Ayer despedíamos la jornada con una trágica noticia. Ursula K. Le Guin, una de las grandes figuras de la literatura, nos dejaba a los 88 años de edad tras una vida dedicada a las letras.
Nos hemos quedado huérfanos de una madre maravillosa. Referente para muchos de los que hoy en día leen o escriben. Le Guin fue, hasta su último aliento, una activista incansable que revolucionó el panorama de la literatura fantástica, sirviendo de inspiración para no pocas obras largamente reconocidas hoy día, que utilizó sin temor las posibilidades de la ciencia ficción para enfrentarnos a las contradicciones de este mundo. Que nos puso, por decirlo más claramente, frente a frente con la naturaleza humana y nos hizo reflexionar sobre las limitaciones de la misma. Y también sobre sus grandezas.
Durante más de cincuenta años trabajó incansablemente por hacer llegar su mensaje al mundo a través de novelas, relatos y ensayos. Para adultos, para niños. La voz de Le Guin era y es universal, pues ella escribía para la Humanidad y por ello sus obras fueron galardonadas con decenas de premios, incluyendo el Hugo, el Nébula y el World Fantasy Award entre muchos otros. Y hoy, tras tantas décadas de abnegado esfuerzo, debemos decirle adiós.
Lloraremos su pérdida, pues ahora que no está el mundo se nos antoja más sombrío. Pero también de las sombras nace la luz. Y esa luz es el inmortal legado que nos deja: sus obras. Mundos originales en los que sumergirse.
Por eso, a pesar de la tristeza que ahora nos embarga, invitaría a todo aquel que sienta el deseo en su corazón a navegar las aguas de Terramar, a perderse en los parajes helados de Invierno y a descubrir que el nombre del mundo es Bosque.
A fin de cuentas, no hay mejor forma para rendir homenaje a la gran persona y escritora que fue Ursula K. Le Guin que leyendo su obra y disfrutándola.