80 años han pasado ya desde la retransmisión del programa de radio más famoso de todos los tiempos. La Guerra de los Mundos, una novela que en aquella época estaba olvidada, se convirtió en un fenómeno que ya forma parte de la cultura popular. Pero, ¿cómo fue en realidad? ¿Causó tanto revuelo como dicen o fue todo una maniobra de marketing de Welles y la Mercury?
En primer lugar, hay que decir que Orson Welles y sus colegas tuvieron que luchar y trabajar mucho para lograr la emisión de un programa que acabaría formando parte de la cultura popular.
El pasado día 30 de octubre de 2018 se cumplieron 80 años de la famosa emisión de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells. La obra, adaptada por Orson Welles para la radio, creó una ola de pánico que sumió a los Estados Unidos en el caos. Aunque los hechos han sido «tremendamente exagerados», la verdad es que sí hubo cierta conmoción.
Pero, ¿cómo logró Welles engañar a tanta gente? ¿Cómo es posible que un programa que llevaba ya varios meses en antena sin éxito alguno lograse convencer a la gente de que estaban siendo invadidos por marcianos?
Una mañana de Halloween
La mañana de Halloween de 1938, Orson Welles se levantó sin saber que era el hombre más famoso de América. La noche anterior, Welles en su programa Mercury Theatre on The Air emitió una ficción radiofónica de La Guerra de los Mundos, la famosa novela de H.G Wells que en la época tenía 40 años de antigüedad.
Aquella ficción proclamaba que los habitantes de Marte habían atacado Nueva Jersey y que el país estaba bajo la amenaza marciana. Algunos oyentes creyeron que los hechos eran reales y que estaban sufriendo un ataque. Los teléfonos de las comisarías se colapsaron, las editoriales de los periódicos y las televisiones, convencidas de la veracidad, enviaron reporteros a Nueva Jersey… El programa causó una oleada histérica en todo el país.
Al mañana siguiente, Orson Welles un tipo huraño de 23 años se vio a sí mismo en la portada de todos los periódicos de la nación, con titulares que mostraban el pánico que su adaptación radiofónica había creado.
Una poca sincera disculpa
Welles apenas tuvo tiempo de enterarse de lo que estaba pasando en realidad. Cuando llegó al edificio de la CBS apenas tenía una vaga idea del horror que había desatado en el público.
De camino había logrado leer los titulares: estampidas humanas, suicidios, gente disparando y oyentes cabreados que lo amenazaban de muerte, asegurando que le dispararían en cuánto lo vieran.
«Si hubiese planeado una forma de acabar con mi carrera, no podría haberlo hecho mejor», dijo a sus colegas. Con su libertad —y posiblemente su vida— en juego, se enfrentó de buena mañana a un ejército de periodistas, en una rueda de prensa convocada de prisa por la CBS.
Todos los reporteros hicieron la misma pregunta: «¿Había planeado o tenía intención de causar el pánico entre los oyentes con La Guerra de los Mundos?».
Esa pregunta lo persiguió el resto de su vida y la respuesta fue cambiando a lo largo de los años y según el contexto en el que se la hacían. Welles era un mentiroso patológico y le gustaba jugar con las personas, de ahí que nadie se creyera sus «muy sinceras disculpas» aquel día.
Pero la verdad está escondida entre los primeros manuscritos de la adaptación y en las memorias del equipo que grabó el programa que iba a pasar a la historia. Los días antes fueron totalmente caóticos, el programa iba a la deriva, Welles era un director caótico y nadie esperaba el éxito inesperado, mucho menos, el miedo causado. Gran parte del espectáculo fue improvisado y ni ellos mismos se tomaron en serio aquella adaptación.
Fue ese último intento desesperado por mantener en antena el Mercury Theatre on the Air, lo que obligó a cada uno de los actores a esforzarse y hacer creíble lo increíble. Al final lograron mucho más de lo que esperaban.
El Mercury Theatre on the Air
A finales de octubre de 1938, el programa de Welles, Mercury Theatre on the Air había estado en antena en la CBS durante 17 semanas. Era un programa de escaso presupuesto, sin anunciantes, que había logrado construir una pequeña y fiel base de oyentes, con sus adaptaciones desenfadadas de clásicos de la literatura.
Pero se avecinaba Halloween y Welles quería ofrecer una experiencia diferente a su público más fiel.
En 1960, durante un juicio para dilucidar a quién pertenecían los derechos de la adaptación radiofónica, Welles explicó por qué se inspiró en La Guerra de los Mundos: «Quería hacer un programa en el que pareciera que la crisis era real, que estaba sucediendo en ese momento. Tenía que ser una representación realista, no una simple narración».
Sin tener aún muy claro qué libro iba a adaptar le comentó la idea a su productor John Houseman y a Paul Stewart, co-director del programa y veterano actor de radio. Los tres discutieron largo y tendido sobre diferentes obras de ciencia ficción antes de escoger La Guerra de los Mundos, escrita en 1898 por H.G Wells. Houseman dudaba de que Welles la hubiera leído.
La Guerra de los Mundos
La novela original narra la invasión marciana de Gran Bretaña durante el cambio de siglo. El ejército marciano vence fácilmente al británico gracias a su tecnología superior; maquinaria de asalto, rayos calóricos y una especie de humo negro muy venenoso. Aunque al final mueren rápidamente víctimas de una enfermedad terrestre para la que no están inmunizados.
La novela es, en realidad, una poderosa sátira sobre el imperialismo inglés de la época —la nación más colonizadora e imperialista del mundo, se encuentra de repente colonizada y sometida—, la novela no funcionó demasiado bien en su día, pues sus lectores no creyeron en la historia.
En 1877 un astrónomo italiano, Giovanni Schaparelli había observado una serie de líneas oscuras en la superficie de Marte que llamó canali —canales—. En inglés se tradujo mal y los canales pasaron a ser acanaladuras o tubos, algo que implicaba que no podían ser formaciones naturales.
Percival Lowell, un rico astrónomo autodidacta, se hizo muy famoso utilizando este error de traducción para crear una serie de historias sobre un civilización marciana inteligente que construía este tipo de canales. H.G Wells utilizó estas dos ideas para crear a sus marcianos invasores —una idea innovadora en su momento—, su novela inspiró incontables historias sobre invasiones alienígenas.
Pero en los años 30 La Guerra de los Mundos era solo conocida entre los niños y adolescentes que disfrutaban de ese tipo de historias, mezcla de humor, fantasía y aventuras. Esas fueron las palabras de Orson Welles durante la rueda de prensa el día después de la emisión.
Una elección acertada
Tras seleccionar el libro, Houseman se lo envió a Howard Koch, un escritor que había fichado por el programa de la CBS para adaptar las novelas. Las instrucciones de Welles fueron muy claras, tenía que convertir La Guerra de los Mundos en una serie de boletines de noticias.
Seguramente, Kotch fue el primer miembro del programa en leer la novela de Wells. Inmediatamente la aborreció, la encontraba aburrida y desfasada.
La ciencia ficción en 1930 era básicamente una lectura para niños, con los invasores alienígenas confinados a las páginas de las revistas pulp y a los folletines de los periódicos del domingo —Sunday funnies—. La idea de que existiera vida inteligente en Marte había sido ampliamente descartada y desacreditada.
Incluso con la idea de las «fake news» a Koch le costó horrores convertir la novela en algo medianamente creíble y todo en menos de una semana.
Una adaptación desesperada
El martes 25 de octubre, después de tres días de trabajo, Koch llamó a Houseman para decirle que era imposible trabajar con La Guerra de los Mundos. Conociendo el temperamento de Welles, Houseman le contestó que trataría de convencerlo, pero no le prometía nada.
Houseman llamó al teatro Mercury pero no encontró a Welles, que llevaba 36 horas seguidas trabajando en su siguiente producción, la adaptación de La Muerte de Danton, de Georg Buchner, que no terminaba de cuajar. Con el futuro de su compañía teatral colgando de un hilo, Welles tenía poco tiempo para dedicar a su programa de radio.
Houseman mintió a Koch, lo llamó y le dijo que Welles no había consentido en cambiar la obra. Houseman le animó a seguir trabajando e incluso le dio algunos consejos para mejorar el guion. Koch continuó trabajando durante toda la noche y al día siguiente, llenando páginas y más páginas con su elegante y, a veces ilegible letra.
Al atardecer del miércoles había logrado terminar un primer borrador. Paul Steward y un puñado de actores lo representaron al día siguiente. Welles no estuvo presente pero el ensayo quedó grabado en unos discos de acetato para que pudiera oírlos por la noche. Todo el que pudo escuchar aquella temprana versión —grabada sin música ni efectos de sonido— estuvo de acuerdo: la producción sería un desastre.
La grabación del ensayo no ha sobrevivido al tiempo, pero una copia del manuscrito de Koch está guardado por la Sociedad Histórica de Wisconsin en Madison. Ese manuscrito demuestra que Koch ya había trabajado antes con el estilo de las fake news, pero muchos elementos terroríficos de la pieza original, no están presentes en él.
Como en la novela original la narración se divide en dos actos que tienen casi la misma duración. El primer acto está dedicado casi en exclusiva a los falsos boletines de noticias sobre la invasión marciana. El segundo acto son una serie de monólogos y escenas dramáticas de un solitario superviviente, protagonizado por el propio Welles.
Las obras del Mercury Theatre on the Air
La mayoría de las obras que representaba la compañía de Welles se parecían mucho más al segundo acto de La Guerra de los Mundos. La serie de narraciones se titularon, en un primer momento, First Person Singular porque eran casi siempre historias contadas en primera persona.
Pero, al contrario que las primeras adaptaciones de la Mercury —La Isla del Tesoro y Sherlock Holmes—, el narrador de La Guerra de los Mundos, era un sujeto mucho más pasivo, con un estilo periodístico, impersonal, lo que hacía la narración tremendamente aburrida.
Welles pensaba que la única forma de hacer atractiva esta adaptación era centrar la acción en los boletines de noticias falsas.
Las coincidencias
En ausencia de Welles, Houseman y Stewart destriparon el primer borrador, enviando a Koch un montón de notas que tuvo que añadir en el último minuto. El primer acto se alargó mucho, mientras que el segundo se fue acortando, descompensando tremendamente el ritmo de la narración.
Al contrario que en la mayoría de las narraciones noveladas, la interrupción del canal —dónde se anunciaba que estaban escuchando un programa de ficción de la CBS— entraría a los dos tercios de la narración y no en mitad de la misma.
Nadie en la compañía ni en la cadena, pensó en que si la gente llegaba tarde y se perdía el anuncio inicial tardarían 40 minutos en volver a escuchar un anuncio recordando que estaban ante un programa de ficción de la cadena. En aquella época, los oyentes esperaban que el programa se interrumpiera a mitad, para emitir este tipo de anuncios.
Además, las noticias de las 8, que también debían interrumpir el programa, fallaron, por lo que la gente pensó que los boletines falsos eran reales.
Por si fuera poco, las revisiones del manuscrito original eliminaron algunas escenas y pistas para que el oyente pudiera saber que estaba ante una narración de ficción. Un par de escenas dramáticas que interrumpían los boletines de noticias falsos fueron eliminadas. A petición de Houseman, un pasaje en el que se hablaba de la «masacre de la noche anterior» fue eliminado, por lo que la sensación de tiempo también se eliminó.
El manuscrito original establecía claramente que la invasión ocurría a lo largo de varios días, pero tras las revisiones la retransmisión parecía en tiempo real. Si uno lo piensa con calma, que los marcianos invadan un planeta y mueran en menos de 40 minutos no tiene mucha lógica. Pero Houseman explicó en Run-Through, su biografía, que quería enganchar a los oyentes.
Cada cambió precipitado añadió notas de realidad a la adaptación. Sin proponérselo Koch, Houseman y Stewart lograron convertir La Guerra de los Mundos en algo fácil de creer para la audiencia.
El trabajo en equipo en La guerra de los mundos
Pero no solo los directores y el guionista mejoraron la narración. Muchos de los cambios fueron introducidos por los actores y miembros del equipo que aportaron su granito de arena en forma de diálogos más creíbles y naturales.
En su biografía, Houseman recuerda que Frank Readick el actor que interpretaba al reportero que presenciaba la invasión marciana, buscó y escuchó una y otra vez la narración del desastre del Hindenburg de Herbert Morrison para imitar el horror en la voz del locutor. Y lo hizo realmente bien, imitando el dolor y llorando con los gritos agonizantes de los habitantes de Nueva Jersey que estaban siendo cazados por los marcianos.
Ora Nichols, el jefe del departamento de sonido de la CBS en Nueva York, creó una serie de terroríficos sonidos metálicos para las máquinas de guerra marcianas. Según el libro The Great American Broatcast de Leonard Malin, Welles envió una nota de agradecimiento a Nichols felicitándolo por «los mejores efectos de sonido jamás logrados en la radio».
A pesar de que la compañía Mercury al completo trabajó para que la narración fuera creíble, nadie creía que pudiera ser un éxito. El departamento legal de la CBS introdujo algunos cambios menores en el manuscrito: eliminó el nombre de las instituciones y evitó el uso de figuras públicas.
Ben Gross un crítico de radio de la época, recordaba en sus memorias que se acercó a uno de los miembros de la Mercury y le preguntó por el programa. La respuesta de aquel fue taxativa: «es horrible, ruidoso y seguramente te matará de aburrimiento». El mismo Welles contaba más tarde en el Saturday Evening Post que llamó al equipo para saber cómo iban las cosas y que la respuesta que recibió fue: «Mal. Muy aburrido. Se van a dormir».
Welles se enfrentaba al desastre desde dos frentes distintos. Por una parte con su compañía de teatro y, por otra, con su programa de radio. El resultado, ya lo sabemos todos, es que La Guerra de los Mundos le dio la atención del público que tanto ansiaba.
Las últimas horas antes de la Guerra
Mediodía del 30 de octubre de 1938, faltan unas pocas horas para que el programa de radio más famoso de la historia salte al aire. Welles llega al estudio preparado para sus habituales cambios de última hora. Inmediatamente pierde el control y se enfada por el material.
Pero aquellas arrancadas de mal genio eran habituales en él. Welles solía insultar y menospreciar a todos sus colaboradores diciéndoles que eran unos vagos, ignorantes, incompetentes y otras cosas menos agradables, todo mientras se lamentaba de que siempre le tocaba a él arreglar los desastres de los demás. Le encantaba destrozar el trabajo de los demás y agobiar a la gente con cambios drásticos de última hora.
Pero ese caos propio de Welles construyó una obra mucho más fuerte, mucho más creíble.
Uno de los cambios más radicales que introdujo Welles en el último momento fue el ritmo. Welles redujo drásticamente el ritmo de la primera parte de la representación, añadiendo más diálogos y eliminando todos los interludios musicales entre boletines. Houseman protestó por el cambio, pero Welles lo ignoró, asegurando que la única forma de que la gente se creyera la invasión era comenzar muy despacio y, poco a poco, aumentar el ritmo de la narración. Para cuando entrará la interrupción de la cadena, incluso los oyentes que sabían que era ficción habían quedado atrapados por el ritmo. Para los que no lo sabían, aquellos fueron los 40 minutos más largos de sus vidas.
Otro de sus cambios fue recuperar un discurso del Secretario de Guerra que aparecía en el guion original de Koch y que había sido eliminado por los servicios legales de la cadena. En este discurso se describían los esfuerzos del ejercito para combatir a los marcianos. Este discurso que no aparece en los manuscritos originales, también está guardado en la Sociedad Histórica de Wisconsin.
Cuando Welles lo recuperó, cambió el cargo de Secretario de Guerra, por uno menos impactante como el de Secretario del Interior. Pero le dio una mayor gravedad al asunto ofreciendo el papel a un amigo suyo, Kenneth Delmar que era un gran imitador de Franklin D. Roosvelt. En la época estaba prohibido imitar al presidente, para evitar engaños en la audiencia. Pero Welles, con una sonrisita cómplice, le pidió a Delmar que «sonara presidencial».
Cambios de última hora que cambiaron el mundo
Welles introdujo estos cambios a última hora, con su compañía y su programa pendiente de un hilo. La radio logró sacar lo mejor de Welles porque era el único medio que podía imponerle cierta disciplina, la del reloj. Con el reloj corriendo en su contra, Welles se vio obligado a buscar ideas innovadoras.
Y lo hizo.
Pero no solo Welles. Su equipo respondió tan bien como él a la presión. Fue en esos ensayos de última hora en los que la presión empezaba a sentirse, cuando el equipo se tomó en serio aquella representación. Por primera vez creyeron en La Guerra de los Mundos y dieron lo mejor de sí mismos.
El resultado es de sobra conocido y demuestra el poder del trabajo en equipo. Dando lo mejor de cada uno, apostando por sus talentos personales, Welles y su equipo produjeron un programa que asustó de muerte —literalmente— a millones de personas. Incluso a los que sabían que era un programa de ficción.
Pedir disculpas por el trabajo bien hecho
Durante la rueda de prensa del día siguiente, Welles negó repetidamente que hubiera engañado a su audiencia a propósito. Pero nadie le creyó. En las imágenes se le ve demasiado apenado, sus palabras estaban escogidas con mucho cuidado.
En lugar de terminar con su carrera, La Guerra de los Mundos fue su catapulta al estrellado. Le abrió las puertas de Hollywood, donde poco después rodaría Ciudadano Kane. Viendo la fama que le valió aquella retransmisión, es muy difícil creer que se sintiera mal.
En años posteriores, Welles empezó a contar la verdad. Aquella mañana estaba muy contento, tuvo que luchar por no reírse en la rueda de prensa. Según contaba, llevaba años tratando de engañar a los oyentes con la Mercury, según él, pretendía demostrar que uno no puede creer todo lo que oye en la radio.
Pero, seguramente esta afirmación no era más que otra provocación de Welles. Houseman, Stewart y el resto del equipo afirmaban que no fue a propósito. Todos los cambios que hicieron de La Guerra de los Mundos algo creíble fueron introducidos a última hora, muchos fueron simples coincidencias. El resto es una mezcla de leyenda y de marketing.