Título: Star Trek: La ciudad al borde de la eternidad
Autores: Guión de Harlan Ellison, David Tipton, Scott Tipton, y arte de J.K. Woodward
Traductor: Víctor Manuel García de Isusi
Editorial: Drakul
Año de edición: 2022
Encuadernación: Tapa dura
Extensión: 128 páginas
Precio: 21,95 euros (papel)
¿QUIÉN ERA HARLAN ELLISON?
Una pregunta que uno se hace reiteradamente con respecto al escritor estadounidense Harlan Ellison (1934-2018) es: ¿quién era realmente? Por ejemplo, el periodista Jeet Heer llega a decir: «Ellison era un escritor y una presencia pública volcánica: ruidoso, furioso, escupiendo fuego, a veces peligroso, siempre imposible de ignorar. Era una figura polémica que generaba acaloradas discusiones allá donde iba, pero a fuerza de energía y pasión ayudó a cambiar la ciencia ficción y la fantasía estadounidenses; transformó los géneros desde su coloración pulp de principios del siglo XX a campos de gran ambición literaria».
Igualmente, y en palabras de George R. R. Martin: «Los escritores de la Edad de Oro querían impresionar a John W. Campbell; los escritores de mi juventud querían impresionar a Harlan. Era un héroe para nosotros. […] No hay duda de que Harlan Ellison podía ser un hombre difícil. No aceptaba a los tontos de buen grado y se ofendía rápidamente ante cualquier desaire, real o percibido. La mayoría de la gente, al pasar por la vida, se gana un enemigo o dos en el camino… especialmente la gente que nunca aprendió a bajar la voz y a agachar la cabeza, lo que nunca fue Harlan. Harlan era el único que he conocido que tenía tantos enemigos que llegaron a formar un club, llamado… por supuesto… los Enemigos de Ellison. Pero tenía muchos más amigos que enemigos, como se desprende de todos los sinceros elogios que aparecen en Internet. Era un luchador, y los luchadores siempre tienen enemigos. Luchó contra la censura con las antologías Dangerous Visions. Luchó por la igualdad racial, marchando con King en Selma. Luchó por los derechos de la mujer. Luchó contra los editores, defendiendo el derecho de los escritores a controlar su propio material y a recibir una compensación justa por ello.
Lo que se extrae de estos dos comentarios es que Ellison era un escritor sumamente controvertido, polarizado, repulsivo y, a su vez, un maestro fabulador y defensor de los principios humanos y del arte de escribir. En defintivia, Harlan Ellison, autor de relatos emblemáticos como ¡Arrepiéntete Arlequín!, dijo el señor Tic-tac, No tengo boca y debo gritar, o Los desechados era, en verdad, un arlequín, un showman dentro del fandom de la época y un genio repulsivo.
Si se profundiza brevemente en su vida, tras su expulsión de la Universidad Estatal de Ohio a mediados de los años cincuenta y su traslado a Nueva York, Ellison se centró en el mundo de las bandas callejeras y la descripción de la realidad voraz, lo que derivó en la novela Rumble (1958) o en el volumen Gentleman Junkie and Other Stories (1961). Posteriormente, en 1962, se desplazó a Hollywood (Los Ángeles) gracias a la venta de su antología Ellison Wonderland al editor Gerry Gross en 1961. ¿Cuál era el objetivo de Ellison con esto? Poder vender sus ideas, en forma de guion, a diferentes estudios y programas, véase Route 66, The Alfred Hitchcock Hour o The Outer Limits. Con el tiempo, Ellison llegó a consolidarse como un escritor hollywoodiense, lo que le abrió las puertas en muchos sectores.
LA CIUDAD AL BORDE DE LA ETERNIDAD: UNA APROXIMACIÓN
Pero, con respecto al tema que nos ocupa, en el año 1966 el productor estadounidense Gene Roddenberry mostró dos episodios pilotos de una de sus series más aclamadas, Star Trek, en la 24º Convención Mundial de Ciencia ficción. Ese sería el atisbo de la primera temporada de esta serie de ficción especulativa a la cual llegaría a contribuir Harlan Ellison. Dicho aporte fue titulado La ciudad al borde de la eternidad, emitiéndose en 1967. Pese a ser uno de los episodios más aclamados por los espectadores y apasionados del género fantástico (llegando a obtener el premio Hugo y el premio WGA a mejor guión), la propuesta original fue reescrita en repetidas ocasiones antes de la producción del episodio, ya que se alejaba del espíritu de Star Trek. No saldría la versión original del guion hasta 1995 y, más adelante, Scott y David Tippon fueron los responsables de la adaptación del guion ideado por Ellison en un cómic único y singular, editado en España gracias a la editorial Drakul.
En su ensayo Danza macabra (Valdemar, 2006), Stephen King define a Ellison como un gran constructor de fábulas, hecho que se reafirma en este trabajo. Con La ciudad al borde de la eternidad Ellison traslada a parte de la tripulación de la Enterprise a los años 30 estadounidenses, con la finalidad de proyectar una radiografía social de la época que vivió, y mostrando como los ojos ajenos de Kirk y Spock intentan comprender dicha situación sociopolítica, mientras desarrollan su misión de reconducir su línea del tiempo, debido a fluctuaciones generadas por un miembro de la Enterprise disidente (Beckwight). En esta epopeya espacio-temporal, se plantean múltiples reflexiones metafísicas sobre que es el ser humano, los límites de la moralidad y la importancia o no de un bien mayor.
Pero, ante todo, La ciudad al borde de la eternidad (dividida en cinco números, con portadas de Juan Ortiz) es una historia de un amor imposible, un amor por el que se ha llegado a ofrecer un universo entero pero, que si se perpetúa, será el fin del tiempo conocido para la tripulación de la Enterprise. Todo esto es proyectado de forma magistral en las viñetas, con unos diálogos rápidos pero contundentes entre los personajes. La labor de guion de los Tippon es destacable, configura una historia dinámica, que funciona adecuadamente como historia de Star Trek y, lo más importante, como narración de ciencia ficción, manteniendo la esencia de la narrativa que caracteriza a Ellison.
Por su parte, todas aquellas ideas iniciales de Ellison (como el tráfico de drogas entre tripulantes de la Flota Estelar) son expuestas de una forma bellamente artística y fluida por el magnífico trabajo de J.K. Woodward, el cual sobresale en la parte gráfica a través de un dibujo a lápices y acuarelas con una amplia carga moral y emocional que, como el propio Ellison indica, es el dibujante idóneo para la adaptación de La ciudad al borde de la eternidad. Su estilo (el cual ya se pudo degustar en obras como El ángel caído, de Peter David) permite dinamizar múltiples secuencias de la historia, sin necesidad de texto o diálogo que escenifique lo que el lector está contemplando. Los planos, gestos y tonalidades que plantea Woodward configura una potente atmósfera que se explica por sí sola, sin elementos forzados en la composición.
Con algún que otro aporte a cuenta personal del dibujante, aparte de algunos homenajes literarios que hace a Ellison y a su narrativa, en esta edición de La ciudad al borde de la eternidad Woodward aporta unas notas finales de su proceso creativo, junto con anotaciones del guionista Scott Tippon. Además, la edición de la editorial Drakul cuenta también con un prólogo y postfacio del propio Harlan Ellison, junto con un texto del editor Chris Ryall en el que explica las vueltas que dio este cómic hasta ver la luz el proyecto dentro de las entrañas de IDW Publishing.
Así pues, La ciudad al borde de la eternidad es un claro ejemplo de una metaliteratura apabullante y magistral. Una historia con múltiples tópicos y subcontextos que beben del sentido de la maravilla trekkie, configurando un espectáculo narrativo apasionante, gracias a un bien formado equipo creativo, lo que funciona también como un tributo a la brillantez narrativa del Ellison de los años sesenta. En definitiva, no os perdáis esta obra editada por Drakul: derrocha sentido de la maravilla y cariño por lo poético y artístico.