la sangre brotando, Asuntos de Muertos es para vosotros. Entrad en ella por propia voluntad, pero sabed que saldréis de ella cubiertos de heridas y con mil esquirlas de espejos rotos clavadas en la piel.

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