Los superhéroes más gamberros de la televisión regresan a la pequeña pantalla en la segunda temporada de The Boys. Esta vez con más dudas que aciertos y un rumbo tambaleante que esperemos que se corrija en la tercera temporada, ya anunciada.
La primera temporada, con sus luces y sombras, hacía toda la justicia que se le puede hacer a un cómic como The Boys. La violencia desmesurada de sus viñetas es irrepresentable en pantalla; el humor negro y la crítica sin edulcorantes son demasiado atrevidos para una producción de Amazon Studios; y el desarrollo de los personajes y el trasfondo de la historia no pueden cuidarse de igual manera en un cómic largo y lento que en una serie entregada únicamente al espectáculo.
Igual que The Witcher, la segunda temporada de The Boys tiene buenas ideas mal ejecutadas. Quiere alejarse de su obra original, que no es algo negativo en sí mismo, pero fracasa al hacerlo. Funciona cuando parodia al género de los superhéroes y el mundo de las estrellas, y se desinfla en los diálogos y en la construcción de las tramas y los personajes.
LO MEJOR DE THE BOYS: LA PARODIA Y LOS VILLANOS
Patriota y Stormfront son los personajes más carismáticos de la serie —también los más despiadados— y sobre ellos recae el peso de la parodia de los superhéroes. La manipulación a través de las redes sociales, la doble cara de los personajes públicos —las entrevistas orquestadas frente a los momentos fuera de cámara— y la imaginativa representación de la figura del superhéroe como un icono en la era de las redes sociales componen el mayor acierto de la serie.
También funciona la crítica a los enriquecidos gurúes de la autoayuda y su séquito de fieles seguidores, parodiados en las tramas de A-Tren y Profundo. Sin embargo, la poca cohesión entre tramas y personajes entorpece la serie cada vez que Patriota o Stormfront salen de escena. Los protagonistas no están a la altura de sus antagonistas.
LO PEOR DE THE BOYS: EL GUION Y LA NARRATIVA
Quizá ése sea el mayor problema de la segunda temporada de The Boys. La falta de planificación se traduce en una serie de episodios sin rumbo fijo, llenos de tramas secundarias inacabadas o innecesarias.
Carnicero, demasiado desdibujado frente a su homónimo en el cómic, evidencia las flaquezas que se entreveían en la primera temporada. La impulsividad y la falta de creatividad no parecen coherentes en el líder de un grupo que combate a las personas más poderosas de la Tierra.
Tampoco parece coherente este mismo grupo, que da nombre a la serie. Los chicos de The Boys tienen menos recursos aún que en la primera temporada para enfrentarse a los superhéroes. ¿Por qué la CIA los eligió a ellos? No son más fuertes, ni más rápidos, ni más inteligentes. ¿Cómo pueden llevar años combatiendo a Vaugth y sus súpers? Ni siquiera tienen la astucia necesaria para plantarles cara.
Estos agujeros de guion empeoran una serie que, de haber mejorado lo visto en su primera temporada, podría haber apuntado a lo más alto. Este tipo de fallos y las conveniencias de guion abundan demasiado. Los personajes que aparecen en el momento y lugar oportunos sin razón alguna para ayudar a los protagonistas, los chicos de The Boys paseando armados por las calles a pesar de ser los más buscados de la ciudad, los diálogos vacíos, las relaciones pobres entre personajes, los recintos en principio inexpugnables que carecen de cualquier tipo de seguridad…
Ni siquiera las escenas de acción ayudan a contrarrestar estos problemas. Los poderes de los superhéroes son ambiguos —indestructibles según convenga— y la violencia exagerada que tan bien luce en el cómic aquí se vuelve demasiado aparatosa.
SEGUNDA TEMPORADA DE THE BOYS: CONCLUSIONES
The Boys se aleja aún más de los cómics en esta segunda temporada y se queda sin ideas. Los agujeros de guion, los deus ex machina y los personajes y diálogos vacíos dejan una segunda temporada muy floja en comparación con su predecesora y aún más floja en comparación con la obra original.