1. ¿Quién es Miguel Tofiño y qué le hizo empezar a escribir?
Tiene gracia, he dejado esta pregunta para el final y aun así me cuesta la vida responder. Quizá eso diga algo de mí: descubrir quién soy es una de las razones principales por las que escribo. Sé que soy una persona obsesivamente curiosa que se empana de manera sistemática con preguntas absurdas en la cabeza y siente que no termina de entender el mundo en el que vive. Por eso creo que cursé una carrera de la rama biológica y empecé hace unos años el grado en antropología cultural.
Empecé a escribir por una puñetera casualidad. Tenía diez años y veía una serie de dibujos —anime, que decimos ahora— con mi hermano Carlos. Se llamaba Shinzo. No la conoce casi nadie y si la volviera a ver creo que me daría cabezazos contra la pared: seguro que es malísima. Me gustaba tanto que, un día, me obsesioné con que iba a olvidar el argumento cuando terminara. ¡Y eso no podía ser! Así que cogí una libreta vacía que tenía tirada por ahí y me puse a narrar lo que ocurría en cada capítulo. Pero claro, avanzaba mucho más lento que la serie… Así que, al fin, ocurrió lo inevitable: con el desfase no pude recordar la siguiente escena. ¿Y qué hacía ahora? ¿Lo abandonaba? No, no podía hacer eso. Después del tiempo invertido y el esfuerzo… Así que me lo inventé. Lo reescribí, a mi gusto, en mis propios términos. Y caramba, qué bien me lo pasé. ¡Incluso podía cambiar las partes que no me gustaban! Ya no volví a la historia original. El siguiente paso fue lógico, casi inmediato: me inventé una historia. La mía propia. Eso sí que molaba. Era como un refugio, enterito para mí, un lugar donde siempre sabría reconocerme.
Desde entonces no lo he podido dejar.

Miguel Tofiño Vian
2. Tu relato publicado en Windumanoth, Donde los sueños perviven, sucede en la Polinesia y habla sobre el poder de la magia de los sueños. ¿Cómo se te ocurrió la idea? ¿Qué buscabas transmitir?
Partí de una idea nebulosa: la magia como proyección de los sueños y un viaje desde lo conocido hasta lo extraño. Lo conocido, dentro de lo mágico, fue fácil de encontrar: los mitos celtas, que me fascinan desde niño. Respecto a la Polinesia, quería explorarla literariamente desde hacía tiempo. Parecía un lugar adecuado: me habían hablado del “Tiempo de Sueño” aranda (un pueblo aborigen australiano), un mito según el cual la Tierra ha estado habitada por seres sobrenaturales. Entonces cometí un error: decidí ambientar la historia en una aldea maorí —y no en Australia— porque conocía mejor su vocabulario y sus costumbres; supuse que eran pueblos con un mismo origen cultural y, seguramente, compartirían el mito de alguna forma.
Lo gracioso es que, cuando empecé a investigar, no encontré referencias a ningún Tiempo de Sueño importante para los maoríes; de hecho, ¡unos y otros no tienen nada que ver! Los maoríes pertenecen al grupo etnolingüístico polinesio, como ya sabía… pero los aranda no. Su lengua pertenece a otra familia; sus costumbres, sus creencias e historias no tienen nada que ver. Y aún más: descubrí que incluso el concepto del Tiempo de Sueño, en sí mismo, es motivo de disputa entre los antropólogos. En ese momento entré en pánico: ya tenía establecida la estructura, el lenguaje, los personajes… No tenía tiempo para cambiar la ambientación. Sólo veía dos opciones: o introducir el Tiempo de Sueño aborigen en los maoríes “a lo bruto”, aun arriesgándome a falsear su cultura, o cambiar el argumento. Lo primero no podía ser: era traicionar al espíritu del relato.
Entonces se me ocurrió introducir mi error en la historia. ¿Y si el protagonista iba a la pista del Tiempo de Sueño y se equivocaba, guiado por los mismos prejuicios? ¿Y si el origen de la magia no estaba en los sueños? Eso me llevó a preguntarme qué es la magia, en realidad, y terminó por darme la clave del relato.
3. ¿Esta ha sido tu primera incursión en la literatura de género? ¿Es una excepción en tu carrera o tienes planes de seguir escribiendo fantasía, ci-fi o terror?
Escribo fantasía / ciencia-ficción desde que empecé. Es lo que leía de pequeño y lo que me surge de manera más natural, así que seguramente seguiré con ella; aunque nunca he cerrado la puerta a la ficción realista. De hecho tengo pendiente una novela de viajes que terminaré algún día. Pero la gran ventaja de la “ficción imaginativa” es que permite una libertad y una flexibilidad creativa potencialmente infinitas, y a eso es difícil decirle que no.
4. ¿Qué otras obras tuyas podemos encontrar en el mercado? ¿Y en proyecto?
He publicado una novela, Mester de Juglaría, con Editorial Valinor. Y un relato largo, El sabor de la eternidad, dentro de la antología No hay brujas buenas de Ronin Literario.
Acabo de terminar una novela de low fantasy inspirada en el sur de Asia y la época colonial. Uno de mis retos era escribir desde la perspectiva de una mujer: mi pobre protagonista es una diplomática novata, culta pero muy ingenua, a la que destinan —o más bien envían para que desaparezca— a un imperio tropical poco conocido. Un país recientemente independizado cuya población tiene, digamos, no muy buenos recuerdos de la dominación extranjera. Allí debe hacer espionaje industrial. Y claro, la cosa se complica mucho y pronto.
5. Además de escritor eres licenciado en Biotecnología y has cursado estudios de Antropología Social y Cultural. ¿Qué peso tiene esta formación en las obras que escribes?
La antropología ha tenido una influencia muy directa en casi todo lo que he escrito últimamente. Uno de los impulsos que me llevan a escribir es descubrir nuevas formas de vivir y comprender su sentido. Cuando ocurre, transmitirlo en forma de relato se convierte en una necesidad. Vivimos en una civilización que ha sido hegemónica durante tanto tiempo, y que ha aniquilado tan eficientemente las formas alternativas de vivir, que ni siquiera nos planteamos la existencia de otros caminos. Pero están ahí: sólo hay que saber mirar.
La biotecnología me ha influido de forma más sutil hasta ahora, pero siempre le he dedicado guiños: lámparas bioluminiscentes en Mester de Juglaría, setas alucinógenas en El sabor de la eternidad, plantas simbiontes en mi nueva novela… En la próxima historia que voy a escribir quiero volver a mis orígenes, y la biotecnología tendrá un peso mucho mayor.
6. ¿Nos recomiendas un libro de género?
Un clásico: Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin. Si no la has leído corre a hacerlo ahora mismo.