¿Quién es David Mancera Araujo y qué le hizo empezar a escribir?
Quizá las dos pasiones que mejor me definen, porque han estado ahí durante toda mi vida, son los viajes y la lectura. Como viajero y lector no es extraño acabar cayendo en esa otra locura. Esa que te permite crear tus propios mundos, dotar de alma a sus habitantes y narrar sus historias. El impulso había estado ahí desde siempre, aunque lo cierto es que de jovencito solo coqueteaba con él, sin terminar nunca nada. A finales de 2017 me propuse, como un reto personal, acabar al menos una historia, una que llevaba más de diez años en mi cabeza y con la que había emborronado unos cuantos cuadernos. Lo logré y no solo disfruté muchísimo el proceso, sino que tuve la suerte de verla publicada muy pronto. Desde entonces, además de seguir viajando y leyendo, no he dejado de escribir.
David Mancera Araujo
Tu relato publicado en Windumanoth, «El último olivo», sucede en mitad de un periplo espacial, cuando una bióloga conecta con el olivo que la nave transporta. ¿Cómo se te ocurrió la idea? ¿Qué buscabas transmitir?
Efectivamente, El último olivo está ambientado en un momento en que la humanidad se ve obligada a abandonar la Tierra, muy próxima a ser completamente inhabitable, a bordo de un buen puñado de naves generacionales, al más puro estilo de WALL•E.
La verdad es que no siempre tengo claro los temas de mis historias desde el comienzo, al menos no a un nivel consciente, porque sospecho que, en las ocasiones en que tardo un poco más en “verlos”, en realidad están igualmente ahí, quizás en un plano subconsciente, pero ya dibujados y bien definidos, tan solo esperando a captar mi atención. Y creo que, al final, cuando las historias están acabadas, esos temas sí quedan poderosamente definidos en ellas. El ecologismo es uno de los más recurrentes, y en este caso, si no recuerdo mal (escribí el relato hace algún tiempo), fue de esas ocasiones en las que el proceso narrativo me llevó de la mano hacia el tema.
Pero El último olivo es también una historia sobre la humildad. Tamara Castillo, la protagonista, lo descubre durante esa conexión que mencionas. Ese otro tema sí que estaba ahí desde el principio, porque la idea para este relato se me ocurrió precisamente junto al olivo de la historia, mientras lo miraba, acariciaba su corteza y reflexionaba sobre su origen y su destino. Recuerdo que estaba con mi pareja y se lo conté inmediatamente («¡se me acaba de ocurrir una idea para un relato!», una frase que me ha oído ya un buen montón de veces). Fue un momento de pura felicidad.
¿Esta ha sido tu primera incursión en la literatura de género? ¿Es una excepción en tu carrera o tienes planes de seguir escribiendo fantasía, ci-fi o terror?
No, en absoluto. De hecho, prácticamente todo lo que he escrito hasta ahora es literatura de género. Especialmente ciencia ficción y fantasía. Y todas las ideas que tengo anotadas sobre tramas, ambientaciones o personajes para nuevos relatos u obras más largas son igualmente de género. ¡La cabra seguirá tirando al monte!
¿Qué otras obras tuyas podemos encontrar en el mercado? ¿Y en proyecto?
«El último olivo» es el segundo relato que me publica Windumanoth: el primero, titulado «El niño sin sombra», se puede leer en el número 9.
Ediciones Dorna, editorial por la que siento un especial cariño, publicó mi novela corta Los colores del acero en la primavera del 2019. También tuve la fortuna de que seleccionaran relatos míos en sus cuatro primeras antologías (¡en la quinta no pudo ser! ).
Uno de mis relatos, Las tres pruebas (quizá mi preferido, porque es el que más trabajo me costó escribir), quedó finalista del Domingo Santos en 2021. Y posteriormente fue seleccionado para el Patreon de El Transbordador. Además tuve el honor de que su versión en inglés, una magnífica traducción de la genial Monica Louzon, inaugurase el proyecto Futura House (futurahouse.org), que colideran Nelly Geraldine, Cristina Jurado e Inés Galiano.
Y con otro relato, La séptima hermana, me colé en el Visiones del 22.
Por último, no puedo dejar de mencionar mi novela La canción de arena, publicada por Obscura hace solo tres meses. Gracias a ella he desbloqueado un buen montón de “logros de escritor”, como firmar en Sant Jordi y en la FLM. (Y muy pronto, ¡también en el Celsius!).
En cuanto a mis proyectos actuales, me lo estoy pasando en grande escribiendo a cuatro manos con mi amiga Isa Aguilar. Estamos desarrollando una historia tan oscura como llena de humor, a medio camino entre Constantine, Hell Boy y Expediente Warren, con una elfa de Alfheim y una monja cazademonios (y licántropa) como protas.
Además de escritor eres ingeniero ¿Qué peso tiene esta formación en las obras que escribes?
Muchísimo. Incluso cuando estoy escribiendo fantasía y, en teoría, podría apoyarme en el clásico “lo hizo un mago”, necesito tener claro en mi cabeza cómo funciona todo por debajo. Por ejemplo, la idea sobre cómo se mueven los buques serpentinos en el mar de arena de La canción de arena. Esta se me ocurrió viendo un vídeo de otro ingeniero, Mark Robber, y reflexionando sobre el modo en que hemos copiado en tantas ocasiones esa fábrica de ideas que es la naturaleza para resolver toda clase de problemas y diseñar todo tipo de ingenios.
¿Nos recomiendas un libro de género?
¡Claro! Uno de los últimos que he leído, de la maravillosa Becky Chambers, publicado hace nada por las también maravillosas Mai Més y Crononauta en catalán y castellano, respectivamente: Para aprender, si la suerte nos sonríe. Si os gustaron las dos novelas cortas de Monje y robot, con este vais a gozar de lo lindo.
Si disfrutas de Windumanoth, te invitamos a valorar el apoyarnos en Patreon, puedes hacerlo desde tan solo 1 € al mes. Echa un vistazo a nuestras recompensas y considera unirte al grupo de amigos que hacen posible que este proyecto exista.
