Título de la obra: Un hambre insaciable
Autora: Chelsea G. Summers
Editorial: Alpha Decay
Traducción: Alberto G. Marcos
Año de edición: 2024
Extensión: 320 páginas
Encuadernación: Rústica
PVP: 21,90€
Una reseña de Isabel del Río
Un hambre insaciable me llamó la atención en el boletín de novedades. Prometía la historia de una asesina caníbal y gourmet y, pese al déjà vu con tintes de Hannibal Lecter, me apetecía descubrir si podía sorprenderme. Primero me asqueó, después me turbó y finalmente he sentido una empatía que no sé si debería confesar; no por el asesinato o el canibalismo, sino por el retrato que nos ofrece la narradora del lugar que ocupa la mujer en la sociedad de consumo.
De mi madre aprendí que la belleza era una coraza. De mis amigas adolescentes aprendí que la feminidad era una mierda. Todas tenían razón.
Nos encontramos ante una novela que juega con el diario y la confesión. La narradora es la protagonista y perpetradora de los hechos, y es sincera desde un inicio; o al menos tan sincera como una puede ser consigo misma, con los detalles y malentendidos, los anhelos y descubrimientos que va haciendo según rememora y nos cuenta los sucesos.
Dorothy, la protagonista, hace un barrido de la industria del deseo y del consumo, de la alimentación y de la explotación de la carne (véase el doble sentido), desde la moda a la restauración. Una crítica mordaz que no olvida el lugar del sexo y de la comida como herramientas de poder y también debilidades, dependiendo del punto de vista, de quién juega y a quién le toca debajo.
En nuestra cultura, «carnicero» tiene un sentido peyorativo. (…) pero, a decir verdad, los humanos aún seríamos monos ululantes que cagan desde los árboles de no ser por el poder transformador de la carne.
He comentado que al principio me asqueaba, pero no por el hecho de matar y comer gente (ya sabía a qué venía cuando escogí la lectura), sino porque nos encontramos ante una narradora snob, egocéntrica y sociópata, alguien a quien no le dirigiría la palabra y que me revuelve las tripas por su manera de percibir el mundo y a quiénes lo ocupan. Pero, pese a ser despreciable y cometer actos terribles, no le falta razón en muchos de sus juicios y razonamientos acerca de la sociedad moderna y consumista en general, y del ser humano más concretamente.
Cada bocado lo doy por propia elección; me gusta ser una consumidora informada. Lo contrario es ser una zombi, consumir sin pensar lo bueno, lo malo o lo atroz.
Empezando por su último crimen y el lugar que ella ocupa en prisión (donde escribe la novela que tenemos en las manos), Dorothy salta de sus reflexiones al hilo de su historia, desde su niñez a la universidad y sus primeros pinitos y revolcones en el mundo de la prensa. No es una narración cronológica, sino que viaja desde su ahora al pasado, de hombre en hombre, de principio hasta su fin.
La familia, los amantes y la amistad son tres pilares que generan movimiento en la toma de decisiones de un personaje que, de otro modo, se mueve solo por apetitos. Y es que amor y odio, el deseo y el hambre son lo que provocan que Dorothy se ponga en marcha.
La cultura se niega a reconocer la violencia femenina, y la ley fomenta con especial ahínco el repudio hacia las mujeres violentas. La violencia descontrolada, la ira desatada, el afán aniquilador, la necesidad de anular: todos ellos son actos contrarios a la idea que preferimos hacernos de la naturaleza femenina.
En Un hambre insaciable, la narradora está por encima de la ética y de la moral, así como de cualquier juicio acerca de lo que se espera de ella, aunque conoce muy bien el lugar que quiere ocupar y cómo debe mostrarse en cada circunstancia. Muestra la imagen detallada de lo que se espera de una mujer y de su posición en la «cadena alimentaria», al tiempo que ella toma las riendas de su vida, tras la máscara de la cultura y del estilo.
(…) ser mujer es una tarea agotadora. Es un trabajo a tiempo completo. Nuestras amigas, las íntimas, son las pequeñas pausas que nos tomamos del trabajo tiránico de responder a las expectativas de ser mujer.
Es fácil juzgar, especialmente tratándose de una psicópata caníbal, mas, como dice la propia narradora: «Nuestros cuerpos son osarios, un memento mori de las incontables criaturas que nos hemos comido». El ansia por saciar nuestros apetitos, por mantener cerca aquello que nos gusta y da placer es algo que todas conocemos demasiado bien.
Si disfrutas de Windumanoth, te invitamos a valorar el apoyarnos en Patreon, puedes hacerlo desde tan solo 1 € al mes. Echa un vistazo a nuestras recompensas y considera unirte al grupo de amigos que hacen posible que este proyecto exista.