Cuando se habla de la literatura fantástica a menudo se menciona el tema de los clichés. No es ningún secreto que en la narrativa de fantasía abunda el refrito, la repetición e incluso la copia descarada. Y, sí, también los clichés.
Para entendernos bien y hablar con propiedad vamos a dejar claro qué es un cliché:
Con estas definiciones de nuestra amada Real Academia nos hacemos una idea precisa del significado del término, que probablemente sea algo bastante parecido a lo que ya teníamos en la cabeza.
A todos nos vendrán a la mente personajes como la rubia tonta, el empollón con gafas, el prota invencible y el príncipe azul. O bien situaciones como en la que el malo maloso suelta un discurso antes de rematar al bueno, o cuando se carga a uno de sus esbirros porque le ha fallado, el triángulo amoroso, el monstruo detrás del personaje sin que este se de cuenta, etc.
Hasta aquí todos de acuerdo. El problema viene cuando se califica de cliché algo que no lo es, pero que podría parecerlo si está mal gestionado. ¿A que me refiero? A los arquetipos. Acudamos de nuevo a la Santa Madre Iglesia Real Academia:
¿Notamos la diferencia en la esencia de las dos definiciones? Lo que caracteriza al cliché es la repetición de una fórmula más o menos trivial, lo que caracteriza al arquetipo es tener un importante valor simbólico universal, ser el modelo de algún patrón importante en la psique humana.
En palabras de Jung:
“[…]formas o imágenes colectivas que se dan en toda la tierra como elementos constitutivos de los mitos y, al mismo tiempo, como productos autóctonos e individuales de origen inconsciente.”
¿Ejemplos de arquetipos? Los arcanos mayores del Tarot, el niño milagroso (por ejemplo Cristo, Hermes, Zeus, etc.), la madre universal (por ejemplo la madre naturaleza o el principio femenino de las religiones orientales), el héroe, etc. Encontrarás muchos si buscas información al respecto.
El resaltar esta diferencia (y la razón de ser de este artículo) viene por el error que he visto en más de una ocasión de calificar al Viaje del Héroe de cliché, cuando es un arquetipo. Y no es poca la diferencia en las implicaciones de cada calificación.
¿Qué es el monomito o el Viaje del Héroe?
Aclaremos, por si hay algún profano, que es el Viaje del Héroe (también llamado monomito).
Es un término acuñado por el antropólogo y mitólogo estadounidense Joseph Campbell para definir el modelo básico de muchos relatos épicos de todo el mundo, incluyendo las vidas de Cristo y Buda, las historias de los héroes de la mitología grecorromana, y un largo etc. Este patrón está descrito por Campbell en su obra El héroe de las mil caras (1949). Podría extenderme describiéndolo pero para eso ya tenéis los links a la Wikipedia. Aunque analizándolo en profundidad se destilan hasta diecisiete etapas, básicamente se resume en: Separación – Iniciación – Retorno. Y yo casi lo reduciría a la iniciación, que es lo importante del asunto.
El Viaje del Héroe representa la iniciación mediante la superación de la dificultad, el nacimiento mediante la muerte, el conocimiento de uno mismo mediante el olvido de todo lo demás. Los chamanes hacen el Viaje del Héroe sufriendo la muerte en el otro lado para regresar con sus poderes, Odín realizó el Viaje del Héroe para conseguir el secreto de las runas. Toda persona que sufre una experiencia dificultosa, que le cambia por dentro y le hace crecer, realiza el Viaje del Héroe, por eso es un arquetipo.
Es obvio que no es un viaje literal, si no un viaje interior. En algunas ocasiones el catalizador del viaje interior será un viaje literal, pero esa es solamente una expresión del arquetipo.
¿Y como puede confundirse este arquetipo con un cliché?
El problema reside en una confusión entre forma y fondo, no ser capaz de discernir que la fórmula repetida es la manera de presentar el arquetipo, no el arquetipo en sí mismo, que solo es uno, y es, por tanto, irrepetible.
Y muy especialmente por una mala interpretación de ciertas palabras del señor Brandon Sanderson en un texto escrito para su programa de graduación1 en el que a modo de epílogo para su novela Elantris relataba su preocupación por el estancamiento del género de fantasía debido a que muchos autores contemporáneos “escriben historias de jóvenes héroes que son llamados a una misteriosa misión, buscar el poder, y alcanzar la mayoría de edad superando dificultades” en lo que él denomina “El Síndrome de Campbell”.
Pero, ¿trataba de decir Sanderson que el arquetipo es una fórmula repetitiva que el autor de fantasía debería descartar en pro de la originalidad?
Dejemos que él mismo conteste:
“Puedo ver arquetipos campbellianos en Elantris. La historia de Raoden puede reducirse a nada más que el viaje arquetípico del héroe hacia el submundo, seguido por su retorno a su gente con nuevo conocimiento.
La diferancia entre Elantris y una historia que siga el Síndrome de Campbell vuelve a la idea de la Forma. Elantris desarrolló su propia Forma, mediante la creación.”“Cuando uno escribe un libro, no puede evitar incluir esos símbolos. De todas formas, no pueden ser puestos con predeterminación si uno desea que realmente sean verdaderos arquetipos míticos.”
Resulta que si leemos en condiciones el trabajo de Sanderson, encontramos que no es un detractor de los arquetipos, si no todo lo contrario. Deja claro que él si percibe esa diferencia entre forma y fondo de la que antes hablábamos, y su crítica es a la falta de creatividad a la hora de presentar los arquetipos, siempre de la misma forma o con los mismos elementos.
Por eso amigo, si escribes fantasía, no tengas miedo a usar arquetipos. Como Sanderson dice, no puede evitarse. Lo que escribes lo escribe un ser humano para otros seres humanos, por tanto los arquetipos de nuestra psique siempre estarán ahí, de una forma u otra. Sólo preocúpate de no ser obvio o ingenuo al presentarlos, de no copiar los elementos catalizadores del Viaje del Héroe.
Desarrolla tu propia Forma. Eso es todo.