Robert Shearman es un escritor británico conocido especialmente por sus relatos y antologías. Pero eso sería faltar a parte de la verdad. Sus finas ideas y su humor negro también lo hacen ser un escritor distinto a la mayoría.
En España lo hemos podido comprobar en varias ocasiones gracias a la revista SuperSonic y la web Cuentos para Algernon. Hace unos años, además, la extinta editorial Fata Libelli publicó una selección de relatos de Robert hasta que, llegados a 2020, hemos leído traducida Canciones de amor para tímidos y cínicos gracias a La Máquina que hace Ping!. Una antología ganadora del BSFA en 2010, nada menos.
Robert Shearman es ganador del Premio Mundial de Fantasía gracias a su colección de relatos Tiny Deaths, que llegará en castellano en 2021. Por todo esto, además de su trabajo en Doctor Who y su majestuosa antología publicada en inglés recientemente, nos pusimos en contacto con Robert. Una entrevista personal y profunda que merece ser leída con atención.

Robert Shearman.
¿Es Robert Shearman una persona tímida o cínica?
Espero no ser un cínico. Quizá lo sea un poco, realmente. En realidad soy un romántico, me enamoro rápidamente de las personas, de la gente, hago amigos rápido y enseguida hago que sean parte de mi vida aunque, como la vida misma, todo tiene momentos mejores y otros más fríos.
Al final esto tiene que ver mucho con toda la pandemia que vivimos. Siempre había asumido que era algo tímido con respecto a la gente. Crecí con una tartamudez que me hacía sentir muy nervioso cuando hablaba con la gente. Pero de lo que me di cuenta con el confinamiento es cuánto necesito estar rodeado de gente todo el tiempo. Solía ver estas películas de guerra donde torturaban a los prisioneros teniéndoles aislados durante veinticuatro horas y siempre pensaba que era muy sencillo de superar. Y me he dado cuenta que creo que soy algún tipo de tímido extrovertido. Un tímido que necesita desesperadamente estar rodeado de gente. Y me encanta la gente.
Creo que mi problema es que soy un escritor algo cínico. Lo que causó problemas en anteriores relaciones que tuve es que puedo romantizar todo lo que hago, pero el escritor que llevo dentro le añade el toque cínico que lo cambia todo. He disfrutado mucho de las citas y las situaciones que he vivido pero cuando llego al momento de escribir sobre ello se convierte en algo grosero porque, incluso habiendo pasado un rato agradable, siempre me quedo pensando en qué pasaría si la persona no quería realmente decir lo que ha dicho. Incluyéndome a mí mismo.
Cuando la gente me ha regalado cosas magníficas una parte de mí siempre piensa “¿y si ahora les estuviera haciendo un desprecio?”. Esa es la parte complicada: no creo que sea un cínico pero el escritor que llevo dentro sí lo es.
Canciones de amor para tímidos y cínicos ha sido publicado en castellano recientemente por parte de la editorial La Máquina que hace Ping. ¿Qué fue primero, los relatos o la idea de escribir una antología con el amor como tema central?
Tuve el título desde el principio en mi cabeza. Escribí un par de años antes una colección llamada Tiny Deaths y nunca pensé que escribiría una colección de historias cortas. Pero escribí este libro porque se me dio la oportunidad y pensé que escribir historias sobre el concepto de la muerte era un buen tema. Cuando gané el Premio Mundial de Fantasía estaba encantado y pensé en hacer algo parecido con el amor. Pensé el título y luego estuve seis meses escribiendo historias que encajaran con el título que había pensado. Por tanto, cada historia del libro siempre fue pensada como una canción de amor.
LA VISIÓN IDÍLICA DEL AMOR DE ROBERT SHEARMAN
¿Cuál sería tu visión idílica del amor de todas las que están incluidas en este libro?
Todas son desagradables de alguna manera. Hay una historia sobre una relación anterior que tuve donde mi pareja se causaba daño físico real cuando yo era feliz. Es una historia sobre salir con alguien que es alérgico a tu propia felicidad, que es una cosa horrible.
Hay una historia al principio, Amor entre Lobelias que es sobre el diablo mismo escribiendo novelas de ficción románticas. Eso está mejor. Me gustaba la idea de escribir simplemente una historia divertida sobre gente yendo al infierno por haber leído estas novelas, algo que no me molestaba mucho dado que yo ya tenía mis historias publicadas.
Son historias algo frías en cierta manera. Algunas son más cercanas a la vida real que otras. Hay otra historia sobre mí yendo a una ceremonia de entrega de premios, lo cual fue cierto, fui a esa ceremonia. Algunas de esas cosas que se explican sucedieron de verdad. Pero incluso ahí retorcí y exageré un poco la historia.
Todas ellas son tremendamente románticas de alguna manera. Creo que no estoy tan lejano de la historia en la que sale un cerdo que compone la primera historia de amor del mundo para Eva en el Jardín del Edén y resulta asesinado a cambio. Volviendo atrás en el tiempo, al colegio, cuando empecé a relacionarme con gente en la universidad, me reconozco en esa persona que intentó conseguir su objetivo. Y fallando estrepitosamente, al final.
En una de las historias del libro haces desaparecer un país entero de la faz de la Tierra. ¿Por qué Luxemburgo?
Fue divertida de escribir. La manera en la que escribí esta historia es que me vino una idea a la cabeza sobre qué pasaría si una mañana ves en las noticias que un país por completo se ha desvanecido. Y que a nadie le importase. Eso me hacía gracia. Que ni siquiera fuera una de las grandes noticias del informativo.
La historia trata sobre cómo una mujer cuyo marido estaba en Luxemburgo en un viaje de negocios tiene que lidiar con la idea de si debe de guardar luto o no. Es lo que intento hacer con mis historias. Me vienen estas ideas aparentemente estúpidas, a veces muy estúpidas, sobre las que no escribo hasta que me viene una conexión emocional personal que permita mostrar estos sentimientos de amor, tristeza, soledad o desesperación.
Por lo que Luxemburgo es realmente una historia sobre si alguien puede sentir tristeza cuando es abandonado. Pero también sobre un país europeo al completo desvaneciéndose. Muchos años antes del Brexit, dicho sea de paso.
Ahora que mencionas el Brexit, ¿Será Reino Unido el próximo Luxemburgo que se desvanecerá de la faz de Europa?
Prácticamente seguro. Creo que el Brexit es una cosa repugnante. Me desespera que un país que ha pasado estos últimos años dando vueltas y más vueltas sobre un referéndum que nos aparta de toda una cultura y su financiación. Pero también el hecho de que formábamos en una comunidad en Europa donde, por primera vez en la historia, nos habíamos convertido en algo realmente fuerte.
La idea de que nos vamos a alejar de ello sin ninguna razón, con todas las desventajas que ello conlleva me da mucha pena. No existe una sola ventaja de irnos de Europa, más allá de que “no, no queremos ser parte de Europa porque somos estúpidos y xenófobos para juntarnos con el resto de países”.
Canciones de amor para tímidos y cínicos fue escrito originalmente en 2009. Nunca pensé que durante mi vida dejaría de ser parte de Europa. Cuando crecí de pequeño me enamoré de la idea de ser parte de Europa. Mi padre, por su trabajo, me llevaba consigo durante largos viajes en coche a través del continente ya que íbamos a supermercados europeos por razones que no merece la pena comentar ahora. En estos supermercados, cuando entraba en la zona de libros, intentaba leer los cómics de Astérix en francés o alemán, y me encantaba la idea de poder conocer diversas lenguas. Es por esto que cuando fui al colegio me convertí en una especie de mal traductor de francés e italiano. Porque me encanta la idea de mezclar estas culturas y lo que pudiera salir de ahí.
Me encanta la literatura europea y me molesta que mi capacidad con los lenguajes sea tan pobre. Me molesta saber que hay libros excelentes ahí afuera que no puedo leer dado que no están traducidos.
Ser parte de Europa te da la oportunidad de aprender, compartir y disfrutar. Me desconcierta lo que Reino Unido está haciendo y no creo que jamás vaya a perdonar a la gente que nos ha llevado a este punto.
Precisamente con ese crisol de culturas que comentas, una de las grandes noticias del mercado literario a nivel mundial es la publicación al fin de numerosos nombres provenientes de África, Asia y otras muchas regiones y culturas.
Es maravilloso. Comentaba que solía pasar largos periodos de tiempo viajando por Europa, entrando en tiendas de libros, viendo esas portadas y deseando que algún día se tradujesen y pudiera leerlo. Podías ver lo interesantes que podrían resultar solo traduciendo parte de la sinopsis que venía detrás del libro. Y me molestaba no poder leerlos.
Estamos viendo cómo esas fronteras se están derribando. Lo vemos incluso en la televisión británica donde, ahora que estamos abrazando al Brexit, cada vez hay más y más programas traducidos, más de los que ha habido nunca. Lo que es genial. A mis padres no les hubiera gustado la idea de ver algo en televisión con subtítulos, porque no estamos habituados a ello, solo a las producciones norteamericanas y de Hollywood. La idea de poder llegar a ver una película extranjera era algo imposible.
Se está creando entretenimiento de calidad en todos los países donde cualquiera puede coger una cámara o escribir un libro. Es maravilloso pensar que algo que creé en inglés es ahora disfrutado por un país completamente distinto. Eso significa mucho para mí, es difícil de cuantificar.
SALUD, DINERO Y ¿AMOR?
Hay un dicho que afirma que las tres cosas más importantes en la vida son la salud, el dinero y el amor. Con el amor cubierto ¿hay algún otro tema del que sientes que tendrías material para poder hacer otra antología similar?
Mi primer libro estuvo dedicado a la muerte. El segundo al amor y el tercero a la memoria ya que mi madre estaba sufriendo de Alzheimer y era un tema que me afectaba directamente. El cuarto, que es un volumen gigantesco, se centra en el concepto del contador de historias y cómo estas se relacionan. Según voy escribiendo libros parece que van siendo menos simples en cuanto al concepto central. También quizá esa sea la causa por la que son más y más largos al mismo tiempo.
No creo que pueda escribir un libro sobre el dinero. Nunca he tenido mucho dinero. Precisamente porque escribo historias cortas. Es terrible en realidad. Crecí queriendo escribir y, aunque en algún momento he escrito para televisión, que es donde hay más dinero, al final mi instinto me termina llevando de vuelta adonde no está el dinero. Porque es mucho más divertido. Cada vez que alguien me sugiere un trabajo que puede generar algo de dinero pienso que estaría mejor escribir una antología de historias cortas. Como la última colección publicada en tres libros, la antología más larga jamás publicada. Diez años de trabajo.
No solo por esta antología pero ¿de dónde demonios saca Robert Shearman todas esas ideas tan estrafalarias para sus cuentos?
¡No lo sé! Creo que todos tenemos estas ideas en algún momento. He tratado con niños. Cuando escribí para Doctor Who iba a colegios a hablar con niños y ellos tienen ideas locas. Cuando yo estaba en el colegio y leía aquellas historias para niños eran historias realmente raras y, según crecemos, los adultos nos van diciendo que dejemos de ser tontos y la mayoría de nosotros los escuchamos. Lo que es una pena. Creo que eso hace que nuestra imaginación se bloquee de alguna manera.
Cada día, cuando estoy andando, las ideas me vienen a la mente. De la misma manera que seguro se le vienen a la mayoría de la gente. Pero mientras que a ellos su cerebro les dice que deseche esas ideas por estúpidas, mi cerebro las asimila. Cuando voy a dar largos paseos con los auriculares puestos y me viene alguna idea aparentemente estúpida, como puede ser que Luxemburgo desaparezca de la faz de la Tierra, mi cerebro crea una historia alrededor de ello. En vez de pensar que es una pérdida de tiempo para mí eso se convierte en mi trabajo.
Hay una historia que ha aparecido en mi último libro que estuvo rondando en mi cabeza durante todo un año. Es sobre la idea de que la gente construyese rascacielos en Nueva York descubriendo que la mejor manera de hacerlo es empezando desde arriba. Por lo que todo empezaba con unas escaleras gigantescas y estas personas colocando un primer ladrillo en todo lo alto. Estaban emocionados con ellos porque además esto significaba que al terminar el edificio lo harían abajo donde todo el mundo podría ir a verlo terminarse.
Tuve esta idea durante un año. Es una idea estúpida. Pero después me di cuenta que en realidad era una historia sobre Estados Unidos, el 11-S, de un hombre cuyo hijo estaba creciendo con problemas, discapacitado, y del amor que puedes sentir cuando tu hijo no es considerado normal. Finalmente se convirtió en una obra muy emocional. Y todo desde aquella idea que me surgió mientras daba un paseo en el parque.
Esa es la idea. Creo que es toda una habilidad que comparto con otros escritores. En vez de rechazar estas ideas busco darles otra vuelta. Creo que ese es mi trabajo: recopilar ideas tontas que algunas de ellas nunca serán usadas. Pero en algunas de ellas ves el potencial y tú mismo te llevas una sorpresa. Creo que si puedo encontrar un camino emocional a una idea estúpida entonces merece ser escrita.
Hablando del 11-S me surge la duda de si has tenido algún problema en cuanto a límites o barreras a la hora de tratar temas que pueda ser considerado delicado. ¿Cuál es el límite del humor para Robert Shearman?
Es complicado. Esta historia sobre el once de septiembre que aparece en mi tercer libro es una historia sobre qué pasaría si las torres gemelas volvieran a aparecer cada pocos días. Y después desaparecen de nuevo. Y como resultado de esto, la gente empieza a hacer cola para subir a las torres porque quieren ser unos patriotas y convertirse en víctimas del once de septiembre. Es una historia algo enferma sobre la idea de que Estados Unidos no es capaz de avanzar de aquel suceso. Me surgió esta idea, pero no quería hacer chistes sobre el luto de la gente que allí murió, así que encontré una manera de escribir sobre ello.
Ahora mismo tengo una idea en la cabeza sobre la que me preocupa escribir, es un tema desagradable. Pasa lo mismo en mi nuevo libro, el cual se asemeja a una mazmorra enorme en la que debes llegar al final de ella, donde hay una historia bastante grosera. Pero te viene la idea y tu trabajo como escritor es ser capaz de desarrollarla sin necesidad de tener que justificarla después.
Entonces lo que pasa es que a veces te viene un chiste terrible a tu cabeza y te hace pensar que nunca serás capaz de escribir sobre ello. Y entonces empiezas a pensar en alguna razón que justifique contar ese chiste. Y una vez lo consigues no vas a poder evitar contarlo porque es mi trabajo como escritor. A comienzos de los noventa, cuando empecé a escribir, escribí una obra de teatro llamada Easy Laughter, una comedia navideña. En la historia no solo celebran el nacimiento de Jesús sino también el exterminio de judíos. Empiezan a quemar figuras de judíos y toda la celebración se basa en rituales antisemitas. Y aun es gracioso ver cómo cuanto más oscuro y terrorífico resulta, más cuesta hacer reír a la gente. Cuanto más pido a la gente que se ría, menos se ríen ellos. Se presentó en Nueva York hace un par de años y vimos cómo la audiencia se enfadaba entre sí misma porque algunas personas no entendían como otras podían encontrar estas situaciones graciosas.
Me gusta hacer esto. Me gusta la idea de que las historias deben ser atrevidas y poner al lector o espectador ante la pregunta de si debo de disfrutar lo que estoy leyendo o viendo. La idea de enganchar al lector ante una historia debe a veces también confrontarlo con ella y no siempre debe decir lo que aparentemente el escritor quiere decir.
Sería muy fácil escribir obras que intentaran que el lector se enfadara directamente con el escritor. Y que eso fuese la intención del escritor. Si yo quisiera escribir, que no creo que vaya hacerlo, una historia profundamente racista, provocando que todo el mundo se enfureciera con ello, eso probablemente sería bueno porque conseguiría la unidad ante la idea racista que estoy escribiendo. Y sin tener que decir que estoy de coña, es parte del fondo de la historia. Sería decir a la gente “vamos, reacciona, mira lo horrible que es todo esto”.
Algunas de las historias que he escrito están diseñadas para hacer pensar al lector si deberían llegar tan lejos como lo que están leyendo. Y esto es algo que el lector debe decidir. Escribí una historia para el nuevo libro llamada Baby Sick que es verdaderamente desagradable e incluso perdí a un agente por ello y mi editor estaba enfadado con ella. Mi mujer curiosamente no estaba tan molesta. Pero esto crea la pregunta sobre si esa historia debe estar en el libro o no. Y eso es interesante. Prefiero eso a la indiferencia. Debo decir que a mí también me molestan y me pongo en el lado del lector y hay alguna historia que puedo decir “por favor, no leas esto” ya que es algo terrible que tuve que escribir aunque no quisiera, debido a la estructura del libro. No tienes que leerlo porque sí, puedes evitarlo.
Pero al final muchas veces tienes que enfrentarte a este tipo de juego.
Has mencionado ya en varias ocasiones We All Hear Stories in the Dark, tu nueva antología en tres volúmenes cuya estructura y longitud están fuera de lo normal. Cuéntanos algo más sobre esta aventura.
Es una historia sobre un hombre que, para que su mujer regrese de la muerte, tiene que encerrarse en una habitación donde otra persona le va a leer las últimas 101 historias del mundo. Y cada una de estas termina con cinco preguntas sobre tu reacción hacia la historia. Y a partir de aquí tú mismo elaboras tu camino por el laberinto de historias del libro. Si puedes seguir hacia adelante en el laberinto, leyendo todas las historias, conseguirás que su mujer regrese de la muerte.
Parte de la gracia de todo esto es que matemáticamente es casi imposible que nadie lea el mismo libro que otra persona. Aparentemente son trillones de posibles combinaciones por lo que nadie leerá el mismo libro que tú has escogido leer. Y esto es divertido.
La idea también va sobre las historias que aceptas leer y cuáles rechazas. Son 101 historias en un libro donde quizá solo leas veinte en tu primera lectura. Y entonces lo lees de nuevo y escoges otros caminos de la mazmorra. También se puede ver como las historias cambian dependiendo del orden en el que las lees. Algunas historias son comedias que solo te harán reír si anteriormente has leído cierta historia que la convierte en graciosa. En otro orden quizá resulte una historia perturbadora.
La base de todo es cómo nuestras experiencias cambian la manera en la que nos enfrentamos a ellas. Esto pasa continuamente. Cuando estaba en la treintena leí Jane Eyre de Charlotte Brontë. No me gustó, pero mientras lo leía me daba cuenta de que si lo hubiera leído diez años antes me hubiera encantado. A día de hoy sigo siendo un fan de Astérix. Leí el nuevo cómic de Astérix y no me gustó, pero tengo cincuenta años. Si hubiera tenido catorce me hubiera encantado. Te das cuenta de lo importante de leer libros en una especie de orden equivocado y pensé que publicar un libro donde tendrías que encontrar el orden correcto de cara a disfrutarlo completamente sería un gran juego.
Pensé que sería una idea graciosa. Me llevó unos años completarlo, quizá unos diez. Todas las historias son de unas siete mil palabras de media. El libro completo son unas 700.000 palabras, es un volumen grande que ha tenido que ser editado en tres volúmenes. Es una cosa extraña de la que estoy muy orgulloso.
¿UNA ANTOLOGÍA DE ROBERT SHEARMAN DE 101 RELATOS Y 700.000 PALABRAS?
¿Cómo es el momento en que presentas esta idea tan loca a una editorial?
Fue extraño. Cuando tuve la idea hace unos años se lo comenté a algunas editoriales. Algunas grandes. Pero no entendían exactamente cuál era mi objetivo. Yo creo que pensaron que yo escribiría historias ultracortas, de unos pocos cientos de palabras. Les dije que no, que no era esa mi idea sino escribir historias largas. Y que serían 101. Les gustó la idea, pero no veían viabilidad económica. Fue difícil, porque tras unos años escribiendo me di cuenta que no tenía ni idea de quién lo iba a publicar. Aunque tampoco quería detenerme para no tirar por la borda todos esos años de trabajo.
Tuve un primer borrador hace unos dos o tres años. Lo leí al completo y pensé que el ochenta por ciento era buen material. Las otras veinte historias las rehice al completo, dado que no eran lo suficientemente buenas porque no encajaban bien en el laberinto que el libro planteaba. Esto me llevaría otros dos años, aproximadamente.
Y mientras tanto, encontré una editorial llamada PS Publishing que edita muchísimas obras en formato coleccionista y libros de arte. Lo hablé con ellos mientras cenábamos y creo que fueron las primeras personas que realmente entendieron el proyecto. Se metieron de lleno en ello. De hecho todas las historias están ilustradas.
Pensé que la idea del libro era como Las Mil y Una Noches, pero con 101 historias entre las que las habría graciosas, románticas, fantásticas, profundamente horribles, costumbristas, etc. Y no sabes hasta que las lees en qué se va a convertir cada una de ellas. Ha sido muy divertido de hacer.
Algo maravilloso es que ahora que el libro ya está disponible me llegan mensajes de lectores todos los días. Lectores que quieren compartir conmigo la experiencia de la lectura y dónde están en el laberinto. Esto es algo que nunca había experimentado. Normalmente escribes libros y la gente simplemente te dice que lo leyó y ya. Pero ahora tengo mensajes en Twitter y Facebook contándome cada uno su propia experiencia con el libro. Y ellos también saben que su historia es única, una historia que nadie ha leído antes. Eso resulta emocionante para ellos también.
Se trata de un libro único. No creo que vaya a hacer algo así nunca más. No es la mejor manera de escribir un libro, pero es del que más orgulloso estoy.
El haber escrito tantos géneros distintos para esta antología quizá te haya hecho despertar una curiosidad especial por algún género en concreto.
Mi próximo libro creo que será una novela. Lo cual ya es extraño de por sí. Pero es extraño también porque intenta explorar la historia del siglo XX a través de diferentes personajes ficticios de Walt Disney. Me gusta Disney. Quería escribir un personaje de Disney ruso, otro británico, uno norteamericano pero diferente, etc. Quería contar la historia de cómo la cultura norteamericana se ha adueñado de nuestras vidas pero de una manera distinta. Algo como de Disney pero sin ser el Disney que conocemos.
Una cosa que me molesta de las novelas históricas es que cuando sabes que algo no es verdad, la novela pierde todo el interés. Por eso en mi novela planteo desde el mismo inicio que Walt Disney naciese en Londres en 1901. Obviamente esto no es cierto, pero te da cierta libertad a la hora de escribir sobre un hombre que empieza a crear películas de Disney británicas y construye un Disneyland en algún lugar de Reino Unido. En Surrey, por ejemplo. Hasta cierto punto aun puedo ser fiel a los temas de las películas de Disney, pero en caso de que no lo sea aun puedo seguir hablando de ciertos temas sin tener que ceñirme a que lo contado sea ajustado a la realidad o no. Esto es interesante y es en lo que estoy metido en estos momentos.
Creo que esto surgió en parte de haber escrito todas estas historias cortas de una manera que no había hecho hasta ese momento.
¿Es esta la misma novela que comentaste en Celsius 232 en 2016 que estabas escribiendo?
En aquel momento estaba metido de lleno en We All Hear Stories in the Dark. En un momento en que el que casi había terminado mi primer borrador. Pensé que tendría la novela lista en los meses posteriores, pero la realidad es que me ha llevado unos cuantos años ya que tuve que reescribir parte de la antología. A veces las cosas llevan más tiempo de lo que pensaste en un inicio.
Cuando era joven pensaba que escribir era algo rápido de hacer. Ya no soy ese joven y creo que nunca habría escrito algo como We All Hear Stories in the Dark si no me hubiera tomado una década para hacerlo. En otro momento habría pensado que me llevaría tres o cuatro años. Pensaría que sería suficiente, que hay que seguir hacia adelante con otras cosas. Ha sido algo frustrante por la cantidad de palabras que he tenido que escribir. Ha sido duro.
¿Tienes alguna obsesión con los números? Me refiero a historias como Dígitos que pudimos leer en Cuentos para Algernon o algunas otras historias de tu carrera donde las cifras han tenido un protagonismo especial.
En Canciones de amor para tímidos y cínicos de hecho hay una historia sobre la existencia de un mecanismo para medir cuánto amas a alguien. Es algo divertido. Siempre he tenido un lado bizarro que ha estado interesando en los números. No estoy seguro de porqué lo hago pero cuando estoy en una habitación tiendo a contar cosas.
Cuando era un niño tendía a duplicar números en mi cabeza para concentrarme en lo que estaba viendo. Es algo que aun hago cuando voy al teatro o veo la televisión. Si no, la cabeza se me va a cualquier otra cosa. Por ejemplo, estoy viendo una película, pero en mi cabeza al mismo tiempo estoy duplicando el número 74, luego el 148, 296, etc. Y según voy haciendo eso me puedo concentrar más en lo que estoy viendo en la televisión. Si estoy en el teatro, por ejemplo, tiendo a contar cuanta gente hay en el escenario. “Mira, ahora hay catorce personas en el escenario. Cuidado, tres han salido, quedan once”. Siempre lo hago.
No sé por qué lo hago pero lo hago. Todos tenemos nuestras manías. Y en mi caso encuentro los números una cosa muy interesante. Y escribir un libro con 101 historias, donde en realidad hay más, ya que algunas están escondidas en el propio texto, es una locura.
Hay lectores que ven a Robert Shearman como un escritor con temáticas oscuras que trata temas algo crudos mientras que otros, incluido tú mismo, te ven como un escritor de humor. ¿Por qué crees que sucede esto?
Soy un escritor de humor. Creo que toda mi obra es divertida. No sé por qué pasa. Por mi pasado escribiendo comedia para teatro tengo un sentido del humor que hace que me guste aquello que la gente considera tenebroso. Muchas de las historias que he escrito pueden parecer algo tristes, aunque para mí empiezan como un chiste. A veces intento dejar la parte cómica fuera de la historia aunque la trama sea una mofa. Pero la realidad es que la mayoría de las veces me pregunto cuánto de lejos puedo llevar el humor en cada historia. Y en qué momento algo deja de ser gracioso. Esto es divertido en sí mismo.
Luxemburgo, la historia de la que hablábamos antes, es un buen ejemplo. Es básicamente un chiste. Pero a la vez trata uno de los temas más crudos de todas las historias del libro. No quiero hacer spoiler pero lo que se revela sobre el amor en las últimas páginas es algo desagradable.
Me gusta la idea de que el humor sea algo perturbador. Que sea algo polémico. Creo que la risa es nuestra manera de procesar momentos o situaciones complicadas. Eso es una buena razón para escribir comedia.
DOCTOR WHO: EL ÉXITO Y LA FRUSTRACIÓN
Llegados a este momento aún no hemos hablado de Doctor Who, que es quizá la obra por la que Robert Shearman es más conocido popularmente. ¿De qué manera sigues envuelto en las historias del Doctor?
El episodio que escribí se emitió por primera vez en 2005. Pero recientemente la he convertido en una novela para la BBC. Debería haber salido ya a la venta, pero con la pandemia se ha pospuesto. Obviamente es una parte importante de mi vida, aunque fue un trabajo muy breve. Fui seguidor de Doctor Who cuando era niño y cuando tenía 30 años hice seis episodios en audio en el momento en que la serie no se estaba emitiendo. Eran divertidos y algo oscuros.
Cuando la serie revivió en 2003 me preguntaron si quería ser uno de los escritores para los episodios de aquella primera temporada. Estaba en las nubes. Escribí un episodio. La serie aún sigue adelante, lleva 57 años emitiéndose. Es algo intimidatorio haber sido parte de ello y significa mucho para mí haber sido parte de su historia.
Al mismo tiempo es algo frustrante porque cualquier otra cosa que haga en mi carrera probablemente nunca será tan famosa como aquel episodio que escribí. Ese episodio ha sido visto por cien millones de personas en todo el mundo. Es un número extraordinario. Mientras tanto, el número de personas que leen mis historias escritas se pueden contar por miles. Y el día que muera probablemente habrá un Dalek en mi tumba y seguirá siendo igualmente frustrante.
Es extraño. Estoy orgulloso de ello porque probablemente nunca hubiera podido llegar a publicar mi primer libro sin tener ese trabajo en mi currículo. También me preocupa porque probablemente haya muchos lectores que lleguen a mis libros porque me conozcan de Doctor Who pensando que encontrarán algo parecido.
Como escritor de historias cortas, ¿Cuáles serían las mejores historias cortas que has leído jamás? ¿Cuáles serían esas historias que recomendarías sin ninguna duda a alguien que no está acostumbrado al formato? Digamos, por ejemplo, una tuya y otra escrita por otra persona.
Me enamoré de las historias cortas leyendo a un autor llamado Saki. Es un escritor británico aunque el nombre pueda parecer japonés. Murió en la primera guerra mundial y su obra es muy graciosa y al mismo tiempo algo triste. Lo leí cuando tenía quince años y de ahí pasé a leer la obra de Guy de Maupassant, un escritor francés del siglo XIX.
Hay una historia de Maupassant llamada El Horla que es absolutamente terrorífica. Maupassant escribía como si se estuviera volviendo loco y eso se muestra. Es notable. Otra historia de Saki llamada Tobermory así como Sredni Vashtar son magníficas. Estas son historias que sugeriría como buen ejemplo.
De mi propia cosecha hay una historia contenida en mi primer libro que es muy conocida, no lo discuto. Tiene bastante tiempo, se llama Damned if You Don’t. Creo que se publicará en español en los próximos meses. El protagonista es un hombre que es enviado al infierno y tiene que compartir habitación con el fantasma del perro que Adolf Hitler tenía como mascota durante su infancia. Ellos se convierten en amigos, incluso amantes. Es una comedia sobre este hombre y el perro que puede hablar. Es una historia de cómo llegado un momento llegamos a aceptar lo malo. Vista con el tiempo creo que es una historia muy graciosa. Pero al mismo tiempo es muy oscura y se adentra en terrenos muy tenebrosos.
De mi obra esta es la historia que la gente más suele recomendar.
Para cerrar la entrevista, siempre pregunto por alguna obra de cualquier formato que últimamente hayas disfrutado y que nos puedas recomendar.
Durante todos estos meses de pandemia he estado leyendo la obra completa de Snoopy y Carlitos de Charles M. Schulz. Schulz comenzó a escribir esta historia en 1950 y estuvo cincuenta años publicando una tira por día. Cuando lo lees como niño y como adulto descubres que en un catálogo sobre cómo un hombre lucha contra la depresión aplicando la filosofía para luchar contra esos sentimientos de frustración y depresión. Es extraordinario.
Hay una parte que va desde finales de los cincuenta hasta mediados los setenta que es una pieza magistral de literatura. Me ha acompañado durante la pandemia y ahora estoy en los noventa. Cada día leía unos tres meses de historias cuando me encontraba en la cama y es verdaderamente notable. Son 18000 tiras. Schulz siempre iba dos meses por delante de la publicación y cuando se publicó la última de ellas a principios de siglo, Charles murió justo el día después. Es la historia de una vida por lo que la recomiendo.
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