Como se cuenta en la primera entrega de esta serie de artículos, la Guerra Fría fue un acontecimiento histórico que repercutió en todos los aspectos, tanto en uno como en otro bando, durante sus aproximadamente cuarenta años de duración. La economía y la política, y también la sociedad y la cultura, se vieron influidas por la amenaza de una guerra nuclear que pondría a la humanidad en un peligro nunca antes visto. Esta situación también se trasladó al cine, dando al género de ciencia ficción un soplo de aire fresco que al mismo tiempo, invitaba a la reflexión, a preguntarse qué pasaría si finalmente ese conflicto tenía lugar y cuáles serían sus consecuencias.
Los años setenta: multitud de historias a la altura de las space opera
Esta década trajo consigo nuevos adelantos tecnológicos, especialmente la inclusión de unos efectos especiales todavía muy rudimentarios generados por ordenador. En los años setenta llegaron nuevas entregas de sagas muy populares en los sesenta, como, por ejemplo, Huida del planeta de los simios, de 1971, o La batalla por el planeta de los simios, de 1973. Esta última transcurre en dos momentos a la vez, comienzos del siglo XXI y el año 2670. Narra cómo, tras una guerra nuclear, el líder simio César intenta alcanzar la paz con los humanos supervivientes al conflicto. En uno y otro bando, habrá personajes que intentarán arrastrar a las dos especies a un conflicto total que se salde con la aniquilación.
En el terreno de las distopías, los años setenta fueron testigos de la llegada de una de las películas más populares pero también controvertidas de todos los tiempos: se trata de La naranja mecánica. Estrenada en 1971, la cinta muestra una Inglaterra plagada de bandas juveniles ultraviolentas que siembran el caos. La historia se centrará en el líder de una de ellas, Alex, que acabará internado en un hospital psiquiátrico y será sometido a experimentos para eliminar su carácter sociópata y agresivo. Dirigida por Stanley Kubrick, que ya en los sesenta consiguió gran reconocimiento dentro del cine de ciencia ficción con 2001: Odisea en el espacio, fue en su momento una de las películas más controvertidas y polémicas hechas hasta entonces por sus escenas explícitas.
Las tendencias dominantes en la década anterior no desaparecieron en los setenta, sino que convivieron con otras nuevas. Dos ejemplos los podemos encontrar en El jovencito Frankestein de 1974, dirigida por Mel Brooks y que también incluye elementos de comedia, o La isla del doctor Moreau, de 1977. En ambas, vuelve a plantearse el dilema ético de cuáles son los límites que la humanidad debe respetar a la hora de intentar crear nuevas formas de vida.
Otra de las cintas más populares de la época, y que une elementos de varios de los subgéneros del cine de ciencia ficción de la época, es La fuga de Logan. Estrenada en 1976 y dirigida por Michael Anderson, es la adaptación de la novela homónima publicada en 1967. La historia gira en torno a una ciudad burbuja en alguna parte de los Estados Unidos tras una catástrofe que acaba con toda la vida del planeta.
La segunda mitad de la década será un punto de inflexión en el cine de ciencia ficción, que pasará a convertirse en un género cada vez más demandado por el público. Este cambio de tendencia llegará con la explotación de un subgénero que anteriormente ya había dado sus primeros pasos al amparo de la carrera espacial, pero que en los setenta experimentará una auténtica revolución: las películas del espacio.
Star Wars y Star Trek: el nacimiento de dos sagas que han trascendido en el cine de ciencia ficción
A finales de los años setenta hubo un giro de trescientos sesenta grados en cuanto a la manera de contar historias que transcurrían en mundos lejanos. Si hasta entonces se habían producido películas que tenían como referencia a la Tierra en mayor o menor medida, y se enfocaban en invasiones alienígenas, en 1977 surge una saga que elimina todas esas ideas y crea un universo que, a día de hoy, sigue siendo una de las franquicias más populares y rentables del mundo. Se trata de Star Wars. Creada por George Lucas, la primera de las entregas fue Star Wars: Episodio IV- Una nueva esperanza.
Esta cinta y sus sucesoras conformarían la space opera, un género propio dentro de la ciencia ficción cuyas características son muy claras: una guerra espacial en la que participan multitud de especies extraterrestres y planetas agrupados en bandos, viajes a la velocidad de la luz, aventuras espaciales, armas y tecnología muy sofisticadas, así como relaciones interpersonales de camaradería e incluso romance entre sus protagonistas.
El propio George Lucas aseguró que, para crear la saga, tuvo varias fuentes de inspiración como la caballería medieval, las historias de samuráis y también acontecimientos más recientes, en especial la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Star Wars no fue la única saga que sirvió para dar al cine de ciencia ficción un nuevo impulso. En 1979 se estrenó la primera película de Star Trek. Esta última ya había llegado al gran público como serie televisiva en 1966. Creada por Gene Roddenberry, con el tiempo también se convirtió en un auténtico fenómeno de masas que la ha situado como otra de las producciones que ha batido récords de recaudación y beneficios para sus autores.
Actualmente, la franquicia incluye la serie original, nuevas producciones también hechas para televisión y, por otro lado, un conjunto de trece películas agrupadas en tres sagas: «Serie original», «La Nueva generación» y una tercera que aglutina spin offs, secuelas y nuevas tramas.
En el caso de Star Trek, y a diferencia de Star Wars, la narración sí tiene a nuestro planeta como protagonista. La historia comienza en 2063, cuando la especie humana tiene su primer contacto con extraterrestres. Todo esto en un contexto de prosperidad nunca visto en la Tierra, con un altísimo grado de desarrollo tecnológico combinado con un planeta verde, fértil y restaurado. Bajo este panorama y a lo largo de varios siglos surge la Federación Unida de Planetas, cuya capital será la propia Tierra y que se encargará de velar por la paz en la galaxia frente a los dos grandes antagonistas: el Dominio y los Borg.
El gran éxito de ambas sagas no debe ensombrecer a otras apuestas arriesgadas pero que también merecen una mención especial. Una de ellas es Stalker, una producción de la Unión Soviética que muestra un futuro postapocalíptico en el que la poesía y un ambiente melancólico, con escenas filmadas en sepia, son algunas de sus características más llamativas. Esta cinta, basada en un libro titulado Picnic extraterrestre escrito por Arkadi y Boris Strugatski, cuenta cómo sus protagonistas van en busca de una habitación en la que supuestamente se cumplen los deseos de cualquiera que entra en ella. Además de su componente de ciencia ficción, su estética y su contenido filosófico han servido para situarla como una de las cincuenta mejores películas jamás hechas según el British Film Institute.
Los años 80: distopías en la etapa final de la Guerra Fría
Una de las características de muchas de las películas de ciencia ficción de las décadas anteriores a los ochenta era que, en mayor o menor medida, había cierto optimismo sobre el futuro. A pesar del miedo a los avances tecnológicos, muchas de las cintas contaban que, a pesar de todo, el futuro de la humanidad no podría ser tan sombrío si esos adelantos tenían buenos fines. Esta idea, sin embargo, no era una norma universal y, como se ha comentado anteriormente, hubo cintas que transcurrían en un mundo postapocalíptico en el que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Los años ochenta y el recrudecimiento de la Guerra Fría trajeron consigo un cierto ambiente de pesimismo, una idea de que, al final, la humanidad acabaría cometiendo una serie de grandes errores que destrozarían el planeta y llevarían a la humanidad casi a la extinción. Seguiremos viendo entregas de sagas como Alien, Star Wars o Star Trek, pero muchas producciones se centrarán en una Tierra distópica y caótica.
Una de las primeras grandes cintas que pertenecen a este subgénero sería 1997: Rescate en Nueva York. Estrenada en 1981, dirigida por John Carpenter y protagonizada por Kurt Russell, el film nos lleva al año 1997, donde el gobierno de Estados Unidos, tras una Tercera Guerra Mundial y ante unas tasas de criminalidad sin límites en todo el país, decide convertir Manhattan en una gran prisión donde impera la ley del más fuerte. Pacificado el resto del país, todo se complica cuando el avión presidencial, el Air Force One, es secuestrado y estrellado en la isla con su presidente a bordo.
Un año más tarde, en 1982, llegó una de las películas de ciencia ficción que ha trascendido hasta convertirse en película de culto. Se trata de Blade Runner. Su ambientación en unos paisajes sombríos, tristes, y el propio protagonista, el agente Rick Deckard, encarnado por Harrison Ford, la hacen tener elementos del género neo-noir policiaco de los años 40 y 50. Este escenario oscuro será donde transcurrirá la trama en la que Deckard tratará de buscar y asesinar a unos humanos mejorados mediante bioingeniería llamados replicantes que trabajan como esclavos en los confines del Sistema Solar.
A pesar de que estos seres son declarados ilegales y, en teoría, carecen de toda emoción, demostrarán sus ganas de vivir en libertad y su capacidad de amar y de tener sentimientos tal y como uno de los replicantes, Roy Batty (interpretado por Rutger Hauer), demuestra con su monólogo «Lágrimas en la lluvia» que se ha convertido en uno de los discursos más icónicos de la historia del cine.
También en 1982 se estrenaría E.T, el extraterrestre, una de las cintas más reconocidas de Steven Spielberg. Con un presupuesto de algo más de diez millones de dólares, pronto batió todos los récords de recaudación situándose incluso por delante de Star Wars.
Dos años más tarde, en 1984, se estrenaría una película que en su momento fue un fiasco en taquilla a pesar de contar con un presupuesto elevado. Actualmente ha ido ganando mayor reconocimiento gracias a las adaptaciones de la novela de Frank Herbert realizadas por Denis Villeneuve. Se trata de Dune, dirigida por David Lynch, en su momento obtuvo multitud de críticas negativas a pesar de que hoy sea considerada película de culto dentro de la ciencia ficción.
Entre las distopías de los años ochenta no puede pasar desapercibida otra cinta que va a caballo entre la ciencia ficción, la comedia y el drama: Brazil. Su estreno fue en 1985 y destaca por su larga duración para los estándares de la época (dos horas y doce minutos, llegando a superar las dos horas y veinte minutos en la versión del director). En su reparto se encontraban figuras como Robert de Niro, Ian Holm y su protagonista, Jonathan Pryce. Pryce encarna a un funcionario que cada noche sueña con una mujer a la que intenta encontrar en su día a día en una ciudad llena de tecnología bajo un control absoluto en el que sus habitantes dependen totalmente de las máquinas. Dirigida por Terry Gilliam, uno de los miembros de los Monty Python, no obtuvo la recaudación esperada a pesar de que hoy en día se la considera un referente dentro del género cyberpunk.
Estados Unidos era el lugar de origen de gran parte de las películas de ciencia ficción de los años ochenta. Sin embargo, en ese momento, Japón volvió a ocupar un papel protagonista a través de las películas de animación. En 1984 se estrenó Nausicaä del Valle del Viento, dirigida por Hayao Miyazaki, que fue un éxito de taquilla en el archipiélago nipón. Unos años después, en 1988 llegaría la cinta que catapultaría al anime japonés al resto del mundo convirtiéndolo en un fenómeno global de masas: Akira. Basada en el manga homónimo, tiene varios reconocimientos a sus espaldas como el de ser considerada una de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos, haberse convertido en un film de culto o ser la producción animada más cara realizada hasta ese momento.
Esta excepcional película nos muestra un Tokio reconstruido en 2019 tras una Tercera Guerra Mundial que, a pesar de la aparente prosperidad, es un caos social y político. En este contexto el protagonista, Kaneda, se ve envuelto en una trama en la que están implicados militares, políticos y de manera accidental su mejor amigo, Tetsuo, que está consiguiendo una serie de poderes psíquicos que pondrán en riesgo a toda la ciudad y que acabarán siendo incontrolables.
Otro de los puntos fuertes de Akira es su mezcla de géneros. Ya que a pesar de encuadrarse dentro de la ciencia ficción, toma elementos de multitud de áreas como el cyberpunk, la acción y las distopías.
La década de los ochenta fue muy prolífica en cuanto se refiere a la aparición de películas de ciencia ficción. A pesar de que un puñado de cintas consiguieron gran parte del protagonismo y el favor del público, lo cierto es que hubo multitud de apuestas, en parte arriesgadas y muy innovadoras que intentaban escapar de los esquemas o las temáticas más explotadas durante esos años. Entre esos ejemplos podemos encontrar Cortocircuito, de 1986, El Ente, de 1982, En los límites de la realidad y La zona muerta de 1983.
Una obra que merece una mención aparte es El día después. Creada inicialmente para televisión, esta producción consiguió una audiencia de cien millones de espectadores en Estados Unidos, haciendo que posteriormente fuera proyectada en salas de cine de toda Europa con un gran éxito. A diferencia de la mayor parte de las cintas que trataban el temor a una guerra nuclear o directamente saltaban el conflicto mostrando un mundo posterior arrasado, en El día después se cuenta cómo se produce una escalada entre Estados Unidos y la Unión Soviética en unas pocas horas y las primeras pero letales horas de un enfrentamiento atómico entre ambas potencias.
Los años noventa: el cine de ciencia ficción vuelve al espacio tras la Guerra Fría
El fin de la Guerra Fría y el desmoronamiento de la Unión Soviética trajo lo que muchos historiadores han denominado Pax Americana. Durante los años noventa, Estados Unidos fue el líder político, económico y militar del mundo. Esta hegemonía tuvo su eco en la cultura, donde una vez más, Hollywood se convirtió en el transmisor de unas ideas y un modo de vida al resto del mundo con una mayor repercusión que en décadas anteriores. En el caso del cine de ciencia ficción estas circunstancias se traducen en un incremento en el número de películas del género que además de contar con mayores presupuestos, serán las principales beneficiadas y al mismo tiempo, campo de pruebas de nuevos y mejores efectos especiales.
La amenaza de una guerra atómica se desvaneció casi por completo y eso dio como resultado que el foco se dirigiera una vez más al espacio pero con multitud de enfoques. Esto se manifiesta en cintas como Desafío total, estrenada en 1990 y que nos traslada a un planeta Marte colonizado por la humanidad en el siglo XXI donde se fragua una rebelión contra unos líderes terrestres autoritarios.
Unos años más tarde, en 1996, aterrizó una de las películas cuyas escenas se han grabado a fuego en la memoria de millones de personas. Se trata de Independence Day. Dirigida por Ronald Emmerich y de cuyo reparto formaron parte Will Smith, Bill Pullman o Jeff Goldblum. Vuelve a retomar la idea de invasiones extraterrestres a nuestro planeta y, al igual que sucedió en las películas anteriores que abordaban esta temática, los visitantes cuyas intenciones son hostiles, casi exterminarán a la humanidad con una tecnología muy superior.
Pero los alienígenas no tienen por qué contar con intenciones hostiles. También pueden ayudar al avance de una humanidad en parte perdida y confusa. Esta perspectiva tuvo una buena acogida entre el público con dos cintas de 1997: Contact, protagonizada por Jodie Foster y basada en una novela de Carl Sagan, y El Quinto Elemento, con un reparto sobresaliente encabezado por Bruce Willis, Mila Jovovich, Ian Holm y Gary Oldman. Dirigida por Luc Besson, una de las escenas míticas de esta última cinta tiene lugar en un crucero de lujo interestelar en el que una cantante de ópera extraterrestre da un concierto que deja sin palabras a los asistentes.
Sin embargo, la llegada de otras especies procedentes de todo el universo no fue la única amenaza espacial a la que se enfrentó la humanidad en el cine de los noventa. Esta fue la idea en torno a la que giraron dos de las películas más taquilleras de la década, estrenadas en 1998 y que merecen su lugar propio dentro de la ciencia ficción: Deep Impact y Armageddon. Ambas cuentan con un reparto sobresaliente y muestran una trama similar abordada desde distintos puntos de vista: unos asteroides de gran tamaño se dirigen a la Tierra y causarán unos eventos de extinción masiva al impactar en el planeta. Para detenerlos se lanzarán distintas misiones espaciales que no obstante fracasarán parcialmente. En el caso de Deep Impact destaca un rigor científico considerable mientras que en Armageddon se presume de ese poderío militar, tecnológico y económico estadounidense de los años 90, erigiendo a los astronautas, militares y científicos del país americano como los únicos capaces de salvar el mundo.
Finalmente, otra de las cintas que consiguió un lugar propio no solo en el género de la ciencia ficción sino en el panorama cinematográfico en general fue Jurassic Park. Si en los años 80 Steven Spielberg arrasó con E.T., en 1993 lo haría con esta cinta sobre dinosaurios que se convirtió en una franquicia cuya última entrega llegó a las salas en 2022.
A pesar de que el cine de ciencia ficción de los noventa se enfocó en el espacio exterior en mayor o menor medida, la abundancia de títulos al amparo de un contexto mucho más propicio que en décadas anteriores dio como resultado una oferta muy variada que incluía cintas que exploraban otras ideas como Cube, de 1997, Dark City, de 1998, o Doce monos, de 1995.
Esta tendencia seguirá en la década siguiente y, con el cambio de siglo, no solo llegarán nuevos avances técnicos, sino que también se darán nuevos enfoques a temáticas muy populares en el pasado. En el siglo XXI las nuevas circunstancias sociales, políticas y económicas influirán una vez más en la manera de hacer cine de ciencia ficción.
Un artículo de Enrique Moraleda
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