Redactada por Pablo Concha,
escritor colombiano y colaborador literario en varios medios culturales.
Autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillas.
La editorial española La biblioteca de Carfax continúa sumando obras clave del terror moderno a su catálogo. En este caso, se trata de Bocadáver y otras autobiografías, una de las colecciones de cuentos de John Langan (1969), de quien publicaron hace unos años su aclamada novela El pescador, ganadora del Premio Bram Stoker a la mejor novela en 2016. A medida que avanzamos por sus páginas e historias, surgen presencias que nos rodean y nos respiran en la nuca: H. P. Lovecraft, Jorge Luis Borges, Stephen King o Peter Straub. Este último es una influencia palpable en el largo aliento de los cuentos, en la forma pausada de narrar; incluso una de sus obras maestras, Fantasmas (1979), con su famosa pregunta «¿Qué fue lo peor que hizo usted en su vida?» inspira directamente y da vida al relato Fuera de casa, vigilando a los cuervos.
Como el título del artículo indica, Langan toma elementos de su vida (como el fallecimiento de su padre, el lugar de procedencia de sus progenitores, la afición a la pesca de su hijo menor y su amistad con otros autores de terror) para contar/tramar historias que enrarecen estas vivencias y transforman esta suerte de autobiografía en algo monstruoso.
Langan es autor además de la novela House of Windows (2009), y de los libros de cuentos Mr. Gaunt and Other Uneasy Encounters (2008), The Wide, Carnivorous Sky and Other Monstrous Geographies (2013), Sefira and Other Betrayals (2016) y Children of the Fang and Other Genealogies (2020).
A continuación, una charla que tuvimos.
Tu novela El pescador está vinculada con algunos de los cuentos de Bocadáver, ¿sabías antes de empezar a escribir que ese universo iba a estar presente en estas historias?
No lo sabía. Fue algo que ocurrió mientras escribía cada historia; en cierto punto, me di cuenta de que la narrativa que estaba construyendo podía estar vinculada al universo de la novela de una manera que contribuiría a darle a la historia un sentido de misterio, de cosas que se extienden más allá de los márgenes de la narrativa. Esta revelación, por así decirlo, se había estado desarrollando en mi ficción durante los años en los que trabajaba en la novela, comenzando con historias que aparecieron en mi segunda colección de cuentos, The Wide, Carnivorous Sky, y continuando a través de historias incluidas en Sefira y Children of the Fang, respectivamente. Las influencias que alimentaron este desarrollo en mi escritura son muchas, desde el trabajo de mi buen amigo Laird Barron hasta la ficción de Stephen King, y desde los libros del ciclo de Albany de William Kennedy hasta la mitología de Yoknapatawpha de William Faulkner. Oh, y no olvidemos el círculo de Lovecraft.
¿Los lectores que no han leído El pescador podrán disfrutar de igual forma con estos cuentos de Bocadáver?
Por supuesto, porque el enfoque de cada historia no son los elementos que pueda compartir con la novela, sino la respuesta psicológica y emocional de sus personajes a la situación particular que enfrentan. Cualquier conexión con la novela o con otras historias ambientadas dentro del mismo universo es como la guinda del pastel.
¿Podría pensarse en el territorio representado en El pescador (el océano negro, la ciudad oscura, etc.) como algo similar al mundo que Stephen King creó para los libros de La Torre Oscura? ¿Algo para volver y explorar en otras historias?
Sí, absolutamente. Aunque no tengo un personaje equivalente a Roland de Gilead ni una amenaza para mi universo que sea igual a la amenaza para la Torre Oscura. En ese sentido, el territorio (hermosa palabra) es más un entorno y un contexto que un motor de la historia en general. Me resulta interesante que mi primera novela, House of Windows, no proliferara de la misma manera. Hay algunas historias más que tengo planeadas en ese contexto, pero no tantas como las que imagino para el mundo de El pescador.
King es una de las influencias importantes en este libro y así lo mencionas en las notas finales. ¿Cuál es la enseñanza que te ha dejado su obra? ¿Lo más valioso que rescatas?
Amo profundamente el trabajo de King; junto con Peter Straub siguen siendo el corazón de mi ficción. La lección fundamental que ambos me enseñaron fue hacer el trabajo con integridad, tomarlo en serio y dar lo mejor de ti, poner todo lo que tienes adentro en tu escritura. No estoy seguro de que haya una lección más importante para mí como escritor. Hablando en términos técnicos, King me enseñó la importancia de permitir que los eventos de una narrativa tomen el tiempo que necesiten para desarrollarse, y junto con eso, de manejar el ritmo de una historia, que yo pienso en términos de su ritmo interno. El resultado, creo, es una sensación de plenitud, de que la historia se permita extenderse más allá de una acción singular estrechamente enfocada hacia un evento que florece en un período de tiempo más largo. Una de las primeras reseñas de mi segunda colección de cuentos la describió como un libro lleno de novelas, y creo que fue a este aspecto de mi trabajo al que se refería el crítico.
¿Cuál es tu libro favorito de King?
En cuanto a novelas, probablemente siga siendo Cementerio de animales; aunque Revival ocupa un sólido segundo lugar. También amo sus libros de cuentos, especialmente El umbral de la noche y Skeleton Crew.
Me gustó mucho el guiño a Fantasmas, de Peter Straub, en «Fuera de casa, vigilando a los cuervos», con esa pregunta icónica que pone en marcha la confesión con la que arranca el cuento. Tengo entendido que lo conociste y llegaste incluso a frecuentar su compañía. ¿Cómo lo recuerdas?
Lo recuerdo como un hombre encantador y cálido, que era acogedor y apoyaba a los nuevos escritores. Era ferozmente inteligente y, cuando dirigía su atención hacia ti, sentías que estabas siendo escuchado, percibido. Él fue un gran defensor de mi primera novela, House of Windows, y tengo un recuerdo vívido, aunque ligeramente surrealista de estar frente a él en una mesa de bocadillos en la Convención Mundial de Horror de 2011, explicándole el origen de la novela. Más que casi cualquier otro escritor que pueda mencionar, amplió los parámetros de lo que podría hacerse en una narrativa de horror. Lo releo de manera regular y siempre encuentro algo nuevo en su obra. Lo extraño mucho, echo de menos su presencia en el mundo. Me frustra más de lo que puedo expresar que su última novela permanezca inédita, debido a la falta de visión y estupidez de su editor.
¿Libro favorito de Straub?
Creo que la combinación de Fantasmas y La tierra de las sombras, que leí uno tras otro y luego releí durante años, tuvo el mayor impacto en mí como escritor. Sin embargo, últimamente he vuelto a La garganta, y creo que puede ser su obra más destacada.
«Ancla» fue mi cuento favorito de Bocadáver y me sorprendió descubrir que gran parte se basara en sucesos reales, y que incluso Laird Barron fuera un personaje en la historia. Hay algo hipnótico en la forma como se desenvuelve la narración que quizá no está en otras historias y que hacen de esta algo memorable. ¿Cómo lograste esa voz que va contando la historia?
Creo que diste en el clavo con la palabra “desenvuelve”. La gran mayoría de las narrativas de terror transcurren en un período de tiempo relativamente limitado. Muchas convenciones del género parecen fomentar un marco narrativo más comprimido, incluso si la historia contiene elementos del pasado distante. Con «Ancla» quería escribir algo que ocurriera a lo largo de la amistad de toda una vida entre estos dos escritores. Quería mostrar los efectos de los eventos extraños de la historia mientras se repetían a lo largo de las décadas. Hace algunos años, durante una lectura en Providence, Rhode Island, el crítico S. J. Bagley me comentó que el tema subyacente de mi obra es el tiempo. Su observación me atravesó como una flecha y me dejó paralizado. Suponiendo que tenga razón (y creo que al menos en parte la tiene), con probabilidad se deba a leer mucho a Faulkner y al poeta y novelista Robert Penn Warren. Además, cualquier éxito que tenga la historia sin duda también se debe en gran medida al amor y cariño que tengo por mi querido amigo Laird.
Descubrir a Borges fue tan significativo para mí como descubrir a Kafka
Otra sorpresa fue encontrar la mención a Borges en «Lo que se pierde, lo que se deja ir» y saber que había sido una influencia para ti. ¿Recuerdas cómo llegaste a él?
Sí, fue durante mis años universitarios en SUNY New Paltz, a finales de los años ochenta o principios de los noventa. Creo que me encontré con su nombre porque había escrito una historia que era una respuesta a la ficción de H. P. Lovecraft. No pude localizar la historia de inmediato, pero encontré un libro de bolsillo con sus cuentos en una librería local y lo compré. Este contenía historias como «El Aleph», «Funes el memorioso», «El jardín de senderos que se bifurcan», «La biblioteca de Babel» y «Pierre Menard, autor del Quijote». Descubrir a Borges fue tan significativo para mí como descubrir a Kafka, ya que cada uno trabajaba dentro de los amplios parámetros de lo fantástico, pero de una manera radicalmente divergente de lo que estaba acostumbrado en la ficción de King y Barker. Además, estaban envueltos en un velo de respetabilidad literaria que me permitió estudiarlos sin ganarme las miradas despectivas de mis profesores.
¿Hay algún otro escritor latinoamericano que hayas leído con pasión o que te interese?
¡Unos cuantos! García Márquez, cuyo El amor en los tiempos del cólera es uno de mis libros favoritos; Crónica de una muerte anunciada y La mala hora los he vuelto a leer una y otra vez; Carlos Fuentes, cuyas Aura y Vlad también he leído repetidamente; la poesía de Neruda; los cuentos de Bolaño, de Carpentier y la fantástica Mariana Enriquez, cuya Nuestra parte de noche creo que es una obra maestra. Recientemente, los libros El criadero, de Gustavo Abrevaya, y La vida secreta de los insectos, de Bernardo Esquinca, también me han cautivado.
Los escritores Paul Tremblay y Laird Barron son nombres que se repiten en las notas finales del libro. Me parece genial que ustedes sean camaradas y se apoyen mutuamente. ¿Cómo han influido estas amistades en tu escritura y en la manera de afrontar un texto? ¿Hay algún tipo de competitividad entre ustedes?
Los tres nos unimos por un mutuo aprecio y respeto por el trabajo de cada uno, lo que ha crecido hasta convertirse en unas de las amistades más importantes de mi vida. Creo que cada uno de nosotros ha seguido caminos lo suficientemente distintos como para no influirnos mucho a nivel de estilo, pero compartimos bastante en términos de haber crecido leyendo a escritores como King, Straub y Barker, y viendo las películas de John Carpenter, Tobe Hooper y Wes Craven; sin mencionar que llegamos a la mayoría de edad durante los últimos años de la Guerra Fría, el Pánico Satánico y la pandemia del SIDA. A estos influjos y experiencias comunes hemos añadido nuestros intereses e influencias individuales: en el caso de Paul, el punk rock y la ficción de autores como Kurt Vonnegut y Stewart O’Nan; en el de Laird, el entrenamiento en artes marciales, los juegos de guerra como Dungeons and Dragons y la obra de autores como Cormac McCarthy y Roger Zelazny. No diría que haya una verdadera competencia entre nosotros; más bien se trata de leer algo como The Pallbearers Club o «Tiptoe» y pensar «Diablos, tengo que mejorar mi juego».

John Langan
Ustedes son figuras ya reconocidas en la narrativa de terror en EE. UU., pero en España y Latinoamérica quizá no tanto. ¿Es raro tener reconocimiento en una lengua y ser todavía una especie de “autor nuevo” en otra?
Es un placer que mi obra sea leída en cualquier idioma que no sea el inglés. Los lectores de habla hispana han mostrado una recepción especialmente positiva hacia mi trabajo, lo cual es increíble y es algo por lo cual estoy sumamente agradecido.
¿Qué es lo más importante que debe lograr un cuento?
Creo que debería cautivar al lector de manera profunda y perdurar en su memoria.
¿Cuáles son tus libros de cuentos de terror favoritos?
Son muchos, demasiados… Sigo releyendo y aprendiendo de los cuentos de King, Straub, Ramsey Campbell, Steve Rasnic Tem, Lucius Shepard y Robert Aickman. Pero permíteme sugerir algunas colecciones más recientes: The Beautiful Thing That Awaits Us All, de Laird Barron; Ella dijo destruye, de Nadia Bulkin; Antisocieties, de Michael Cisco; Ghost Summer, de Tananarive Due; Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez; En ese infinito, nuestro final, de Gemma Files; Big Dark Hole, de Jeffrey Ford; Every Woman Knows This, de Laurel Hightower; Furnace, de Livia Llewellyn; Growing Things, de Paul Tremblay.
Por último, ¿cuáles son los escritores y escritoras que consideras que más te han influenciado?
Ya he mencionado a King y a Straub; a esa lista agregaría a Salman Rushdie, Robert Penn Warren, Flannery O’Connor, William Faulkner, T. S. Eliot, Robert E. Howard y Henry James. En las últimas décadas he estado leyendo y disfrutando cada vez más con la poesía de Robert Browning y las novelas de Charles Dickens.
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