El apocalipsis. El fin del mundo. El fin de la civilización. Lo hemos visto miles de veces, tal y como la literatura, cine y televisión se han encargado de ello. Incluso la radio. Podríamos dar mil títulos: Soy leyenda, 28 días después, Pronto será de noche… y un largo etcétera que muchos conocéis. Por ello, la premisa de El Colapso (L’Effondrement, en su original francés), la serie francesa dirigida por el colectivo Les Parasites, formado por antiguos estudiantes de L’ École internationale de création audiovisuelle et de réalisation (EICAR), podría no ser la gran novedad a priori. Sin embargo, El Colapso, logra lo que muchas otras no: dar un vistazo completo a como podría ser un fin del mundo.
Los supermercados se quedan sin suministros. Las gasolineras están amotinadas con gente que trata de huir desesperadamente. Las centrales de energía explotan por la falta de mantenimiento y cuidado. La gente se afinca en pequeños grupos, donde establecen sus propias normas y consejos sociales. El civismo yéndose a pique, la ley del más fuerte -o más rico- prevaleciendo sobre el resto. El mundo donde lo único que importa es sobrevivir. Es El Colapso del mundo.
DOS ARMAS VENCEDORAS
Si por algo se habla, en primera instancia, de El Colapso es por una de sus principales características: cada capítulo este rodado en un falso plano secuencia. Cada episodio, que casi no superan la veintena de minutos, nos lleva sin cortes por una escena y escenario concretos, donde uno o varios personajes son nuestros puntos de vista. Nuestros narradores. Es una baza importante para la serie, que no deja de ser una atractiva artimaña bastante resultona. El ritmo de cada escenificación está muy conseguido, transmitiendo esa angustia del momento social, así como la intriga de dónde terminará la escena.
Su otra arma ganadora es la variedad. Cada episodio nos lleva hasta ciertos días después de que el mundo se haya empezado a venir a pique. Cada episodio, que nos sitúa en un escenario, funciona como cortometrajes independientes entretejidos por la lucha de sobrevivir. Un supermercado, una gasolinera, un central de energía, un campamento… y así en cada uno de sus ocho episodios. Algunos personajes van y vienen, apareciendo en diversos capítulos a través de los cuales podemos seguir su pequeño periplo de supervivencia. O su pasado.
EL COLAPSO: CRUZANDO LÍNEAS ROJAS MORALES
¿Hasta dónde se flexibiliza la moralidad en un momento de pura supervivencia? El Colapso nos pone de manifiesto múltiples ejemplos de cómo en un instante donde vivir es más duro y crudo que nunca, las líneas morales humanas quedan borrosas. Vemos a gente robando en un supermercado con impunidad, a un ricachón imponiendo su ‘derecho’ a escapar de todo por su posición, y la más desgarradora de todas, a un celador que se ve forzado a abandonar sus pacientes. Aunque podrías pensar que veinte minutos no dan para empatizar, lo siento, pero la fuerza visual es tal que nos arrastra a su maremoto emocional en casi cada episodio.
El Colapso es un retrato realista del ser humano más egoísta, más mezquino. Ese mal que sale de dentro, el que solo busca sobrevivir. Aquí no existen culpables. Tampoco se señalan. El Colapso se encarga de abrir el melón, de generar debate entre sus espectadores. No da opiniones, salvo en su episodio final. La dicotomía entre sobrevivir y ser solidario se da en cada uno de los episodios, en los que nunca, de verdad, llega a importar que ha originado tal fin del mundo. Algo así como ocurría en Pronto será de noche, de Jesús Cañadas. Son situaciones y personas expuestas a lo peor, sacando lo peor de sí mismos, que tan buscan poder sobrevivir. Y ahí, a veces, se cruzan muchas líneas rojas.
Un fin del mundo como nunca lo has visto, que toma como base el movimiento nacido en Francia a principios de siglo conocido como Colapsologia, donde se hipotetiza con que las necesidades básicas humanas desaparecen por completo o se encarecen hasta convertirse en inalcanzables para cualquier persona. Una miniserie imprescindible de este 2020 (aunque se estrenó en 2019 en Canal +) que el público español ya puede disfrutar -y maratonear- en Filmin desde hace un par de meses.