Creado para ser el más pintoresco antagonista de la serie de cómics La tumba de Drácula, Blade se fue convirtiendo en un personaje de culto dentro del mundo de las viñetas de los cómics de terror. El guionista Marv Wolfman y el dibujante Gene Colan diseñaron a un cazador de vampiros que bebía mucho del fenómeno cinematográfico de la Blaxploitation. Su creación perduraría con altibajos dentro del universo Marvel con otras características e influencias, aunque sin abandonar el terror gótico que presidía el género donde inició su andadura.
La trilogía de películas protagonizadas por Wesley Snipes sobre Blade marcó un punto de inflexión en cine superheroico, cuya reactivación sería todavía mayor en la cartelera durante los siguientes años. Con un nuevo resurgimiento de la franquicia dentro de la política de Marvel Studios, es un momento idóneo para repasar su andadura e influencias tanto literarias como cinematográficas.
CUANDO EL TERROR LLEGÓ A MARVEL
Se trataba de un hecho sin precedentes. Las viñetas ilustradas por Gil Kane mostraban a jóvenes de la ciudad de New York víctimas de una sobredosis, un problema social que parecía escapar a la estética tradicional del género superheroico. El argumento de Stan Lee para la saga popularmente bautizada como La trilogía de las drogas, dentro de la colección de El Asombroso Spiderman, era la respuesta a un encargo del Departamento de Salud de los Estados Unidos, cuyos responsables estaban convencidos de que el popular arácnido de Marvel era el vehículo perfecto para denunciar los riesgos de los estupefacientes en la juventud.
Bajo una óptica actual, su lectura puede resultar edulcorada e incluso infantil en algunos planteamientos de las aristas de un fenómeno complejo, si bien en 1971 suponían una clara transgresión. Desde la publicación de La seducción de los inocentes (1954), obra del doctor Fredric Wertham, un aire de mayor puritanismo y contención de contenidos en un medio de masas como los comics se fue asentando. A través del sello del Comic Code Authority, las distintas editoriales norteamericanas debían acatar una serie de reglas que imponían el silencio en las viñetas de determinados temas tabú (el erotismo, la crítica sociopolítica, los opiáceos…).
Stan Lee asumió el riesgo de que aquellos ejemplares de Spiderman saliesen sin la pertinente aprobación; un pulso del que salió favorecido ante la opinión pública, donde su crítica a una cuestión de salud que estaba afectando a las nuevas generaciones fue vista con agrado. En un contexto socio-económico diferente al que aupó las tesis de Wertham, La trilogía de las drogas implicó que el antiguo instrumento de control sobre la libertad creativa en los cómics se fuese debilitando.
El triunfo de Stan Lee sobre el Comic Code Authority abría las puertas a nuevos contenidos en las viñetas, además de recuperar aquellos que habían quedado opacados durante la época más censora. Entre otros, los cómics de terror, tan en boga a mediados del siglo XX, fueron alejados del medio, quedando terminantemente prohibida la aparición de zombis, vampiros y cualquier otra criatura de origen sobrenatural.
Aprovechando la coyuntura creada, Marvel se determinó a recuperar a algunos de los monstruos más célebres de la ficción. Particularmente, sus responsables tenían en mente los precedentes de las series de misterio aparecidas en DC Comics, su gran competidora, y los éxitos de la editorial Warren, la cual demostró que se podían sacar colecciones de calidad y bien acogidas por el público.
Dentro de la propia dinámica interna de la compañía, Roy Thomas, quien se estaba convirtiendo en uno de los escritores y editores clave, encabezó interesantes adaptaciones al noveno arte de textos de autores de la talla de Howard Phillips Lovecraft o Edgar Allan Poe. De cualquier modo, Stan Lee se hallaba convencido de que el paso más novedoso era coger a esos iconos (La Momia, El Hombre Lobo, Frankenstein…) e insertarlos dentro del universo superheroico. Una primera prueba de este modelo la hallamos en El Asombroso Spiderman # 101 (octubre de 1971), donde el icónico héroe se medía a Michael Morbius, un científico cuyos experimentos lo habían transformado en una criatura sedienta de sangre. De cualquier modo, este caso, cuya próxima versión a la gran pantalla es inminente, todavía entraría dentro del anterior molde del Code, puesto que el origen de su maldición recababa en la ciencia y no en ninguna clase de hechicería.
El verdadero punto de arranque sería con Drácula, un personaje de aceptación popular por la franquicia de películas sobre su figura realizadas por la productora británica Hammer, destacando en ello la figura de Christopher Lee como el maligno conde. Gene Colan, uno de los dibujantes principales de Marvel, tenía fascinación por la figura del vampiro y solicitó ocuparse de la nueva colección, titulada de forma elocuente La tumba de Drácula. Aunque en un principio estaba asignado el encargo al consolidado Bill Everett, un portafolios presentado por Colan demostró su maestría con la técnica claroscuro. Realizó un estudio detallado del protagonista del nuevo título.
La tumba de Drácula inició su andadura en septiembre de 1972, contando con varios escritores (Gardner F. Fox, Archie Goodwin y Gerry Conway), lo cual llevaba a que hubiera cierta indefinición alrededor del rumbo que debía tomar un experimento que marcaría el devenir de futuribles títulos en la línea de terror. El momento clave será llegada de Marv Wolfman a partir de la séptima entrega, quien pronto exhibe complicidad con Colan a la hora de inundar las páginas de una atmósfera gótica que era profunda deudora del legado literario de Bram Stoker. Desde sus primeros trabajos en Warren Publications, Wolfman había mostrado inventiva para nuevos personajes, algo que no pasó desapercibido para Roy Thomas, quien le dio amplios poderes creativos para probar narrativas distintas.
Sin dudar que estaba ante una gran oportunidad laboral, el guionista releyó de forma minuciosa el texto original de Bram Stoker, el cual quedaba bastante adulterado en las múltiples versiones cinematográficas que ya existían desde los días de la Universal e incluso con antecedentes en la filmografía soviética. Wolfman era firme partidario de considerar que el conde Drácula era el mismísimo Vlad Tepes, ignominiosamente recordado desde el siglo XV como El Empalador por su sádica forma de tratar a sus adversarios y súbditos. Esa conexión entre el cruel voivoda valaco y el monstruo solamente estaba insinuada y no confirmada en la novela Drácula, si bien ha sido un criterio comúnmente aceptado dentro del imaginario popular.
Sus predecesores en los argumentos habían fijado un grupo bastante estable de cazadores de vampiros, liderados en el plano logístico por Quincy Harker, un personaje que aparecía en el desenlace de la novela como fruto de la unión entre Jonathan y Mina Harker, la pareja asediada por el conde desde Londres a los Cárpatos. Ya un anciano caballero en silla de ruedas, el Harker de ese presente se dedicaba a reclutar jóvenes talentos para mantener la tradicional lucha de su familia contra los planes de Drácula. Destacarían sobremanera la doctora Rachel Van Helsing, heredera del mítico profesor Abraham Van Helsing, y Fran Drake, último superviviente del linaje de los Dracul, quien quería venganza contra su infame antepasado por haber propiciado la muerte de su prometida.
Las dificultades de oponentes humanos ante una criatura sobrenatural permitían a Wolfman propiciar interesantes duelos, además de generar subtramas de las relaciones internas del grupo de Harker. No obstante, siguiendo el modelo editorial Marvel para el género superheroico, sentía que le faltaba una última pieza, un reverso de la moneda para el no-muerto.
De esa decisión surgiría una fuerza opositora destinada a perdurar: Blade.
UNA NÉMESIS DESDE LA BLAXPLOITATION
La senda iniciada propició el surgimiento de nuevos magazines como Dracula Lives!, espacio donde diferentes artistas podrían narrar aventuras del conde en el pasado y con tramas autoconclusivas. Por su lado, La tumba de Drácula halla a su entintador ideal en la figura de Tom Palmer, conocedor de los lápices de Colan y hábil para otorgar el aire gótico que buscaba dicho autor. Asimismo, otros mitos como El Hombre Lobo surgían en cabeceras como Marvel Spotlight, alcanzando pronto su colección independiente de la mano de las ilustraciones de Mike Ploog.
Sin embargo, aunque los monstruos estaban entrando sin problemas en la dinámica del universo ficticio de Marvel, la décima entrega de La tumba de Drácula impactó con rapidez a la audiencia desde su inicio con algo sin precedentes. Con suma facilidad, una misteriosa figura se desembarazaba de tres vampiros que asolaban a una pareja en los muelles londinenses. Dicha acción fue la carta de presentación de Blade, un cazador de no-muertos que escapaba a todo lo anteriormente visto en los magazines en blanco y negro de la editorial. Ya en la mente del guionista desde su época en Warren, Colan se inspiró en una de las celebridades afroamericanas más populares de aquel tiempo, la estrella de fútbol americano Jim Brown, para diseñar su físico.
Aparte de la imponente figura, destacaría por su chaqueta de cuero, botas y no ocultar una banda con afilados cuchillos de madera con los que combatir a unos seres de la noche que, a diferencia del público, parecían haber ya oído hablar entre susurros de aquel eficaz azote de su especie. Prosiguiendo el estilo de diálogos que Stan Lee y Steve Ditko habían marcado para Spiderman, Blade no dudaba en emplear un punzante humor ante sus rivales, no eludiendo sus diatribas verbales ni siquiera ante Drácula en persona, marcando un claro contraste con el estilo más clásico de Quincy Harker y su grupo.
Una mirada atenta a la personalidad que muestra Blade en estas primeras apariciones refleja su deuda con John Shaft, el más célebre investigador ficticio que operaba en Harlem, surgido de la imaginación literaria de Ernest Tidyman. El gran salto a la fama de Shaft vino de su adaptación cinematográfica (1971), donde el actor Richard Roundtree alcanzó una enorme relevancia por encarnar al carismático detective privado.
Aprovechando esas figuras y las bandas sonoras de algunas de las personalidades musicales más notables de la comunidad afroamericana, la industria cinematográfica abrió sus puertas a la Blaxploitation. Blade encajaba perfectamente en esa dinámica, una reivindicación de una parte de la sociedad del país que no había sido puesta hasta ese momento en el foco de las ficciones en roles protagónicos.
Es fácil entender la ruptura que suponía esta clase de presentación en contraste con otros personajes afroamericanos ilustres de Marvel. Por ejemplo, Sam Wilson había logrado alcanzar un creciente protagonismo en las páginas de un personaje icónico como el Capitán América desde su irrupción en 1969, destacando por su labor social con los más desfavorecidos en Harlem, además de su labor heroica con la identidad secreta de El Halcón. De cualquier modo, esta primera versión de Wilson encajaba perfectamente dentro del molde de lo políticamente correcto, además de estar amistosamente supeditado en aquellos momentos a una figura principal y defensora del orden; si bien guionistas hábiles como Steve Englehart supieron hacer evolucionar y complejizar ese hecho durante los siguientes años.
Por su lado, Blade se mostraba como una fuerza de la naturaleza que no respondía ante nadie, ni siquiera frente al grupo liderado por Quincy Harker. Como el equipo creativo de La tumba de Drácula pretendía, las respuestas epistolares al correo de la colección mostraron entusiasmo con el recién llegado, quien volvería apenas dos números después. Allí se descubriría que vivía en su apartamento con Safron, su novia, cuya fortaleza y sensualidad la vincula a una de las figuras más célebres de la Blaxploitation: Pam Grier, cuyo legado sería homenajeado, décadas después, en el film Jackie Brown (1997) por Quentin Tarantino.
Conforme avanzaba la trama, los duelos entre Blade y Drácula se harían más intensos. Mientras que el primero debía su look al movimiento de la Blaxploitation, Gene Colan se inspiró en el actor Jack Palance para el segundo, célebre antagonista en el western Raíces profundas (1953), quien, de hecho, llegaría a caracterizar al malévolo conde para televisión después de que los cómics subrayasen ese parecido. Previamente, ya había ejercido el rol de monarca bárbaro en Atila, rey de los hunos (1954). Es sabido que los Dracul se jactaban de tener sangre de aquel caudillo a quien en el Bajo Imperio Romano se definió como Azote de Dios.
Pese a la fortaleza que desprende el personaje, Wolfman irá paulatinamente dando pinceladas de un pasado dramático. Más incluso que el señor de los vampiros, el gran objetivo del cazador es un no-muerto de cabellos blancos peinados hacia atrás y de elevada estatura. Su nombre es Deacon Frost, quien asesinó a su madre estando a punto de darle a luz; Frost y su importancia en la vida del antihéroe serán una constante que terminará llegando al celuloide.
ECLECTICISMO DE GÉNEROS: NOIRE, PULP TERROR, FANTASÍA HERÓICA…
A la altura de 1974, Roy Thomas decidió que Wolfman tuviera un control total sobre las apariciones de Drácula en el universo Marvel, lo cual permitió dotar de mucha coherencia a su figura y mantener un equilibrado balance de secundarios alrededor de él. Durante el mes de octubre, se permite junto con Colan y Palmer recrear la estética propia del pulp de relato negro, a través de las peculiares andanzas de un detective nocturno llamado Hannibal King, quien al final del número 25 de La tumba de Drácula se revelaba como un no-muerto que evita abastecerse de víctimas humanas que estén vivas. Las referencias a la literatura de Dashiell Hammett o Raymond Chandler, entre otros autores, permiten que King se convierta pronto en un secundario fijo del título.
Wolfman va sembrando de pistas la andadura del investigador, quien fue mordido por el mismísimo Deacon Frost. Ese mismo mes, Blade aparece como estrella invitada de Adventure Into Fear, en aquellos momentos protagonizada por Morbius. Se trataba de un encuentro lógico, puesto que el primer vampiro creado por la editorial debía cruzarse en algún momento con quien cada vez más se iba postulando como el implacable perseguidor de los de su género. Buscando potenciarle como oponente, se revelaría que, debido a las acciones de Frost mientras su madre estaba dando a luz, Blade poseía inmunidad contra la mordedura vampírica.
En pleno auge de las películas de terror producidas por la Hammer, Wolfman estaba convencido de que Blade podía iniciar su andadura en solitario, no limitándole a enfrentamientos con Drácula. Empleando la cabecera Vampire Tales, a finales de 1974 ambienta un relato londinense donde el dibujante Tony DeZuñiga parece inspirarse en la atmósfera de la época de Jack El Destripador, con callejones oscuros y la indefensión de mujeres obligadas a prostituirse.
Dentro de ese ambiente marginal, muchas de esas muchachas tienen más aprecio por Blade que hacia unas fuerzas del orden a las que temen o consideran corruptas. Particularmente, el cazador de vampiros tiene un fuerte vínculo con el establecimiento de Lady Vanity, donde trabajaba su madre antes de ser asesinada por Frost y cuya presencia es lo más parecido que tiene a una verdadera familia.
El asesinato de Billy-Blue, amante de Neva, una de las pupilas de Vanity, lleva a Blade a una trama puramente noire, donde un caso aparentemente sencillo se va complicando. Wolfman aprovecha que la saga queda inconclusa para dar la oportunidad a un joven ayudante que mostraba aptitudes para el desempeño de guionista: Chris Claremont. Un escritor que está destinado a tener una etapa afamada con La Patrulla X, quien ya aquí refleja algunos de los recursos que empleará con éxito para el grupo mutante.
Tanto Wolfman como Claremont tienen capacidad en un par de diálogos o pequeñas introducciones de resumir las vidas de las víctimas de los no-muertos, generando una empatía por ellas que elevan la complejidad e implicación en la narrativa. De igual forma a la inversa, aportan pequeños datos biográficos de los monstruos que van siendo atravesados con estacas o sus cabezas rellenadas con ajos, lo cual permite que no sean vistos como meros entes del mal.
El propio Blade recibirá una estocada en su autoconfianza cuando unos vampiros le tiendan una emboscada en un cementerio donde es víctima de un montaje que le hace creer que uno de sus puñales de madera se clave accidentalmente en una indefensa niña llamada Josie Harper. La página gigante de DeZuñiga con la inocente muchacha atravesada en el corazón en un cementerio de estética victoriana es una de las más impactantes los cómics estadounidenses de aquel tiempo.
Es importante considerar en este contexto el reciente éxito de la película El exorcista (1973), dirigida por William Friedkin, cinta de culto que hace subir exponencialmente el interés del público por lo fenómenos paranormales. De hecho, una de las pocas alianzas que puede forjar Blade es con Kate Fraser, lectora psicométrica de Scotland Yard que brinda su ayuda al fugitivo al descubrir la verdad tras su presunto crimen.
Fraser cumple una función importante para el discurso de Claremont, quien la emplea como interlocutora para que la audiencia descubra más sobre el duro pasado del antihéroe, criado en el Soho y obligado a madurar muy pronto. También se descubre un gusto suyo por el jazz, fruto del tutelaje callejero que le dio Jamal Afari, lo más parecido que tuvo a una figura paterna a quien ayudó siendo apenas un crío a protegerse de unos asaltantes que entonces no supo identificar como no-muertos. A nivel de crecimiento del personaje, es una lástima que no se haya ido prestando más importancia a esa faceta musical que enriquece la personalidad de Blade, cuyo mentor bien podría haber sido, por edad, uno de los integrantes de la orquesta de Cotton Club (1984), homenaje de Francis Ford Coppola a los grandes artistas afroamericanos en la edad dorada del jazz.
Afari enseñaría todo lo que el futuro cazador precisaba, aunque también su lado menos luminoso. En este caso concreto, Claremont otorga al mentor de su protagonista la misma debilidad que se intuye el Sherlock Holmes de Conan Doyle o el profesor Van Helsing en el relato de Stoker: dependencia de sustancias opiáceas. Creyendo que su amigo ha recaído, el joven Blade descubre que tras la desaparición de Afari está el mismísimo Drácula. Convertido en una sedienta criatura de sangre, se verá obligado a destruirle, aprovechando un par de candelabros para formar una cruz.
Con resonancias bíblicas y al film El exorcista ya referenciado, el grupo que ha intentado destruir a Blade es Legión, una agrupación de no-muertos que tiene una líder humana: la aristocrática Marguerite D´Alescio. El final es bastante amargo en comparación con la tónica normal en la narración superheroica, con Fraser apenas logrando que su aliado salga absuelto y la principal responsable logrando eludir responsabilidades por su estatus.
Con su creación cada vez más asentada como la pesadilla del señor de los vampiros, Wolfman decidió hacer otro experimento en su forma de narrar el inusual cómic de terror en el que se estaba convirtiendo La tumba de Drácula. En marzo de 1975, una serie de reveses hacen al conde sentarse a reflexionar a través de sus diarios personales. Colan y Palmer dan luz a flashbacks que recuerdan algunos de los momentos más humillante para el vampiro, desde la Alemania de Bismarck al presente. Con todo, como el propio protagonista admite, ninguno mas singular que el acontecido en China a la altura de 1968.
Utilizar este escenario encaja perfectamente con la cambiante situación internacional, puesto que la administración Nixon había retomado las relaciones con dicho país tras mucho tiempo sin tenderse lazos, lo cual renovó el interés de la sociedad estadounidense por dicha cultura. Refugiado en Asia, Drácula se encuentra concibiendo nuevos planes de dominación cuando un misterioso y animado joven llamado Blade se presenta con una oferta de colaboracionismo con su causa.
“Durante los veinte y siete minutos que viajamos por entre los campos de olivos pensé en este hombre, Blade… Parecía arrogante… demasiado confiado. Rasgos que otros han dicho que yo poseo. En él no me gustaban”. Wolfman logra ahondar en la vergüenza que supone para alguien tan orgulloso como Vlad El Empalador el haber subestimado al recién llegado, quien le lleva ante una cueva oculta donde otros cuatro compañeros (Ogun, Azu, Musenda y Orgi) atacan por sorpresa al no-muerto. La habilidad de Orgi con el cuchillo de madera convence a Blade de que debe emplear más esa arma en el futuro.
Con una clara inspiración en filmes como Las novias de Fu Manchú (1966), Drácula rememoraría que fue rescatado por Kuai Hua y otras de sus acólitas. Aunque logró asesinar posteriormente a tres de los integrantes del quinteto, Blade, el principal responsable de aquel descalabro, salió indemne.
El juego de contrastes es evidente, puesto que, pese a odiarles profundamente, el protagonista de la cabecera parece esconder cierto respeto por figuras como Quincy Harker o Rachael Van Helsing, herederos del legado victoriano de adversarios de los vampiros. Sin embargo, los aires callejeros de Blade, sumados a su color de piel, lo convierten en una aberración para el no-muerto del sigo XV, quien comete en no pocas ocasiones el error de subestimar a uno de sus peores oponentes por su mentalidad racista de señor feudal.
Dicho contraste ya lo hallamos en otro film de la Blaxpoitation: Blacula (1972). Al comienzo de la película dirigida por William Crain, un ingenuo príncipe africano viaja a Transilvania para pedir ayuda al conde Drácula contra el tráfico de esclavos que tanto enriqueció a los reinos europeos durante la Edad Moderna. No contento con burlarse de sus pretensiones, le transmitirá su maldición vampírica, convirtiéndose él mismo en una futura amenaza que “esclavizará” en el futuro a sus incautas víctimas en Los Ángeles.
Siendo un producto claramente de serie B, sí se observa en ella algo del potencial que Blade lleva a una escala mucho mayor, pues se convierte en el azote del colectivo opresor, amenazando incluso a Drácula en persona. Fruto de la popularidad de la cinta, apenas un año después hallamos la secuela ¡Grita Blácula Grita!, la cual combina el terror vampírico con el fenómeno del vudú. Como en la anterior ocasión, Wolfman evidencia prestar atención a esta moda, puesto que La tumba de Drácula presentaría muchas conexiones con otro personaje surgido del ámbito terrorífico: Hermano Vudú, surgido en las páginas de Strange Tales (septiembre de 1973), heredero de un legado criollo que lucha contra las maquinaciones de la reina oscura de New Orleans Marie Leveau, marco geográfico que sería transitado en el futuro por el propio Blade, como veremos posteriormente.
DEL ESTRELLATO AL OLVIDO: HACIA EL FINAL DE LA TUMBA DE DRÁCULA
Dentro de los planes de Wolfman para La tumba de Drácula, uno de sus objetivos era convertir a Blade en un equivalente a lo que representaba el Doctor Muerte en Los Cuatro Fantásticos. Surgido de la imaginación de Stan Lee y Jack Kirby, se le presentó en julio de 1962 como la gran amenaza contra el primer cuarteto superheroico de Marvel, bebiendo de elementos clásicos como El fantasma de la ópera o el profeso Moriarty. Convencidos de su potencial, Lee y Kirby intentaban racionar las presencias del Doctor en la serie, aunque procurando siempre que sus irrupciones coincidiesen con sagas memorables donde su importancia rivalizaba con la de los propios protagonistas.
Siguiendo esas pautas, si bien había rivales vampíricos dispuestos a arrebatarle su trono o amenazas surgidas de la ciencia ficción como el Doctor Sol, la presencia de Blade se iría asentando como la de mayor capacidad destructiva contra Drácula. Su rapidez con los cuchillos y técnicas de lucha callejera le hacían emparentarse con el spaghetti western, donde los pistoleros eran tan habilidosos como ambiguos ese moral, alejados del estilo caballeresco que podía apreciarse en las cintas del Far West de corte clásico.
Lo inusual para la época era la condición afroamericana de esa figura antiheroica. En su estética y rapidez, cuesta poco verle como un boceto de lo que, décadas después, desarrollaría Quentin Tarantino con Django desencadenado (2012), una transgresión de los supuestos axiomas del género. En un reverso de ese espejo, podríamos hallar a Taj Nital, sirviente hindú de Rachel Van Helsing, una figura exótica, de gran fortaleza y valor, con una lealtad inquebrantable hacia el linaje de los enemigos de Drácula. Cuesta poco ver su paralelismo con Pompey (encarnado por el popular actor afroamericano Woody Strode), el fiel brazo derecho del héroe clásico Tom Dopniphon (John Wayne) en El hombre que mató a Liberty Balance (1962).
Blade, una estrella de la Blaxploitation, lleva a una evolución que da el paso definitivo, siendo el héroe de su propio relato, incluso quitando foco a los otros cazadores, reflejo de una necesidad social. El célebre detective ficticio Virgil Tibbs fue encarnado por la estrella Sidney Poitier, quien sería también uno de los protagonistas de un film favorable y amable por la lucha de los derechos civiles: Adivina quién viene a cenar esta noche (1967). En cambio, la Blaxploitation trae a figuras como Shaft, quienes, al igual que el cazador de vampiros, no ocultan la herencia y jerga del ghetto que pudiera incomodar a los sectores más conservadores.
Una demostración de ese potencial lo hallamos en Marvel Preview # 8, una historia corta de Wolfman y Colan. Siguiendo el soplo de uno de sus informantes, Blade se encuentra con una mansión que sirve de madriguera a sus presas favoritas. La aparentemente sencilla acción se complica cuando se encuentra con que todos ellos tienen un dulce aspecto infantil, pese a haber fallecido tres centurias atrás. Es el mismo concepto empleado por Narciso Ibáñez Serrador en ¿Quién puede matar a un niño? (1976). Tras un momento de duda que está a punto de aniquilarlo, termina cumpliendo su misión, aunque sale malherido y con la sensación de haber vivido una completa pesadilla.
Conforme avanzaban los años como ilustrador de Drácula, Gene Colan fue sintiendo cierto agotamiento, no estando tan fascinado como al principio del proyecto. Wolfman le solicitó que permaneciese al menos lo suficiente para cerrar con acierto las distintas subtramas que habían ido sembrando número tras número. Sumado a la presencia de Tom Palmer, ello dio una estabilidad muy sólida a este título, sin duda el más exitoso y recordado por la crítica dentro del terror Marvel.
Para no agotar la fórmula de Blade como mero rival del conde, Wolfman lo llevaría a formar una extraña y tensa pareja con King, obligando a ambos a unir fuerzas para dar caza a Deacon Frost. Los conocimientos científicos de este villano permiten explotar nuevos elementos terroríficos, destacando el doppelgänger que el cazador de vampiros encuentra de sí mismo; esta figura alcanzaría posteriormente mucha popularidad de la mano de la exitosa serie Twin Peaks de David Lynch.
Aparentemente asesinado por su doble, sería preciso un extraño exorcismo que lograrían Hannibal King y otro de los personajes clave de la línea de terror Marvel, Damon Hellstrom. Como en anteriores ocasiones, Wolfman muestra un acertado oportunismo con la filmografía de su época, puesto que son los meses de la secuela de la aclamada película El exorcista.
El regresado Blade y King darían el golpe de gracia Frost en unas catacumbas, escenario que les devuelve, tras estas experimentaciones entre géneros, al trono gótico con el que comenzó La tumba de Drácula. Wolfman quería garantizar la supervivencia de su creación una vez acabase la colección principal, por lo que diseñó un número centrado exclusivamente para él en verano de 1977, originalmente pensado para Marvel Spotlight. Una muestra de la importancia de esa clase de escaparates la encontramos en que allí se presentaron a personajes como Star-Lord, quienes luego han alcanzado un gran renombre en el universo cinematográfico Marvel con la saga Guardianes de la galaxia.
En el caso de Blade, Wolfman le mostrará dudando de si ha de renunciar ya a las estacas tras haber cumplido la promesa ante el asesino de su madre. No obstante, la llegada de Musenda, su compañero superviviente de China, solicitando su ayuda para salvar a su esposa del control que ha establecido con ella un vampiro, le convence de que su lucha no ha terminado. El vínculo telepático y espiritual entre una doncella infectada por el no-muerto ya está muy presente en la obra de Stoker, habiéndose llevado un paso más allá en series recientes como Penny Dreadful (2014-2016).
Con un camino expedito para nuevas aproximaciones al personaje, La tumba de Drácula retira al personaje de Blade para cerrar un arco muy interesante donde Drácula pierde momentáneamente sus poderes vampíricos, si bien conserva en todo momento su actitud y hábitos, en un recurso argumental no realizado nunca previamente con el célebre monstruo. En agosto de 1979, coincidiendo con su entrega número setenta, el mítico título de terror cierra con la batalla final entre el conde y Quincy Harker en el castillo de Transilvania, siguiendo el modelo usual que apreciamos en los duelos mantenidos por Christopher Lee y Peter Cushing en la Hammer.
Pese a sus intenciones iniciales, Colan pronto decide que no quiere abandonar a Vlad Tepes en las viñetas, logrando con Wolfman una nueva publicación en formato magazine y con el mismo título ese mismo año. En formato blanco y negro, los resultados fueron inferiores a los esperados, siendo difícil que los nuevos integrantes del elenco alcanzasen el carisma y trayectoria de la anterior. Jim Shooter, nuevo responsable de la política editorial Marvel, recortaría asimismo libertades al guionista con respecto a sus años de trabajo a las órdenes de Roy Thomas.
Apenas hay algunas referencias al antiguo elenco de secundarios. Rachel Van Helsing, Frank Drake, Lilith, hija de Drácula, o el inspector Chelm (un homenaje a los detectives que se encargó de popularizar la escritora Agatha Christie) apenas realizarán breves cameos, sin ninguna presencia de Blade, un terrible anticipo del vagar por el desierto que sería para él la siguiente década.
BLADE: EL CREPÚSCULO DEL CAZADOR
Fuera de su título principal, el vagar de Drácula durante la década de los ochenta confirmó la dificultad argumental de mantenerle como una amenaza terrorífica en un mundo ficticio donde seres superpoderosos pueblan la tierra. Una excepción a dicha regla serían los trabajos de Chris Claremont, discípulo aventajado de Wolfman, a la hora de recuperar al vampiro y Rachel Van Helsing en una saga que se enriquecía por la conexión que el no-muerto lograba con Tormenta, la líder de La Patrulla X, título donde el guionista estaba alcanzando una enorme repercusión.
En sus páginas, la última Van Helsing lograría una muerte honorable, volviendo a frenar a la pesadilla de su familia. A nivel televisivo, basándose en una de las sagas más memorables de los cómics originales de Wolfman y Colan, con adaptación de Tadaaki Yamazaki, la productora Toei firma un anime que se toma muchas libertades con la obra de la que parte, aunque tiene el gran interés ser una versión que aporta elementos propios del manga.
El resto de cazadores serían olvidados por la editorial hasta 1985, momento en el que Roger Stern decidió recuperar la antigua rivalidad de Drácula con el Doctor Extraño, el hechicero más longevo de Marvel. En un crossover bien organizado por Steve Englehart y Marv Wolfman, dibujando Gene Colan ambos títulos, se logró una aventura apreciada por los seguidores de ambas colecciones.
Stern haría volver a afilar las estacas a Blade, Frank Drake y a Hannibal King, si bien este caso con roles muy residuales. El punto clave de la saga que culmina a finales de ese año es el Libro de los Pecados, también conociendo con el nombre de Darkhold. A través del mismo, el guionista homenajea a toda la línea de cómics de terror de la anterior década, puesto que se trataba de un ejemplar misterioso y creado por un antiguo dios demoníaco que tiene claras influencia lovecraftianas.
En su lucha por evitar que Drácula lo posea, Extraño recurre a los cazadores supervivientes, si bien hay alguna mención a otros secundarios de Wolfman como Harold H. Harold, una parodia del mismísimo Woody Allen, quien había intentado en las páginas de La tumba de Drácula documentarse para hacer un gran relato sobre vampiros. Siendo una buena historia que podría haber sido el cierre definitivo a la presencia del conde en los cómics Marvel, no deja en todo momento de ser una saga de Extraño donde ni Blade ni el resto pueden mostrar el verdadero potencial que alcanzaron décadas atrás.
Con todo, una de las ventajas de los elementos terroríficos en la cultura popular radica en que las modas son cíclicas. Desde la publicación de Entrevista con el vampiro (1976), la escritora Anne Rice fue especializándose en la temática, destacando a finales de dicha década por obras como Lestat el vampiro (1985) o La reina de los condenados (1988). Su tratamiento se centraba más en las crisis existenciales y románticas de las criaturas malditas, suponiendo una reactivación del género que creció exponencialmente con la versión cinematográfica de su primera novela con intérpretes como Brad Pitt, Kirsten Dunst o Tom Cruise.
Esta nueva tendencia convencería a la editorial para reunir de nuevo al equipo artístico conformando por Marv Wolfman y Gene Colan, si bien se notaria la ausencia de Tom Palmer, reemplazado por Al Williamson. The Tomb of Dracula: Day of Blood! Night of Redemption! fue publicada en cuatro capítulos entre 1991 y 1992, aunque con resultados distintos a los esperados. Alejados de la minuciosa coherencia interna de la saga original, el argumento desoye las circunstancias del fallecimiento de Rachel Van Helsing en La Patrulla X, además de hacerse un revisionismo pesimista del grupo de cazadores de la década de los setenta.
Si antaño la dinámica de la serie mostraba cómo superaban sus tensiones y debilidades humanas para hacer un frente común ante el monstruo, aquí todos los personajes lucen una tendencia a la desconfianza y la agresividad. El Blade aquí mostrado se asemeja mucho más al modelo de Fran Castle/El Castigador que al héroe de la Blaxploitation que se mostró en La tumba de Dracula. La rivalidad mantenida con Frank Drake pasaría en estas páginas a ser odio directo, además de intentar conformarse otros nuevos aliados. Hay alguna referencia a la obra de Stoker, especialmente en los ardides humanos para imposibilitar lo refugios del vampiro, si bien estamos ante una saga crepuscular y sombría donde la caza se ha vuelta taciturna y sin sentimentalismos.
El Drácula marveliano, capaz de sobrevivir hábilmente a través de las centurias, se torna aquí como alguien sobrepasado por la época en que despierta y sus adelantos. Se jactará de haber matado él a la madre de Blade, contradiciendo todo lo que sabíamos sobre Deacon Frost. La influencia de El exorcista sigue latente en las posesiones que sufre la nueva esposa de Frank Drake, quien en cada diálogo parece resaltar un fuerte resentimiento hacia sus años con Van Helsing y Harker. La muerte del vampiro en esta ocasión no es fruto de la astucia o el valor; es prácticamente una inmolación al absorber demasiadas almas, con un Blade incapaz de creerse que su némesis ha fallecido y teniendo que se internado en un psiquiátrico de Washington por su negación de la realidad.
UNA DÉCADA INFERNAL
El Motorista Fantasma fue una de las creaciones del inframundo que habían poblado la Marvel de la década de los 70. Al igual que Blade, Marvel Spotlight le permitió darse a conocer al gran público como la identidad secreta de Johny Blaze, un hábil motorista que, al estilo de Fausto, debía sellar un pacto con Mefisto para salvaguardar la vida de su padre. Nuevamente, podemos adscribir su estética a un movimiento social, en este caso, al fenómeno de los grupos moteros que empezaron a plagar los Estados Unidos y que han quedado reflejados en películas como La ley de la calle (1983) o la serie Hijos de la anarquía (2008-2014).
Como tantos otros personajes sobrenaturales de la editorial, tuvo un importante auge en la década de los setenta, aprovechando las carreteras desérticas y desoladas que luego tanto popularizaría el universo distópico de Mad Max. Posteriormente, llegó un olvido que se superó con su relanzamiento en 1990, contando con Howard Mackie y dibujantes como Javier Saltares o Mark Texeira. Se cambió de Montorista Fantasma, siendo en este caso Danny Ketch, a quien pronto se le encontraron vínculos para que apareciese en la cabecera el propio Johny Blaze. Obedeciendo a las modas imperantes, los ninjas fueron sus adversarios frecuentes y las solitarias rutas del pasado dieron lugar a la bulliciosa New York.
Las ventas del producto fueron superiores a las esperadas, lo cual se tradujo en que Marvel adoptase la política de recuperar a viejos personajes de terror y magia: Hijos de la Medianoche sería el nombre del proyecto. Con el patrocinio y liderazgo de un héroe que ya estaba consolidado, Doctor Extraño, se hacía una heterodoxa agrupación de varios miembros, que incluían a los dos Motoristas Fantasmas, además de otros supervivientes de ese género. Para nuestro caso, hemos de hacer sobresalir la presencia de Morbius, Frank Drake, Hannibal King y, por supuesto, Blade.
Morbius recibiría título propio, convirtiéndose en un justiciero muy particular. Cuesta poco identificarle en su metodología con El Castigador o el duro inspector de San Francisco encarnado por Clint Eastwood en el celuloide para la saga de Harry el Sucio. Simplemente, la diferencia de este Morbius con etapas anteriores es que emplea sus colmillos ante gente más malvada que él mismo.
Drake, Blade y King, por su lado, compartirían protagonismo en Nightstalkers, otra colección surgida al amparo de Hijos de la Medianoche. Buscando conectador con los años dorados de La Tumba de Drácula, encontraremos que las ilustraciones del joven dibujante Ron Garney son entintadas por el mismísimo Tom Palmer. Dan G. Chichester es el guionista encargado de sacar a Blade de psiquiátrico y restablecerle la cordura para devolverle una parte de su importancia anterior.
Si bien la colección no alcanzó los dos años de duración, dejó algún momento relevante para el futuro. Se incide en la condición de Caminante Diurno de Blade al tener las características de un Dhampir por las cualidades excepcionales que le dejó Frost. Ante sus dudas sobre su humanidad o la frialdad que le ha presidido los últimos años, Nighstalkers #18, último número del título, deja un duelo emotivo contra Taj Nital, antiguo miembro del grupo de Quincy Haker. Obligado a ejecutar a su versión vampírica, Blade al fin vierte lágrimas, algo que admitía no le había ocurrido antes. Si bien con tensiones interna, se muestra a un grupo principal mejor avenido que las eternas disputas visibles en la última aventura narrada por Wolfman.
Tras las aparentes muertes de Drake y King en la lucha contra Varnae, un nuevo aspirante al trono de los vampiros, Blade protagoniza en solitario una nueva serie donde el guionista Ian Edgiton deja algunos elementos que serán importantes para el futuro. Se confirma el abandono de sus clásicas cuchillas de madera para dar paso a la espada, además de lucir afeitado y su condición de motorista. Apenas habremos de esperar a la segunda entrega de una colección que se edita entre 1994 y 1995 para verle de nuevo medirse ante un resucitado Drácula. En dicho enfrentamiento, Edgiton deja una reflexión interesante, pesto que Vlad Tepes compara al cazador con un capitán otomano que combatió valerosamente en Valaquia cuando la batalla estaba perdida para los turcos. Aunque el voivoda ordenó matarlo salvajemente, le impresionó su coraje inútil. Durante décadas de lucha, ha llegado a ver de esa misma forma a su enemigo.
Se introducen a nuevos personajes como “Bible John” Carik o Julia, una casera que en ejerce las funciones maternas para un Blade retornado a New York. Con un presunto y renacido Deacon Frost asomando para una futurible saga, la colección cerraría de forma súbita, dejando muchas de las subtramas inconclusa y dejando sin explicaciones del por qué de este renacer de los no-muertos en las calles de la Gran Manzana.
La estética de ese Blade resulta bien visible en sus apariciones en la serie animada de Spiderman (1994-1998). De hecho, incluso se le dan propiedades que le asemejan a un personaje muy singular que apareció en Peter Parker: The Spectacular Spiderman Annual #5 (1985), un líder pandillero con habilidades mutantes y cuya vestimenta no escondía influencias del mismísimo Michael Jackson. “Blade el cazador de vampiros” hizo su aparición televisiva en febrero de 1996, siendo doblado por J. D. Hall. El equipo de guionistas no dudaría en utilizarle de forma recurrente cuando el héroe tuviera que medirse con Morbius, volviendo a resaltar los diferentes estilos de ambos héroes. En esta versión, la madre de Blade sí sobrevivía y se convertía en su principal antagonista como cruel criatura de la noche. Asimismo, tendría tiempo incluso para tener su propia subtrama amorosa con la detective Terri lee, cuya actriz de doblaje fue Dawn Lewis. Sea como fuere, estas irrupciones servían para que la creación de Marv Wolfman no cayese en el olvido al que estaban siendo sometidos otros de sus camaradas en la línea de terror.
EL RUBICÓN CINEMATOGRÁFICO
A las puertas del siglo XXI, el posible futuro cinematográfico de Marvel Studios se antojaba realmente desolador. Las intentonas en el pasado de llevar a algunos de los emblemas superheroicos a la gran pantalla o televisión se habían saldado con productos menores que ni contentaron a la audiencia fiel a las viñetas o generaron interés en el gran público. Precisando recurrir a la coproducción, su reciente asociación con New Line Cinema procuraría reabrir esa puerta.
Irónicamente, Blade se vio beneficiado del relativo ostracismo que poseía en aquellos instantes dentro de ese universo ficticio. Su temática tocaba el tema vampírico, en alza por Entrevista con el vampiro (1994) o Drácula de Bram Stoker (1992). De hecho, en el prólogo de la segunda, dirigida por Francis Ford Coppola, se intuían influencias de Dracula Lives!, especialmente en la forma en que Marv Wolfman y Neal Adams narraron la transformación de Vlad Tepes en no-muerto tras un enfrentamiento con las tropas otomanas.
Asimismo, su relativo anonimato de la anterior década hacía que una futurible adaptación de su figura no tuviera los corsés o exigencias de otros héroes y heroínas con unos parámetros muy marcados. El productor ejectivo Avi Arad fue vislumbrando que Blade exigiría un presupuesto menor que otros proyectos y dejaría a su equipo creativo una libertad de acción considerable. David S. Goyer fue el responsable de un argumento donde se daba un paso más allá de su condición de humano inmune a la mordedura de los no-muertos: aquí, su condición de Dhampir o Caminante Diurno era total, siendo un híbrido que tenía sentidos extra para detectar a sus ancestrales enemigos.
Durante la década de los ochenta, cuando el eco de La tumba de Drácula todavía era notable, se barajó incluso hacer un film previo del cazador, el cual habría sido encarnado nada menos que por Richard Roundtree, lo cual habría reforzado el vínculo entre Blade y Shaft. Esa oportunidad se frustró, impidiendo redondear completamente a su figura dentro de la Blaxploitation.
Tras barajarse otros nombres como el de Denzel Washington, finalmente el seleccionado fue Wesley Snipes, especializado en filmes de acción, que reflejaban muchas deudas cine de Hong Kong. Ello tuvo mucha influencia en las coreografías planteadas, generando una moda que incluso la saga Matrix reconocería posteriormente.
A nivel de inversión, fue un éxito notable para Marvel Studios, puesto que se triplicaron las ganancias de la inversión inicial. Stephen Norrington plantearía un mundo socialmente gobernado por vampiros y recuperaría a Deacon Frost como el villano. Stephen Dorff aportaría una interpretación bastante interesante y rejuvenecida, además de variantes con respecto al cómic. La principal sería convertir a la madre del futuro cazador en su concubina. Hubo varias polémicas alrededor del argumento firmado por David s. Goyer, especialmente por el personaje de Abraham Whistler, mentor del héroe, el cual bebía directamente de la serie animada de Spiderman, según denunció uno de los escritores del show, John Semper. Marv Wolfman también expresó sus molestias por tema de derechos, recordando que el protagonista del film llevaba en su imaginación desde sus días en Warren.
Pese a no tener otras pretensiones que brindar un film de acción entretenido y con una dosis extra de violencia, Blade (1998) marcaría un punto de inflexión para aproximaciones superheroicas. Sanja Mikovic sustituyó los antiguos y artificiales uniformes en la gran pantalla por un vestuario centrado en el cuero negro, emulado de forma constante con posterioridad.
Peter Cuneo, nuevo presidente ejecutivo de Marvel Studios, vería aquí una senda a explorar para el futuro. El registro interpretativo de Snipes llevó a lucimiento en las secuencias de lucha, si bien no había apenas profundización en las verdaderas motivaciones del protagonista, quien además sería amigo de pocos diálogos innecesarios.
Lo rentable de esta inversión permite incluso un regreso a las viñetas con Blade: Crescent Blues. Christopher Golden recoge muchos de los elementos de La tumba de Drácula, además de contar con las ilustraciones de Gene Colan. Alejado de sus más recientes y enloquecidas apariciones, ambos brindan a un protagonista bastante más reflexivo, aquejado del síndrome del superviviente. Alejado de Safron para evitar que sus enemigos tomen represalias contra ella, Golden hace reflexionar al protagonista sobre cómo se ha endurecido su humor y personalidad tras años de lucha.
El principal escenario será New Orleans, lo cual permite dar una atmósfera de jazz y a los elementos sobrenaturales que Marvel ha perpetuado en ese enclave: el vudú. Nuevamente, volverá a cruzar destinos con Deacon Frost y un renacido Hannibal King, quien abandona la apariencia victoriana de principios de década para volver a ser un investigador con gabardina al estilo de novela pulp. Este número único ofrece varias posibilidades inexploradas, como un interesante cruce entre sus tradicionales adversarios con las redes mafiosas de New Orleans. Ese testigo se recoge en una colección derivada que aprovecha los paisajes de Luisiana, donde la delincuencia y los elementos terroríficos conviven.
El caso de Colan no es el único. En la colección Marvel Team-Up vol. 2 #7, Marv Wolfman firma una aventura conjunta de Spiderman y Blade, publicado a pocos meses del estreno del film y aprovechando el auge de su personaje en el programa televisivo del arácnido. “¡Los colmillos del vampiro!” narra el enfrentamiento de ambos héroes ante Henry Sage, cuya vestimenta le conecta con el film de Norrington. Un apartado clave son los diálogos, donde los constantes intercambios punzantes recuerdan que Blade no tiene que ser forzosamente una personalidad taciturna y de gatillo fácil.
Coincidiendo con su estancia en cartelera, dentro de la colección Strange Tales, Blade tiene una nueva oportunidad en las viñetas. Don McGregor escribe una serie donde saca de la zona de confort al personaje, llevándose de vuelta a Luisiana sus aventuras, mezclando a los vampiros con tramas mafiosas. Recurre a la figura clásica del pulp de la femme fatale, a través de Dominique Levant, quien recurre al protagonista para ayudarle en un misterioso asunto. Asimismo, se produce el regreso de Morbius y la burla de algunos de los clichés del cine de terror de una forma similar a la que observaremos después, en La cabaña en el bosque (2012). Desafortunadamente, su cancelación tras apenas tres números trunca un camino que alejaba a Blade del encorsetamiento de sus constantes duelos con Frost y Drácula.
El éxito en taquilla garantiza otras irrupciones editoriales como Blade: Sins of the Father, una confirmación de la tendencia a involucrarle en de linajes familiares de la Cosa Nostra: en este caso, Marc Andreyko le lleva a escenario de Chicago, con la hija de un importante capo intentando manipular al cazador para lograr sus propósitos.
A lo largo del año siguiente al estreno, se observa un fenómeno a la inversa. Mientras que el Blade cinematográfico se aleja bastante de los cómics de su origen, la nueva representación gráfica en Marvel buscara asimilar a Snipe cada vez más, además de a su condición de Dhampir. En verano de 1999, hará dos apariciones como estrella invitada en Spiderman, con un Morbius asimismo retornado de New Orleans. Desafortunadamente, no hay mención de cómo ambos retornan de las tramas que había diseñado McGregor.
Lo más reseñable de su visita a las páginas de Spiderman es sufrir la mordedura de Blade, lo cual tendrá unos efectos que le asemejan mucho a la versión vista en la gran pantalla. Entre 1999 y 2000, Bart Sears escribe e ilustra Blade: Vampire Hunter, donde vuelve a faltar tiempo para sembrar las tramas a largo plazo que la colección pretende, especialmente con respecto a los propósitos de la ambigua figura de Darius Venginian y la organización Silvereye y su cruzada contra el mundo vampírico.
Como cabía esperar, la secuela de la primera película tarda poco en llegar. Estrenada en 2002, Blade II presenta a un nuevo director, Guillermo del Toro, quien no renuncia a dar un toque personal a la cinta, pese a su finalidad claramente comercial. La coyuntura es bien diferente, puesto que New Line y Marvel Studios han continuado el camino con una aclamada puesta en escena de X-Men, lo cual permite dotar de más presupuesto a una obra donde destaca la fotografía gótica de Gabriel Beristain. Entre las asesorías del cineasta mexicano, sobresale la presencia de Mike Mignola, famoso creador Hellboy para la editorial Dark Horse. Mignola fue colaborador y luego ilustrador de la versión para cómic del Drácula de Bram Stoker.
Del Toro no oculta referencias con el Nosferatu de Murnau, presentando una nueva raza de vampiros denominados segadores. David S. Goyer vuelve a firma el argumento, donde, en algo que también sucedía ocasionalmente en La tumba de Drácula, Blade se ve forzado a establecer una breve alianza temporada con un grupo vampírico denominado Banda Sangrienta. El rodaje realizado en Praga se aleja del estilo subterráneo del film de Stephen Norrington, apostando por una arquitectura que mezcla lo grandilocuente con lo decadente, una metáfora de lo que representa el mundo de ultratumba.
Aprovechando la buena acogida de la secuela en taquilla, se lanza bajo el sello adulto Max una nueva serie de cómics de Blade con el guionista Christopher Hinz, los cuales pueden ser mucho más explícitos en los contenidos violentos. Gráficamente, no hay reparos en asemejar cada vez más al protagonista con el físico de Wesley Snipes, buscando fomentar esa identificación de la audiencia. Más allá de revelar un amor perdido del antihéroe en el pasado, Yathaela Marcoule, los seis números inciden en luchas viscerales y hechicería. Irónicamente, el cierre es el que más ahonda en la psique del Dhampir, quien intenta ayudar a la familia de un reciente no-muerto al que él mismo tuvo que ejecutar.
Con todo, deja bastantes caminos inexplorados, especialmente en comparativa con el potencial exhibido por El Castigador en esta misma línea Max. De forma casi inmediata, Marvel Studios decide plantear el cierre a la trilogía de Blade, donde del Toro y Goyer plantean aprovechar el lento envejecimiento del Dhampir para narrar una distopía terrible donde los humanos están confinados en granjas de sangre. En ciertos sentidos, los primeros borradores se asemejan al tono de la conclusión apocalíptica que hallaremos en Logan (2017) de James Mangold, acompañados de la esencia de las páginas de Richard Matheson que desembocaron en el film Soy leyenda (2007), donde los muertos vivientes son la norma y lo excepcional es el género humano.
Estos atractivos conceptos habrían podido plantear recursos inexplorados en el cazador de vampiros, si bien el desarrollo del mismo fue alejándose progresivamente de esa digresión para acomodarse en un producto de acción más estándar. El cineasta mexicano abandonó la franquicia, quedando Goyer como director y guionista. Blade Trinity (2004), una trama en el presente donde el protagonista se ve forzado a colaborar con un grupo llamado Nightstalkers. Los rumores de que los estudios querían usar esta cinta como plataforma de un inmediato spin off con la joven pareja conformada por Abigail Whistler (Jessica Biel) y Hannibal King (Ryan Reynolds), dificultaron mucho la relación entre Goyer y Snipes.
Aunque en las dos anteriores entregas ya era visible esa tendencia, la estética videojuego y el formato videoclip alcanzan aquí su máxima expresión. La banda sonora sería compuesta por el rapero RZA y Ramin Djawadi, mientras que se produce una nueva resurrección de Drácula que no tiene especial significación, puesto que en dicho medio no tiene una rivalidad asentada con Blade.
Bastante más jóvenes que su líder, la relación entre los jóvenes integrantes del grupo y su improvisado líder no alcanza las dinámicas de La tumba de Drácula, alterándose aquí el origen de Hannibal King, quien no tendría ninguna conexión con Deacon Frost. Con una recepción de taquilla en término medio y menos críticas positivas que sus predecesoras, Blade Trinity no propició la secuela que se intuía de Nightstalkers. Pese a ello, esa composición del equipo juvenil contra fuerzas sobrenaturales sirve de excusa para un regreso de La tumba de Drácula en 2004, en formato de mini-serie de cuatro números. Igual que en el film, Blade se ve convertido en una figura de liderazgo, siendo el único de los presentes que ha combatido a la mítica criatura en el pasado. Hay guiños a las dinastías anteriores con figuras como Noah Van Helsing o Divinity Drake. Tanto el señor de los vampiros como su némesis juegan a introducir agentes dobles en las filas adversarias, además de un regreso de Deacon Frost. De forma similar a Blade Trinity, este cuarto volumen del mítico título de terror parece no sobrepasar los límites de la referencia más allá de breves menciones.
Insertado ya en la cultura transmedia, la trilogía sirve de plataforma para que, creada por el propio Goyer, se estrene en televisión la serie Blade (2006), con el rapero Sticky Fingaz reemplazando a Snipes en el rol principal. Pese a las buenas audiencias de los primeros episodios o intentar ahondar en el desconocido padre del cazador de vampiros, el programa iría decayendo y no alcanzaría la renovación, quedando bastante alejada de referentes más exitosos en el medio como Buffy, cazavampiros (1997-2003).
BLADE: EL RETORNO A MARVEL
Dos de los principales editores de Marvel, Joe Quesada y Tom Brevoort, decidieron volver a dar colección propia a Blade en 2006, aprovechando su reciente presencia en la pequeña pantalla. Sus apariciones en la serie Pantera Negra, junto con otros héroes vinculados a la Blaxploitation como Power Man o El Halcón, habían presentado una buena acogida. Marc Guggenheim fue el responsable de trazar un arco argumental que volviera a colocar en una posición destacada al cazador de vampiros. Lo acompañaría a los lápices un dibujante consolidado y de trayectoria: Howard Chakyn. A diferencia de la tónica de la anterior década, el equipo creativo decidió insertar de pleno a su protagonista en el universo superheroico donde se movía, cuestión nada baladí que permitiría futuros acontecimientos clave en el resurgir de la creación de Marv Wolfman y Gene Colan.
Buscando un punto de originalidad, Guggenheim decidió que la estructura narrativa de cada número sería doble. Por un lado, acontecimientos del pasado de Blade, cuya identidad civil, al fin, quedaría revelada: Eric Brooks. Aunque cada número presentaba aventuras autoconclusivas, tenían vínculos que permitían la fórmula de una gran novela-río, encajando todas las piezas en el desenlace.
Por ejemplo, en la segunda entrega de la colección, la cual se mantuvo durante un año, Blade protagonizaría un viaje al pasado para proteger a la hechicera Cynthia Von Muerte, futura madre de Víctor Von Muerte, más conocido en Marvel como la némesis de Los Cuatro Fantásticos y el primer gran villano de la editorial. Marv Wolfman se había inspirado en lo que su figura representaba para conseguir que Blade, conservando su propia esencia, jugase un papel similar en La tumba de Drácula, lo cual permite una sensación de cierre de círculo. Agradecido por los servicios prestados, Muerte ofrecería la curación a Blade de su condición de Dhampir, aunque recibiría una negativa por precisar de esas habilidades para mantenerse eficaz en su guerra.
Asimismo, los flahbacks permiten ver al protagonista de una forma menos infalible que la musculosa máquina de asesinar criaturas de la noche de anteriores versiones. Como había hecho Chris Claremont, es un Blade que puede fallar o cometer errores como confundir a una persona afectada de porfiria con un vampiro. De la misma forma, se potencia, con reminiscencias a Plutarco, las vidas paralelas que suponen sus andanzas y las de Drácula, puesto que él logra el respeto de la misteriosa Orden de Tyrana de una forma muy similar a cómo Vad desbancó a Nimrod de su condición de dirigente de los no-muertos en Dracula Lives!.
El equipo creativo no mantiene alejado al cazador de Civil War, el macro-evento organizado por Mark Millar y que tendría una futura versión cinematográfica en Capitán América: Civil War (2016). Forzado por la organización de espías SHIELD a ayudar al registro de actividades metahumanas, Guggenheim permite a Blade mantener su independencia y ayudar a uno de los perseguidos, Lobezno. Debido a que el afamado mutante tiene una gran longevidad, se revela un vínculo del pasado compartido por ambos personajes.
Podríamos resumir la serie como una reflexión sobre cuál ha sido la intrahistoria del protagonista, además de revelarse, finalmente, el nombre de su verdadero progenitor: Lucas Cross. No se renuncia a su historia londinense al cuidado de las prostitutas de Lady Vainity, si bien se modifican algunas cuestiones para adaptarlas mejor a los tiempos actuales. Algunas de dichas variaciones se antojan innecesarias y contradictorias con lo reflejado en La tumba de Drácula (particularmente, su primer duelo con el señor de los vampiros en China).
En julio de 2007, el título mensual de Blade concluye con una última escena donde honra el legado de sus cuatro primeros compañeros de cacería: las botas de Musenda, el cinturón de Azu, la muñequera de Ogun y las dagas de madera de Orij. Se trata de un homenaje que enlaza perfectamente con el diseño de Gene Colan.
Pese al final de la misma, la presencia de Blade se mantuvo en los acontecimientos importantes del universo Marvel, siendo un personaje clave en la saga “Estado Vampiro”, dentro del macro-evento Invasión Secreta (2008-2009). Aprovechando el desconcierto del planeta por la invasión alienígena de los Skrulls, Drácula intenta apoderarse de la Isla Británicas, siguiendo un viejo anhelo que ya mostró en las páginas de la novela de Bram Stoker. Distintas fuerzas del bien se concentran para impedirlo, formando Blade parte de las mismas. El cambio de escenario refuerza sensaciones con la etapa de Wolfman, además de poder utilizar algunos elementos de otros mitos como el corpus artúrico, incluyendo armas como Excalibur, además de explorar la relación de Eric Brooks con Jac Falsworth.
Tardarán poco en volver a necesitarse sus servicios al otro del lado Atlántico, en este caso, en las series mutantes de Marvel. “La maldición de los mutantes” (2010-2011) vuelve a emplear un recurso narrativo propio de Wolfman durante los años más exitosos de La tumba de Drácula. La irrupción de un nuevo y poderoso vampiro, Xarus, obligará a la Patrulla X a barajar seriamente resucitar a Drácula para usarlo como fuerza de contención, chocando con la oposición de Blade, quien vuelve a tener interesantes escenas con Lobezno, puesto que ambos comparten la condición de antihéroes.
De entre todas las apariciones, sobresale el empleo que realiza de él Ál Ewing en las páginas de Los poderosos Vengadores vol. 3 (2013), donde la trama en distintas épocas permite usar a iconos afroamericanos como Luke Cage, Hermano Vudú o el propio Blade, con un juego metaficcional en la década de los setenta. Al igual que ocurre con Lobezno, la longevidad de Eric Brooks permite emplear frecuentes flashbacks donde la propia biografía del cazador permite que tenga coherencia.
Empleado frecuentemente por el Doctor Extraño para casos que requieran de sus peculiares habilidades, les volveremos a hallar en Deadpool: Dracula´s Gauntlet (2014). En la antesala de sus exitosas películas, Deadpool protagoniza en estas páginas una mini-serie que se burla de las convenciones del género terrorífico. Contratado para llevar una nueva consorte a Drácula, Shiklah, el encargo se irá complicando en una dinámica narrativa que, según palabras del guionista Gerry Duggan, beben claramente de Ruta suicida (1977) de Clint Eastwood. Blade haría su aparición en la saga, donde sus duelos con Deadpool están plagados de rupturas la cuarta pared y la dualidad entre el personaje/Wesley Snipes en un juego metaficcional irónico.
Aunque no goce de título propio, se constata durante esta fase que es una presencia con la que se cuenta para los grandes cruces y acontecimientos Marvel. Así, durante Imperio Secreto: Un mundo feliz (2017), tendrá su propia historia autoconclusiva a cargo del guionista Simon Spurrier y Wilfredo Torres. De igual forma que habían hecho Wolfman y Colan, el cazador se encontrará con un vampiro de aspecto infantil, aunque el desarrollo de la trama será bien diferente.
BLADE: ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO
El regreso a Marvel de un guionista como Victor Gischler, quien había actualizado la figura de Drácula en el universo Marvel y auspiciado las líneas maestras de nuevas sagas con los vampiros en este universo ficticio vaticinaba nuevas oportunidades para algunos de los personajes más vinculados al terror en la editorial. Así, en 2017 surgió la miniserie Espíritus de Venganza, la cual homenajeaba a los Hijos de la Medianoche, si bien el editor Chris Robinson buscaba un producto que escapase a los corsés noventeros o a aire crepuscular.
Johny Blaze (identidad civil del Motorista Fantasma), Satana, Hellstrom y Blade se ven forzados a unirse en una búsqueda que incluye materiales tan míticos como las treinta monedas de plata de Judas Iscariote. David Baldeón, dibujante de origen cántabro, logra un rejuvenecimiento en la estética de estos protagonistas, destacando por su forma de saltar entre géneros según quien llevé el peso de la escena del momento. Así, Blaze sumerge la atmósfera del cómic en un western clásico al estilo de John Ford, mientras que Hellstrom plaga las secuencias de referencias a la filmografía terrorífica de la Hammer.
Por su lado, Blade vuelve a conectar mucho con la versión brindada por Wesley Snipes, dentro de una trama donde Gischler utiliza muchos elementos propios de la obra cinematográfica de Sam Raimi, con un peso destacado de la saga Evil Dead o piezas como Arrástrame al infierno (2009). El juego ecléctico de los autores permite un soplo de aire fresco, mostrando que el concepto de Espíritus de Venganza podía tener alcance.
De hecho, Blade logra un importante impulso de la mano del guionista Jason Aaron, quien le incluye como miembro de Los Vengadores, cuya fama está en su punto álgido tras las películas realizadas por Marvel Studios. Quien le introducirá en la alineación será nada menos que Pantera Negra, personaje surgido de la imaginación de Stan Lee y Jack Kirby, monarca del imaginario reino de Wakanda y cuya reciente versión en la gran pantalla (2018) no escondía críticas a aspectos de la política social y de emigración llevada a cabo por la administración de Donald Trump.
Consciente de que un Dhampir podría quedar lejos de los niveles de poder de una formación que incluye a diosas y seres de gran poder, Aaron hace que los servicios de Blade sean imprescindibles por su conocimiento de los no-muertos. Territorios de Transilvania están resultando asolados de forma despiada por la Legión de os Sepulcrales, liderados por el misterioso Coronel Sombra, alguien dispuesto a destronar de forma definitiva a un Drácula distinto a cualquier otro presentado previamente en Marvel. Achacoso y con reminiscencias a la versión envejecida que dio Gary Oldman en la cinta de Coppola, se obligado a pedir humillantes asilos políticos en constante exilio. “La caída del castillo de Drácula”, “La Batalla por el trono de los condenados”, “Un puñado de sangre” y “El reino de los vampiros” son cuatro partes que revitalizan el mito a los tiempos modernos, incluyendo las tensiones generadas en la frontera de Rusia y Ucrania.
Como Wolfman antes que él, Aaron busca explorar los elementos más populares de su tiempo, incluyendo la serie Chernobyl (2019). Precisamente dicho enclave azotado por la tragedia será el escogido por un astuto Drácula para intentar un renacer de sus dominios, mientras su viejo rival Blade se consolida en uno de los supergrupos más populares de los cómics superheroicos. Se intuía que estos hechos marcaban una nueva aproximación de Marvel a lo sobrenatural y lúgubre.
Sin duda, un momento clave llegará en la Comic-Con de San Diego celebrada ese mismo verano, donde Marvel Studios anuncia las novedades de sus sagas cinematográficas dentro de la Fase 4, ya con el respaldo de éxitos como Vengadores: Endgame. Juno con continuaciones de personajes como Thor o los integrantes de Guardianes de la Galaxia, esta etapa parece querer rescatar a viejos iconos de la editorial como Shang-Chi, surgido de la época más efervescente de las artes marciales en el celuloide, y, nuevamente, Blade. También se filtra que el elegido para encarnarle será Mahershala Ali, actor avalado por sus aplaudidas interpretaciones en Green Book (2018) y series de prestigio como True Detective. Su variado registro actoral invita a pensar que podría ser la primera oportunidad de ver a un Blade más profundo en sus motivaciones y más próximo a la concepción de Marv Wolfman.
Esa oleada favorable propicia un número especial en julio de 2019 que permite que el guionista Marc Guggenheim retome el personaje de Blade. Tras reconocer que le quedaban proyectos inconclusos tras la serie anual, aquí cuenta con los dibujos de Dave Wilkins, profesional especializado en la industria del videojuego, conexión que se percibe en un nuevo cruce de caminos entre Blade y Lobezno. Retornado tras una importante ausencia, el regreso del mutante de las garras lleva a varios especiales donde comparte aventuras con otros colegas de la editorial.
Paralelamente, Jason Aaron, quien llevaba mucho tiempo también como principal responsable de la colección de Thor, decidió realizar planes a largo plago con la deidad nórdica de Marvel. Buen conocedor de la mitología vikinga e influenciado por el reciente éxito de la adaptación televisiva de la HBO de la saga Juego de Tronos, la saga “La Guerra de los Reinos” terminó involucrando en su última fase a todos los personajes de este universo ficticio. Un conflicto de proporciones gigantescas donde la Tierra se veía asolada por elfos, gigantes de hielo, demonios de fuego y una serie de amenazas de corte mágico, más propias del universo de Tokien que del configurado por Stan Lee y Jack Kirby décadas atrás.
En un clima de desconfianza de que esta clase de amenazas místicas pudieran retornar, se formaría una agrupación bautizada como Strikeforce. Tini Howard y el dibujante Germán Paralta contaron para ello con una heterodoxa alineación que combinaba a personajes realzados por las películas de Marvel Studios (por ejemplo, Soldado de Invierno) con iconos de la antigua línea de cómics de terror (como Daimon Hellstrom). Pronto, Blade se iría perfilando como el líder un conjunto con potencial para tornarse el más expeditivo de los que existen en la actualidad en los cómics, cuya llegada a España es inminente.
Irónicamente, el film de Blade en 1998 hizo renacer las posibilidades en celuloide del género superheroico, el mismo que ahora parece estar devolviéndole el favor, permitiendo a esta figura, eclético heredero de la Blaxploitation y los cómics de terror clásicos, volver a ocupar un lugar destacado en la industria de entretenimiento con su reboot cinematográfico proyectado para 2022.
Un camino plagado de obstáculos, pero que ha sobrepasado con creces incluso las perspectivas más optimistas de Marv Wolfman y Gene Colan décadas atrás en La tumba de Drácula.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo
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Bibliografía recomendada:
DÍAZ, L., LÓPEZ, E., MACHO, D. y REINA, F. (eds.), Biblioteca Grandes de Cómic: Drácula, Planeta DeAgostini, Barcelona, 2002-2003, vols. 1-18.
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Webgrafía:
CAPOTE PÉREZ, L. J., https://www.zonanegativa.com/hijos-de-la-medianoche/ [17/04/2018]