Título de la obra: El Guerrero de los Altaii
Autor: Robert Jordan
Editorial: Minotauro
Traducción: Joan-Josep Mussarra Roca
Año de edición: 2020
Extensión: 256 páginas
Encuadernación: rústica
PVP: 17,95€ (papel), 8,99€ (digital)
Hace poco más de cuarenta años, un joven escritor llamado James Oliver Rigney Jr. terminaba la escritura de su primera novela. Cuenta Harriet P. McDougal, su entonces editora y posteriormente cónyuge, en el prólogo de El Guerrero de los Altaii que esta historia fue vendida por dos ocasiones a distintas editoriales. Sin embargo, avatares internos de cada una de ellas terminaron provocando que esta obra acabara en el cajón de quien posteriormente seria conocido como Robert Jordan para nunca volver a ver la luz. ¿Nunca?
Estamos en los finales de los años setenta y era difícil presagiar que este joven escritor en su treintena terminaría por convertirse en uno de los referentes de la fantasía épica en su formato más clásico. Como decía, El Guerrero de los Altaii terminó olvidada y el bueno de Rigney se ganó su sueldo durante la década siguiente escribiendo (bajo distintos seudónimos) novelas históricas, westerns y un buen puñado de obras con Conan de protagonista, un encargo recibido tras la compra de los derechos por parte de Tom Doherty, fundador de la editorial Tor.
Durante la década de los ochenta, y en paralelo a todas estas obras, Rigney comenzó a planear y escribir lo que posteriormente sería su historia más recordada: La Rueda del Tiempo. Y es esto lo que da un valor histórico de cierta relevancia a su primer manuscrito guardado bajo el nombre de El Guerrero de los Altaii. Una obra completamente independiente desde un punto de vista argumental de lo que vendría después. Sin embargo, no son pocas las referencias que más adelante serian incorporadas, en mayor o menor medida, a la historia protagonizada por Rand al’Thor y que aquí apenas son un germen, una pequeña semilla, que muestra que el autor ya tenía algo grande en su mente.
ARGUMENTO
El argumento general, sin embargo, es muy distinto a lo que leeríamos después tanto en forma como en fondo. El Guerrero de los Altaii nos presenta a Wulfgar, un guerrero del pueblo de los Altaii. Estas gentes viven en un área desértica conocida como El Llano. Se trata de una ancha zona que separa los verdes bosques y campos del continente de una cordillera inexpugnable que lleva a territorios desconocidos. Una zona donde las condiciones climáticas para sobrevivir son cada día más duras y las recientes sequias están provocando una hambruna que los está obligando a explorar nuevos territorios.
Justo en el límite entre lo próspero y lo árido se encuentra Lanta, una majestuosa ciudad compuesta de dos muros concéntricos para su mejor defensa. El hueco entre ambos es conocido como Ciudad Baja, mientras que el área interior es denominada la Ciudad Alta. Es aquí donde residen dos reinas gemelas. Desde el Palacio de los Tronos Gemelos están buscando crecer y ampliar su dominio acabando con, entre otros, los Altaii, ya que ponen en riesgo su expansión.
En los primeros compases de la novela Wulfgar recibirá el encargo profético de hacer sobrevivir a los Altaii. Para ello, deberá entrar en conflicto con Lanta y las reinas gemelas quienes, obviamente, no están dispuestas a liberar su lugar tan fácilmente dando lugar a una lucha política y una serie de batallas a pie de campo que forman el núcleo de la novela.
ANÁLISIS
El Guerrero de los Altaii es una novela narrada íntegramente en primera persona desde el punto de vista de Wulfgar. Sin embargo, uno de los problemas de la novela es que a pesar de esta decisión narrativa apenas conoceremos demasiado sobre los Altaii o el propio Wulfgar. En este sentido, la novela en general carece de una construcción de mundo ya no como la que posteriormente pudimos leer en su reconocida serie, sino en otras obras de fantasía donde esto está más trabajado. Hablamos de los años setenta, con el género de la espada y brujería en plena efervescencia y sagas como la de Fafhrd y el Ratonero Gris de Firtz Leiber o Elric de Melniboné de Michael Moorcock recopiladas o publicadas durante las décadas previas con gran éxito. Series que, además, dispusieron de un mayor número de páginas para ampliar su mitología.
El mapeado de la novela recuerda tanto en forma como en detalle al atlas que posteriormente pudimos ver en La Rueda del Tiempo. Es muy llamativo como tanto las cordilleras (ese Espinazo del Mundo que separa ciertas zonas), como ciudades y la propia forma del continente recuerdan sobremanera al que luego conocimos. La geografía donde tienen lugar los acontecimientos de este libro, sin embargo, apenas suponen con suerte un diez por ciento del plano que se nos presenta, lo cual resulta algo decepcionante con las expectativas que puede crear ver esa extensión antes de comenzar la lectura.
Muy llamativa resulta la base que El Guerrero de los Altaii establece para la futura escritura sobre las Aes Sedai. Y es que en esta obra inicial de Jordan ya queda claro que la mujer no va a ser una mera comparsa en unas aventuras de hombre guerreros ávidos de sangre. A semejanza de lo que ocurre con las Aes Sedai de La Rueda del Tiempo, la mujer tiene el papel de la sabiduría y la magia, siendo vital para el devenir de los acontecimientos y marcando claramente las pautas que seguirán los personajes masculinos. No solo eso, sino que esta novela ellas también tienen parte del poder real sobre los ciudadanos con esas gemelas de armas tomar que dominan la ciudad de Lanta desde sus tronos. Un poder reconocido por la gran mayoría de ciudadanos de la capital.
Decía antes que Jordan escribió unas cuantas novelas protagonizadas por Conan el bárbaro durante la década de los ochenta, antes de su despegue mediático. En cierta manera, El Guerrero de los Altaii es una novela claramente predecesora de ese formato de novela. La historia que se cuenta bien podría ser una historia clásica de bárbaros de espada y brujería. Al contrario que lo leído posteriormente, Jordan no se anda con apenas detalles en esta novela, solo lo imprescindible para el avance de la trama. Una trama que, centrada en Wulfgar, cuenta con escenas de sexo y violencia que podrían anticipar un estilo que más adelante desarrollaría en mayor medida con Conan. Hoy en día, probablemente, habría quien lo llamase grimdark.
EL GUERRERO DE LOS ALTAII: CONCLUSIÓN
La edición de Minotauro para este volumen no tiene queja alguna e incluye un vistoso mapa a todo color. El texto esta cuidado y, a diferencia de los primeros volúmenes de la conocida serie, no tiene erratas que mencionar. La traducción, a cargo de Joan-Josep Mussarra Roca es más que correcta y permite una lectura fluida. En lo visual, el tomo encaja perfectamente con los colores, tamaño y tipografía de la nueva reedición de la serie lo que será de agradecer para quienes están siguiéndola. No tanto, sin embargo, para los que quieran incluirla en la misma estantería de los viejos volúmenes de Timun Mas.
Los motivos por los que este volumen ha terminado por ver la luz hace apenas unos meses en inglés son desconocidos, máxime teniendo en cuenta que el propio autor aseguró en alguna entrevista que “nunca será publicada o se sabrá sobre ella”. Sin embargo, este libro es a todas luces un documento lleno de interés para los seguidores de la saga, que permite conocer más en detalle a un Robert Jordan primerizo, que apenas comenzada la treintena emprendía la escritura de obras de fantasía como la que nos ocupa que, vista con el tiempo, tiene unas cuantas carencias que la convierten en una novela algo difícil para lectores no interesados en el autor o más familiarizados con la fantasía actual. Su relevancia historia, por otro lado, es innegable, y seguramente sin un El Guerrero de los Altaii nunca hubiéramos podido disfrutar de lo que vino después. Y eso es mucho decir.