Howard Phillips Lovecraft ha quedado en el subconsciente colectivo como una figura esquiva. Un recluso. Un paria que rechazaba todo contacto con el mundo. Aunque no es del todo mentira, esta visión forma parte del mito del escritor. ¿Cómo no lo íbamos a imaginar encerrado en una oscura biblioteca rodeado por los tenebrosos secretos de sus Mitos?
La realidad es diferente. Lovecraft fue un viajero incansable. Mantuvo una correspondencia muy activa con otros escritores y, además, solía visitarlos con frecuencia. En contra de esa leyenda de recluso, no se limitó a visitar a sus compañeros de Nueva Inglaterra, viajó a Florida, Nueva Orleans y Cleveland. De hecho, su ensayo A Description of the Town of Quebeck, es un diario de su visita a la ciudad y su trabajo más largo con 136 páginas.
UN VIAJERO ENTRE MUNDOS
Lovecraft, al contrario que la mayoría de nosotros, tenía una habilidad ilimitada para buscarse la vida y viajar. Desempleado crónico pero siempre viajando y rodeado de un panteón de amigos. Su correspondencia fue la más prolífica del siglo XX entre los escritores. Lovecraft, de alguna manera, era capaz de disfrutar de un estilo de vida muy superior al que podría permitirle su pobreza.
Esos amigos, quienes a menudo recibían correcciones y reprimendas de su puño y letra, también recibían con alegría las visitas del viejo caballero de Providence.
Fue en esas cartas en las que apareció por primera vez el nombre de «Bob Dos Pistolas», el apodo cariñoso que le puso a su protegido Robert E. Howard. Otro personaje que debemos a esa correspondencia es el de Abdul Alhazred. El famoso poeta y demonólogo, el «Árabe Loco», fue el nombre con el que se llamaba a sí mismo en muchas de sus cartas.
EL CÍRCULO LOVECRAFT
Por suerte para la historia de la literatura de terror y la ciencia ficción, el círculo de amistades de Lovecraft creció y se nutrió de grandes plumas. Este grupo de amistades floreció en los que se llamó en Estados Unidos la «era dorada de la ficción».
Entre los nombres que formaron el Círculo estaban algunas plumas eminentes como Robert Bloch, autor de Psicósis. Robert E. Howard, su mejor amigo y creador de Conan el Bárbaro. August Derleth y Donald Wandrei, fundadores de la editorial Arkham House que se dedicaría a recopilar y publicar la obra del maestro.
También formaron parte del círculo Lovecraft el poeta Hart Crane, cuya obra El Puente Lovecraft adoraba. Clark Ashton Smith creador de Tsathoggua y de la misteriosa Zothique y Frank Belknap Long, primer biógrafo de Lovecraft y creador de Los Perros de Tíndalos.
Aunque hay mucho más nombres dentro de ese círculo, como Hoffman Price, Frietz Leiber o C. L Moore, todos aportaron algo nuevo a los Mitos.
Lovecraft no solo les invitó a participar en sus Mitos, sino que les dio total libertad para tratarlos como mejor les pareciera. A continuación, te dejo algunos de los mejores ejemplos de historias creadas por miembros del Círculo Lovecraft.
LOS MITOS AMPLIADOS, HISTORIAS DEL CÍRCULO LOVECRAFT
Los Perros de Tíndalos, Frank Belknap Long
Escrita en 1929, a Lovecraft le gustó tanto la historia corta de Long que la incluyó en una de sus propias obras, El Que Susurra en la Oscuridad, escrita en 1931.
Los canes que dan nombre al relato son bestias primordiales que habitan en los ángulos del tiempo y el espacio. Odian a los humanos porque habitamos en una dimensión temporal diferente, pues nuestro tiempo es curvado. Con una fuerte influencia por la obsesión de Lovecraft en la geometría «no-euclidiana», la historia se basa en extrañas suposiciones matemáticas.
Como muchas de las historias que forman parte de los Mitos, esta también ha influido en otras obras de la cultura popular. James Hetfield de Metallica, quién ha expresado su amor por la obra de Lovecraft se inspiró en esta historia, para escribir la canción All Nightmare Long.
La Piedra Negra, Robert E. Howard
Seguramente, la mejor historia sobre los Mitos de Cthulhu escrita por alguien que no fuera Lovecraft. La Piedra Negra fue publicada en 1931 dentro de Weird Tales.
En esta historia corta, el poeta Justin Geoffrey viaja a Hungría como parte de una investigación sobre ciertos obeliscos de obsidiana. Como es de esperar, se enfrentará a un terror desconocido.
Al contrario que muchos de los amigos de Lovecraft, jamás llegaron a conocerse en persona. Howard rara vez salía de su amada Texas. A pesar de eso, Lovecraft lo consideraba casi un alma gemela, por lo que le pesó muchísimo su muerte. El suicidio de Howard fue un golpe muy duro para el Rey de Providence, que tardó mucho tiempo en recuperarse.
El Relato de Satampra Zeiros, Clark Ashton Smith
Mientras que algunos de los escritores del Círculo Lovecraft llegaron a ser bastante conocidos por su cuenta, Clark Asthon Smith, un tipo muy creativo, autor de algunas historias realmente buenas, quedó relegado al olvido.
Lo peor de todo es que el propio Lovecraft lo consideraba mucho mejor que él mismo. En una carta de 1921 lo llamó el Baudelaire americano.
El Relato de Satampra Zeiros, también publicado en 1931 dentro de Weird Tales, introduce por primera vez en la antigua deidad Tsathoggua, descrita como un sapo negro y desproporcionado. Narrada en un estilo de alta fantasía, muy parecido al de Lord Dunsany, se trata de la arquetípica historia de un robo que se tuerce.
Tsathoggua pasará a formar parte de los Mitos. Más tarde, muchos escritores utilizarán esta deidad en sus historias.
El Vampiro de las estrellas (The Shambler from the Stars), Robert Bloch
Como él mismo ha dicho en muchas entrevistas: «a principios de la década de los 30 era un crío judío de un barrio pobre de Milwaukee que amaba las revistas pulp». Pero, al contrario que los pillos con los que se juntaba, Bloch aspiraba a convertir todas sus horas de lectura, en escritura.
En 1933 escribió una carta a Lovecraft. El autor respondió animando al joven escritor y ofreciéndole algunos buenos consejos. Bloch pagó su deuda con Lovecraft asesinándolo en su historia de 1935 El Vampiro de las Estrellas.
Lovecraft, divertido, contestó y asesinó a Bloch en su cuento de 1936 El Morador de las Tinieblas. Lovecraft dedicó la historia al joven Bloch. En ella aparece un personaje llamado Robert Blake que es de Milwaukee y que vive en la misma casa que Bloch. Blake muere en la historia, asesinado por uno de los horrores cósmicos de Lovecraft.
El Vampiro de las Estrellas es también una historia de horrores cósmicos. Centrada en un vampiro extraterrestre. Una criatura gelatinosa y tentacular que solo es visible mientras digiere la sangre.
Las Ratas del Cementerio, Henry Kuttner
Las Ratas del Cementerio, escrita en 1936 fue la primera historia que Kuttner vendió en su vida. Fue publicada en Weird Tales y es una de sus mejores obras.
La historia se ubica en Salem, Massachusetts y cuenta la historia de un ladrón de tumbas y una horda de ratas zombis que no pueden dejar de devorar los cuerpos del cementerio de la iglesia.
La historia le debe mucho a En La Cripta, escrita por Lovecraft en 1925. Kuttner, sin embargo, pronto rompería el molde lovecraftiano para escribir algunas de las mejores y más influyentes historias de ciencia ficción.
Como nota final, C. L Moore, esposa de Kuttner, escribió la maravillosa El Beso del Dios Negro, que muestra la influencia de Lovecraft, bajo el prisma de la particular mirada de Robert E. Howard en sus historias de espada y brujería.
EL CÍRCULO LOVECRAFT
Las amistades de Lovecraft no solo le acogían en sus casas y se carteaban con él. Todos han contribuido a ensanchar la sombra del maestro de Providence. Cada uno aportó su visión a los Mitos, los hizo más grandes.
Gracias a este círculo de verdaderos amigos, las obra de Lovecraft fueron rescatadas, clasificadas y publicadas. Sin ellos, muchos de sus relatos, sus cartas o sus ensayos jamás habrían llegado hasta nuestros días.
La correspondencia del Círculo Lovecraft no solo nos muestra cómo era Lovecraft en su día a día, sino que demuestra la gran influencia que tuvo entre sus allegados.
2 comments
Buen artículo, Jaume.
Uno de mis relatos favoritos de Clarck Ashton Smith es Estirpe de la tumba, para mí otro fundamental de los mitos en su parte «gulesca».
Saludos.
De hecho, lo asombroso es que no sólo se enviaban cartas, sino también se prestaban libros de sus bibliotecas personales y se prestaban unos los manuscritos de otros para hacerse sugerencias y correcciones. Hoy en día eso es impensable, pero en aquella época imperaba una mejor voluntad.