¿Quién es Manuel Ortiz Botella y qué le hizo empezar a escribir?
Creo que empecé a escribir porque me apetecía contar historias que no podía vivir. Mi primer cuento estaba protagonizado por mis amigos de la infancia y en él tratábamos de huir de un volcán a punto de estallar. Viéndolo con distancia, había mucho de escapismo en aquellas páginas. La escritura era otra forma de juego, una distinta y un poco más solitaria, pero divertida como cualquier otra. Ahora encuentro en ella algo parecido, solo que con un poco más de introspección y reflexión añadidas a la receta.
Tu relato publicado en Windumanoth, «Al-buhayra», sucede en una futurista albufera valenciana que se enfrenta a los desafíos del poder. ¿Cómo se te ocurrió la idea? ¿Qué buscabas transmitir?
Soy un escritor muy visual. Muchas veces, para una historia corta, parto de una imagen y pienso en cómo la puedo llevar a mi terreno. Creo que con «Al-buhayra» quería hablar de un futuro que, no por serlo, hubiese renunciado a su pasado rural y a sus orígenes.
La ciencia ficción más mainstream suele tener los ojos puestos en las estrellas y los viajes espaciales, suele pensar que ya no habrá campos de arroz que segar o que los conflictos medioambientales serán todos grandes catástrofes sin solución. Imaginamos el colapso medioambiental como algo puntual, un evento que marca la diferencia entre un antes, no muy idílico, y un después, en el que el planeta es inhabitable.
Estas historias son muy palomiteras, pero se alejan tanto de la realidad que son incapaces de hablar de problemas que de verdad nos afecten; nos hacen olvidarnos de todo lo que va antes y nos dejan con una sensación de tranquilidad porque eso que ves en la gran pantalla no puede pasar. Pero lo cierto es que no, que la crisis climática y de los ecosistemas es algo que estamos viviendo ya, de forma gradual, sin tormentas perfectas ni gigatornados, pero con inviernos cada vez más cálidos y duraderos, o con ciudades en las que nos es difícil encontrar algo tan sencillo como un gorrión.
Y el factor común en todas estas historias que preceden a esa catástrofe que no termina de llegar es que hay formas de frenar la situación, pero bajo el sistema capitalista, la prioridad siempre es otra. Eso es lo que encontramos en «Al-buhayra», una historia pequeña de personas pequeñas enfrentándose a la versión cercana de un problema enorme.
¿Esta ha sido tu primera incursión en la literatura de género? ¿Es una excepción en tu carrera o tienes planes de seguir escribiendo fantasía, ci-fi o terror?
Creo que es incluso al revés. Escribir sin elementos fantásticos me resulta más complicado que no hacerlo. Pretendo seguir escribiendo literatura de género, creo que ofrece el lugar perfecto para los temas que me gusta tratar y para la escritura denuncia.
¿Qué otras obras de Manuel Ortiz Botella podemos encontrar en el mercado? ¿Y en proyecto?
Compartiendo temas y formato con «Al-buhayra», podéis encontrar «Tierra roja, verde aceituna», en la antología del Premio Domingo Santos de relato 2020 (disponible en Lektu de forma gratuita).
También podéis encontrarme en antologías como Empotradoras (Autopublicada, 2019), Insomnes hasta el Amanecer (Insomnia, 2020) y Besé a un pescado y me gustó (autopublicada, 2020), con relatos que mezclan la erótica, la fantasía y la ciencia ficción.
Y, en proyecto… Bueno, digamos que pronto podré decir más.
Además de escritor eres biólogo. ¿Qué peso tiene esta formación en las obras que escribes?
Muchísimo. Estudiar biología y especializarme en biodiversidad y medioambiente ha cambiado mi forma de entender el mundo. Cuando creo una nueva historia no puedo evitar preguntarme sobre aspectos del mundo en los que solo pensaría alguien con mis intereses o formación. ¿Qué especies lo habitan? ¿Cómo se relacionan con el ser humano? ¿De qué se alimenta la gente de este mundo? ¿De dónde sale esa comida? ¿Con qué plantas decoran su casa?
¿Nos recomiendas un libro de género?
Si me permitís una recomendación comiquera, Stages of rot, de Linnea Sterte (publicado en España bajo el título de In-Humus), un libro en el que la muerte de una ballena espacial desata una sucesión de pueblos y especies que compiten por aprovechar ese recurso. Es como un sueño en el que la naturaleza es la protagonista, una naturaleza extraterrestre pero sorprendentemente cercana.
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