Reseña: Libélula

by Esteban Bentancour
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LibélulaTítulo de la obra: Libélula
Autor:
Laura P. Larraya
Editorial:
Apache libros
Año de edición:
2024
Extensión:
270 páginas
Encuadernación:
Tapa blanda
PVP: 20,50€ (papel)


Hace unos diez años leí una novela policial que me sorprendió desde la sinopsis. Se titulaba Ojos violeta, de Stephen Woodworth, y venía avalada por Rodrigo Fresán, que la había incluido en la colección Roja y Negra (por entonces a su cargo) poco después de haber seleccionado El poder del perro, de Don Winslow.

La novela relataba la habitual búsqueda de un asesino en serie, pero agregaba un elemento innovador. La protagonista, Natalie Lindstrom, era una «violeta»: una humana que, además de tener los ojos de ese color, poseía la capacidad de hablar con los muertos. Literalmente. El cambio social que implicaba saberlo construía el contexto en el que se desarrollaba la historia. Pero lo que más me gustó de la novela fue que la capacidad de Natalie era un elemento más en la investigación. El autor no la usaba de excusa para evadir los detalles del proceso.

Tras aquel libro y sus continuaciones (Manos rojas y Sangre Dorada) no había vuelto a leer un thriller policial con elementos sobrenaturales. (Leí Todo lo que muere, la primera novela de la serie Charlie Parker, de John Connolly, en la que aún no aparecen ese tipo de elementos; y no he leído ninguna de la serie del comisario Adamsberg, de Fred Vargas, que al parecer también los tiene). Por lo tanto, cuando supe que la nueva novela de Laura P. Larraya transitaba esos senderos, supe que me iba a interesar.

Olivia Esparza, la protagonista de Libélula, posee un don especial: puede ver el aura de las personas. Además del color, es capaz de percibir sus variaciones, lo que le permite, entre otras cosas, saber cuándo alguien miente. Esa capacidad, sumada a sus dotes deductivas, la convierten en una excelente inspectora de policía. Un rol que deberá poner a prueba cuando se enfrente a un asesino en serie.

Tras leer la Libélula, lo primero que debo decir es que nada tiene que envidiarle a Ojos violeta. Me gustó tanto el desarrollo de la historia, sus personajes me resultaron tan verosímiles y la introducción de lo sobrenatural tan convincente que espero con ganas el siguiente caso de la inspectora Esparza.

Pero vayamos por partes. Analicemos (sin hacer spoilers) los distintos elementos que la convierten en un magnífico thriller.

EL DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN EN LIBÉLULA

Si bien la capacidad de la protagonista de percibir el aura ayuda al desarrollo de la historia (e incluso la orienta en ciertos momentos), Larraya, al igual que Woodworth, no la emplea de pretexto para facilitar el avance de la investigación.

En otras palabras, la claridad con la que los personajes van enhebrando las pistas (desde el descubrimiento del primer cadáver hasta la identificación del asesino) refuerza la credibilidad del proceso. Incluso la intuición de Esparza, al conocer a cierto personaje, no se convertirá en certeza a efectos de la trama hasta que las pruebas del caso la conduzcan allí.

Si a eso le sumamos que la acción se nos presenta en capítulos cortos (con estructura de escena cinematográfica) el resultado es un libro que se lee en un suspiro.

LOS PERSONAJES

Larraya consigue que todos los personajes de Libélula (tanto los principales como los secundarios) nos resulten verosímiles. Es muy hábil a la hora de elegir los trazos que definen sus personalidades y de mostrarnos sus contradicciones.

Como esto es solo una reseña, no ahondaré en cada uno de ellos, pero no me resisto a hablar al menos de Agustín Camacho, el compañero de investigación de Esparza. Un personaje tan entrañable como casposo, tan empático como anacrónico. En otras palabras, un extraño contraste que, precisamente por eso, rezuma humanidad.

Larraya consigue que empaticemos con él (al menos, en parte), al tiempo que aprovecha sus comentarios para exponer, con elegancia y contundencia, el machismo que sigue imperando en nuestra sociedad.

Laura P. Larraya

OLIVIA ESPARZA, LA PROTAGONISTA DE LIBÉLULA

En mi opinión, el mayor hallazgo de Libélula es su protagonista.

Desde la sinopsis sabemos que Esparza es especial. (Y ella lo descubre en su niñez, en la magnífica escena del prólogo). A eso hay que agregar que es una excelente inspectora: en la escena que nos la presenta de adulta está recibiendo una condecoración.

Sin embargo, Olivia Esparza no es antisocial, ni alcohólica, ni está devastada por un trauma insalvable. En otras palabras: no la aqueja ninguno de los topicazos que la ficción tiende a asociar a los policías geniales.

La inspectora Esparza es brillante y posee un don único, pero en su día a día es una persona como la mayoría de nosotros: alguien que sonríe siempre que puede; que, aunque a veces se enfade, por lo general intenta mediar entre sus compañeros; que en muchos casos no tiene claras sus emociones, pero que hace lo posible por no dañar a los demás; que acepta ayuda cuando se la brindan.

Las crisis personales con las que debe lidiar carecen de grandilocuencia… por más que le supongan un cambio de vida. Son cosas que podrían pasarle a cualquiera y que no por ello dejan de ser trágicas, ni de aportar un magnífico contrapunto dramático a la investigación policial.

Y lo mejor es que Larraya consigue manejar todos esos frentes, exponerlos de forma creíble, en una novela de menos de trescientas páginas. ¿Cómo lo hace? Ciñéndose a la vieja regla de mostrar en lugar de decir. A Olivia Esparza la conocemos por lo que hace y dice, por el modo en que reacciona a los contratiempos y alegrías, por la forma en que se vincula con los demás. No le hacen falta soliloquios para mostrarnos sus contradicciones, sus dudas, su personalidad.

REDES SOCIALES

Mención aparte merece el manejo de las redes sociales en la estructura de la novela.

El título de cada capítulo es un post de una red social (X, probablemente) emitido por Olivia Esparza o por otros usuarios. Además de ser un encabezamiento original (cada post tiene relación directa con lo que ocurre en el capítulo) genera dos efectos premeditados.

El primero es sugerir que existe una parte importante de la vida de la protagonista a la que nosotros, como lectores, apenas tenemos acceso. Sabemos, por algunos comentarios, que su actividad en redes sociales es intensa. Sin embargo, el hecho de que en el cuerpo de los capítulos solo se mencione de pasada genera un «efecto iceberg» que aumenta la verosimilitud.

El segundo, del que no puedo hablar sin hacer spoilers, es un juego metaficcional que me ha sorprendido y que justifica, en parte, la resolución de la trama.

Libélula

LA PRESENCIA DE LO INEXPLICABLE

Salvo por la capacidad de la protagonista de observar el aura, la novela no introduce otro componente sobrenatural hasta el último tercio. Referencias a la cosmogonía de Lovecraft y su relación con Pamplona (el escenario de la novela) de las que ya se hace eco Antonio Torrubia en el prólogo del libro.

No voy a ahondar sobre eso. Pero sí me interesa subrayar la ambigüedad calculada con la que Larraya nos expone lo inexplicable. Primero, presentándolo como lo que es: una mitología literaria. Y luego distorsionando las percepciones que recibe el lector para que pueda, dentro de ciertos márgenes, escoger la explicación más acorde a sus gustos: ya sea la novela negra o la literatura fantástica.

CON GANAS DE MÁS

A la hora de escribir estas líneas, desconozco si el plan de Laura P. Larraya es convertir esta historia en la primera de una serie. Los personajes que ha creado sin duda lo permiten. Como comenté al principio de la reseña, el desarrollo de la historia, la verosimilitud de sus protagonistas y la inteligente introducción de lo sobrenatural me han dejado con ganas de más. Pero, si estás terminando esta reseña y aún no has leído Libélula, te recomiendo que disfrutes, al menos, del (primer) caso publicado de la inspectora Esparza.


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