Reseña: Mi trabajo todavía no está acabado

by Windumanoth
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Mi trabajo todavía no está acabadoTítulo de la obra: Mi trabajo todavía no está acabado
Autor: Thomas Ligotti
Traducción: Marta Lila
Editorial:
Valdemar
Año de edición: 
2023
Extensión:
256 páginas
Encuadernación:
Cartoné
PVP:
25€ (papel)


Una reseña de Borja Criado.

El hilo conductor de las tres historias que componen Mi trabajo todavía no está acabado es la violencia laboral. En las tres, el escenario y coprotagonista es una empresa de dimensiones inciertas pero siempre en expansión, pues la expansión es la naturaleza de cualquier empresa:

Hay una tendencia natural, demente o no, de todas las entidades como la Compañía Blaine, o cualquier clase de negocio o gobierno, o incluso un individuo privado, de expandirse todo lo posible… de prevalecer en el mundo todo lo posible, ya sea convirtiéndose en una entidad comercial dominante o simplemente llevando pajaritas todos los días, imponiéndose así sobre las personas y cosas que los rodean, imponiendo lo que son o lo que creen ser sin tener consideración ni respeto por nada que no sea lo lejos que pueden llegar en el mundo y dejar su sello en él, extendiéndose incluso hacia otros mundos, gritando órdenes a las propias estrellas y reclamando el universo como suyo propio.

Esta violencia es ejercida por los encargados y superiores contra sus subordinados («los distintos supervisores de departamento, e incluso los altos directivos, operaban siguiendo un mandato que les exigía crear y mantener un ambiente de conflicto lleno de tensión entre los rangos más bajos de la compañía»), pero también por los empleados contra otros empleados, a veces motivados por sus superiores y otras por el ambiente asfixiante de las oficinas:

Recuerdo haber trabajado en una oficina donde la atmósfera de tensión se había extendido y agravado tanto que uno apenas podía ver más allá de unos cuantos pies en cualquier dirección […]. Lo que fuera que vieras, solo querías apartarlo de tu mente en cuanto fuera posible. Si no lo hacías, esa imagen de alguna parte de un rostro o cuerpo humano se te clavaba en el cerebro y quedaba asociada al estado ferozmente tenso y agitado en el que todos existíamos, iniciando así una serie de pensamientos y fantasías violentos en relación con ese globo ocular o par de labios, en especial si reconocías a la persona a quien esas partes estaban unidas y podías nombrar el objeto de tu ira asesina.

En estos relatos la única manera de luchar contra esta forma de violencia sicológica es la violencia física: en la novela corta que da título al volumen («Mi trabajo todavía no está acabado»), su protagonista, Frank Dominio, decide acabar con la vida de los demás supervisores con los que trabaja tras recibir una humillante negativa conjunta a su novedosa propuesta de producto con la que pretende que la empresa salga a flote. En la segunda historia, «Tengo un plan especial para este mundo», la violencia parece responder a una conspiración sin rostro o a una causa antropológica, como si lo natural fueran las muertes violentas que se suceden día tras día en la ciudad.

La premisa de «Tengo un plan especial para este mundo» es sencilla: el propietario invisible de una empresa nacional traslada las oficinas a los suburbios de una ciudad ahora conocida como la Ciudad Dorada, antes conocida como la Ciudad del Crimen. La ciudad está cubierta por una niebla amarilla cuya densidad parece estrechamente relacionada con la multitud de asesinatos que se cometen en ella. Al principio los asesinatos se cometen brutalmente contra directivos y supervisores de la empresa, después desaparecen aquellos empleados que deciden dejar la empresa o que investigan la desaparición de otros empleados, que son sustituidos por los vagabundos que duermen entre la niebla amarilla.

Thomas Ligotti

Ni el bien ni la esperanza tienen cabida en este libro: conforme Frank Dominio avanza en su venganza a lo largo de la primera historia, más le devora la oscuridad por dentro y por fuera, que cobra densidad en el cielo hasta tragarse las estrellas. Las formas que adopta la venganza de Dominio repasan la iconografía propia de la literatura de Ligotti: diners suburbiales, ruinas modernas, la carcasa exterior y los espacios interiores de un almacén abandonado un sábado por la tarde, «zonas de la ciudad que habían pasado de la pobreza al abandono, del abandono a la ruina y de la ruina a los últimos estadios de degeneración al borde de la desaparición de este mundo», disfraces y suministros de un teatro, una Feria de Otoño, una pareja de detectives de homicidios (White y Black) que parecen recién llegados de resolver un suicidio en Esperando a Godot.

Los relatos de este escritor agorafóbico conducen a la sola conclusión de que la identidad es absurda y ridícula y todo intento por prevalecer está abocado al fracaso:

La persona que pronunció estas palabras era alguien conocido en la oficina como el Hombre de la Pajarita, un apodo que se mereció por su afición a llevar dicha prenda decorativa a diario. Parecía disfrutar de la distinción que le otorgaba llevar una amplia variedad de pajaritas, en lugar de corbatas rectas normales, o ninguna corbata. Aunque posiblemente existían millones de hombres en el mundo que también llevaban pajarita como marca de distinción de sastrería, él era el único de las oficinas de la Compañía Blaine que lo hacía. Esta práctica le permitía expresar un modo de identidad personal, por muy trivial e ilusoria que fuera, como si tal cosa pudiera lograrse adornándose simplemente con una prenda concreta o incluso mostrando rasgos de personalidad concretos tales como unos modales reservados o un alto nivel de inteligencia, cualidades todas estas compartidas por millones y millones de personas del pasado y del presente, y que seguirían exhibiendo millones y millones de personas en el futuro, haciendo el esfuerzo de perpetuar un sentido nítido de una identidad diferente a la de otras personas o criatura, o incluso objetos inanimados, pero sin llegar a más que una farsa absurda.

En Ligotti, la trayectoria profesional se convierte en metáfora del autoengaño que es el libre albedrío, una de las temáticas en las que profundiza su ensayo La conspiración contra la especie humana:

La mayor parte del tiempo creemos que estamos cumpliendo nuestras propias agendas, que seguimos instrucciones que proceden de nuestros cerebros… o “de arriba”, casi nunca de abajo, excepto tal vez en esos ejemplos estrictamente legendarios en los que algún pobre idiota cree que ha hecho un pacto con el demonio.

No hay mayor fraude humano que la conciencia, una suerte de anomalía biológica que lo sobrenatural pone siempre en entredicho en la obra de Ligotti. Existen indicios y rastros materiales del horror ahí fuera, entre los callejones y las sombras, entre las ruinas urbanas y las ventanas apagadas de las oficinas ciclópeas que se alzan en la noche, pero en algún momento descubrimos que algo más oscuro y más denso y terrorífico se esconde en nuestro interior.

La gente no sabe y no puede enfrentarse a las cosas que ocurren en este mundo, pesadillas secretas que sufren millones todos los días… y la insoportable paradoja, la pesadillesca obscenidad de ser algo que no sabe lo que es y que, sin embargo, cree que sí lo sabe, algo que de hecho no es nada más que una partícula diminuta que forma el cuerpo del Gran Cerdo Negro Que Retoza en un Gran Río de Negrura, que ante nosotros aparece como amaneceres y rascacielos, como todos los eventos encadenados del pasado y el hecho de desencadenarlos en el futuro, como cumpleaños y funerales, como satélites y móviles y cohetes lanzados al espacio, como naciones y pueblos, como las leyes de la naturaleza y las leyes de la humanidad, como familias y amigos, como todo, incluyendo estas palabras que escribo.

La voz de sus protagonistas es obsesiva, reiterativa, maníaca, parecida a la de algunos personajes de Poe, como la voz que nos narra «El corazón delator» o «El gato negro», pero también a esa voz excesiva, reiterativa, agotadora que empleaba Thomas Bernhard en sus novelas. Y al igual que Bernhard y Poe, también Ligotti escribe ficción como quien pone en práctica un ensayo filosófico. Ya en este libro publicado originariamente en 2002 se perfilan el estilo y las ideas que más adelante reencontraremos en Teatro Grottesco y en La conspiración contra la especie humana:

Y los días seguían sucediéndose y uno se hacía mayor y nada de todo aquello parecía poseer ni un ápice de importancia o sustancia. Finalmente, echando la mirada atrás a toda tu vida laboral en el lecho de muerte, te quedarías exclamando: “¿De qué iba todo esto!” [En este sentido, el mundo de la compañía reflejaba el propio mundo, que en ocasiones lograba escenificar un primer acto enardecedor y quizás incluso proporcionar unas cuantas escenas interesantes de un segundo acto antes de degenerar en la pesadilla de un dramaturgo, en la que los actores o bien destrozaban sus diálogos o los olvidaban por completo, el escenario se derrumbaba, los decorados fallaban y la mayoría de la audiencia abandonaba el teatro durante el descanso].

Mi trabajo todavía no está acabado

Completa Mi trabajo todavía no está acabado un guion de Expediente X que Ligotti coescribió con Brandon Trenz y que nunca lograron vender, pero del que existe una versión ilustrada. Mulder y Scully deberán resolver la extraña muerte de un agente del FBI a manos de un maniquí, relacionada con los anuncios comerciales de madrugada de una línea telefónica psíquica. Las pesquisas les conducirán hasta la decrépita e ilusoria ciudad de Crampton, donde encontrarán a un viejo conocido de Mulder, quien les pondrá al tanto de lo que ocurre.


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