La figura de Kang el Conquistador es una de las más atractivas dentro de la galería de villanos Marvel. Su origen reviste gran interés desde el punto de vista de la ciencia ficción, debido a su capacidad para moverse a través del tiempo, lo cual explica su fascinante (y confusa) biografía en la editorial durante décadas. Aunque la versión cinematográfica de Los Vengadores les ha puesto como némesis a Thanos, en los cómics originales del supergrupo ese papel es desempeñado por un antagonista que bebe de distintas figuras históricas (Alejandro Magno, Julio César, Napoleón, etc.).
LA BÚSQUEDA DEL PROFESIOR MORIARTY
Stan Lee diseñó la trampa perfecta para las investigaciones históricas sobre el surgimiento de una de las colecciones más emblemáticas del género superheroico. Siguiendo la leyenda ideada por él, todo comenzó con una partida de golf. Jack Liebowitz, editor de DC Comics, se encontraba jugando con Martin Goodman, amigo y competidor en la industria. El primero se jactó de las excelentes ventas que estaba cosechando la colección La Liga de la Justicia. A su regreso, Goodman, responsable de la editorial Atlas, futura Marvel Comics, dio órdenes a Stan Lee de ponerse con el género superheroico que estaba reverdeciendo sus laureles de la II Guerra Mundial.
La verdad quizás fue mucho más prosaica. Tal vez, Goodman se limitó a consultar las cifras de ventas. Por encima de todo, la clave es que Lee contaría con talentos como los de Jack Kirby o Steve Ditko, entre otros. Además, estaba harto de los vaivenes del negocio. Espoleado por su esposa, Joan Boock Lee, decidió despedirse por todo lo alto, haciendo lo que él quería y sin encorsetarse. La revolución había llegado: Los Cuatro Fantásticos, Spiderman, Thor, Iron Man, etc.
Por supuesto, muchas de esas figuras heroicas debían aliarse para sacar todavía más rédito. Lee y Kirby presentaron el primer número de un supergrupo conocido como Los Vengadores en 1963. Todo comienza con las maquinaciones de Loki, dios del engaño de Asgard, quien quiere utilizar la poderosa fuerza de Hulk para acabar con su hermanastro Thor. Rick Jones y su asociación juvenil, fieles camaradas del gigante verde, se dan cuenta de las falsas noticias que van difundiendo, por lo que intentan contactar radiofónicamente con Los Cuatro Fantásticos para aclarar el asunto. Los poderes de Loki lo impiden, pero no solamente Thor se verá atraído a la lucha con el monstruo: La Avispa, Iron Man y El Hombre Hormiga reciben la información accidentalmente, acudiendo.
Lo novedoso era que Lee y Kirby no formaron el grupo hasta la última viñeta, cuando se descubre todo el engaño de Loki. Destinados a afrontar las amenazas que individualmente sean insuperables, era el primer supergrupo en las viñetas que hacía a su público presenciar el nacimiento de la formación en directo. Desafortunadamente, Hulk apenas tardaría dos números en abandonar la escuadra, tras los malentendidos provocados por el Fantasma del Espacio, un estrambótico antagonista que suplantaba identidades y mandaba a sus víctimas al Limbo.
Apenas dos meses después, Lee aprovecharía la plaza vacante de Hulk para hacer volver del olvido al Capitán América, uno de sus héroes favoritos de los días de Timley Comics. Steve Rogers había permanecido criogenizado de forma accidental y estaba destinado a ser el alma de la colección. Con todo, Kirby y Lee sabían que el principal problema con un grupo tan poderoso era ser capaces de encontrar rivales a la altura. En los 4F, esa papeleta estaba solventada con el Doctor Muerte, una hábil mezcla de influencias como El fantasma de la ópera o El Hombre de la Máscara de Hierro.
Stan Lee y Jack Kirby buscaron aplicar la misma fórmula en The Avengers #8, publicado originalmente en septiembre de 1964, una aventura donde el supergrupo se mediría a un enigmático viajero del futuro que desembarca con el firme propósito de conquistar la Tierra. A lo largo de las páginas, el villano se declararía como el antiguo faraón Rama-Tut. Este personaje era conocido por su aparición en los 4F en octubre de 1963, cuando el cuarteto viajó al antiguo Egipto para medirse a un señor del Nilo que tenía una tecnología muy avanzada para su época. Ello se debía a que procedía del futuro en realidad. Tras su derrota, Rama-Tut sufrió un percance de regreso al año 3.000, su presente. Lejos de ser un problema, la nueva situación le permitió hallar un paraíso para sus ansías guerreras: una era apocalíptica de grandes armas y avances científicos hechos por generaciones anteriores, pero ahora en manos de una civilización humana primitiva.
Dotado de un fuerte carisma, el antiguo Rama-Tut adopta una armadura que está claramente inspirada en el modelo del Doctor Muerte. De victoria en victoria, va aplastando a toda oposición. Su nombre, como advierte Raimon Fonseca, no deja de ser una fusión de las palabras king (monarca en inglés) y el Khan utilizado por el temido caudillo mongol. Igual que le sucedió a Alejandro Magno, dominar todo lo que está a su alcance no le resulta suficiente y, fruto de su máquina del tiempo, se permite viajar al siglo XX para ponerse a prueba.
Pese a sus muchas ventajas, el invasor subestima a La Avispa y al joven Rick Jones, quienes se las ingenian para liberar al resto de Los Vengadores, forzando a Kang a una huida que todo el público sabe que es un mero preludio de una gran rivalidad.
Y es que Lee y Kirby publican simultáneamente otro cameo de Rama-Tut en el segundo número anual de Los Cuatro Fantásticos, donde se narra un breve encuentro entre el Doctor Muerte y el faraón. Ambos hombres especulan de forma simultánea, en uno de los diálogos más emblemáticos de Marvel, si no son incluso la misma persona en eras diferentes. Rama-Tut afirma que un antepasado suyo hizo el fabuloso invento de una máquina del tiempo y esa es la gran obra del antagonista predilecto del cuarteto liderado por Reed Richards.
¿Acaso Los Vengadores y los Cuatro Fantásticos compartían némesis sin saberlo? Ciertamente, la verdadera genealogía de Kang generaría controversia durante décadas, si bien parece innegable que el binomio Lee-Kirby quería convertir al tiránico viajero del tiempo en el Doctor Muerte particular del supergrupo más poderoso de su universo.
Sin que la propia pareja artística lo supiera, en Avengers #10 (noviembre de 1964) presentaron a un enigmático antagonista llamado Immortus, señor del Limbo, quien se alía brevemente con los Amos del Mal para poner a prueba al supergrupo. Antes de ser derrotados, la malvada hechicera Encantadora logró conjurar un hechizo, retrocediendo al pasado justo a tiempo para evitar la alianza de los Amos con Immortus.
Pese a ser aparentemente inconexos, todos esos primeros oponentes (Fantasma del Espacio, Immortus, Rama-Tut y el propio Kang) iban a ir tejiendo su destino alrededor de Los Vengadores de una forma indisoluble. Al fin, el título iba a encontrar a su profesor Moriarty particular a través del conquistador de centurias.
EL KANG MÁS CLÁSICO
Stan Lee tardó poco en ir variando la alineación de los Vengadores. Quitó a algunos de los pesos pesados del título, optando por traer a personajes menos conocidos y que necesitasen escaparate para el gran público. Pronto, quedaría únicamente el Capitán América comandando a un grupo de tres ex villanos con ganas de redimirse: Ojo de Halcón, La Bruja Escarlata y Mercurio, hermano de la anterior.
Lejos de bajar el nivel, Lee mantuvo contendientes muy poderosos para medirse al cuarteto. Lo que antes eran conflictos nivelados se convirtieron en luchas épicas por la supervivencia. Kang no tardó en aparecer en The Avengers #23, publicado en diciembre de 1965, trayendo a sus adversarios a su propia época futurista, exhibiéndoles ante uno de sus monarcas títeres, el rey Carelius. En realidad, Kang busca impresionar a Ravonna, hija del rey, quien le desprecia como un advenedizo y bárbaro soldado. Por primera vez, el incontenible luchador se ve presa de la angustia de no poder seducir a la aristocrática dama. Cuesta poco ver su paralelismo con el joven y prometedor Napoleón Bonaparte en la época jacobina intentando ganar la atención de Josefina de Beauharnais.
Fruto de las debilidades de su pasión por Ravonna, Baltag, uno de los generales más despiadados de Kang, deja de verle como un dios invencible y logra hacer prosperar una conjura contra él para usurparle. Pese a tener menos recursos, el depuesto líder logra liberar al supergrupo, ganándose el afecto de Ravonna. Baltag descubriría que no solamente bastaba con los recursos para ser un estratega invencible, aunque logra su venganza personal al atentar contra su antiguo amo; no logra matarle, pero su disparo hiere de gravedad a Ravonna.
No parece casual que, apenas un número después, Stan Lee fuerce la situación para un encuentro entre el cuarteto vengador en tierras de Latveria. Allí, el Doctor Muerte admite en su fuero interno que Reed Richards está a su nivel intelectual, sospechando que solamente hay alguien por encima: Kang, gracias a su tecnología. Volvería a preguntarse por su conexión, aunque en el flashback solamente sería Muerte quien llega a la conclusión de que pueden ser la misma persona, no siendo un diálogo al unísono.
Lee y Kirby van dando muestras de querer introducir a Kang en otras colecciones para no limitarle a Los Vengadores. Así, en The Mighty Thor #140 (mayo de 1967) narran un accidental encuentro entre el dios nórdico y el viajero temporal. El Hombre Creciente, invención del propio Kang, sería exhibido en este número donde Thor usa la fuerza de su Mjölnir para crear un vórtice alrededor de la máquina del tiempo de su enemigo.
Existe una pieza poco recordada, si bien da muchas de las claves de este complejo antagonista. El segundo número anual de Los Vengadores (1968) traza una ambiciosa historia de Roy Thomas. Tras usar la máquina del tiempo del Doctor Muerte para cerciorarse de que su compañero Bucky Barnes no sobrevivió a su última misión en la II Guerra Mundial, el Capitán América y el resto de los Vengadores vuelven al presente para descubrir una realidad distinta donde la formación original (Iron Man, La Avispa, Thor, Hulk y el Hombre Hormiga) nunca se separó tras la lucha contra el Fantasma Espacial.
Manipulado por un enigmático ser llamado el Centurión Escarlata, este quinteto se habría dedicado a contener a los otros seres superpoderosos del cosmos Marvel. Aunque logran desbaratar sus planes, El Vigilante, una de las grandes fuerzas alienígenas para mantener el equilibrio universal, borra su memoria del incidente una vez se restaura la línea temporal. Ello les priva de una información trascendental: el Centurión Escarlata es otra versión de Rama-Tut. Con todo, el hecho de que un futurible Kang utilice a los héroes y heroínas como fuerza opresora sería retomada en el futuro.
Thomas, discípulo aventajado de Stan Lee, era un estudioso de la historia de los cómics. A partir de octubre de 1969, utiliza la plataforma de Los Vengadores para una trilogía de cómics emblemáticos: su duelo contra el Escuadrón Supremo, una clara alusión a la Liga de la Justicia encubierta.
El pretexto para medirlos al Escuadrón es Kang, devuelto por todo lo alto a su condición de gran némesis. Se descubre que su amada Ravonna se mantiene en un estado de animación suspendida y que un ente primigenio del universo, el Gran Maestro, le plantea una apuesta mefistofélica, una especie de partida de ajedrez con campeones para cada jugador. Acostumbrado a dirigir destinos de planetas sin titubear con sus maniobras bélicas, Kang acepta. El hecho de que elija a Los Vengadores como sus paladines es un camuflado elogio que se evita al chantajearlos a través de uno sus mortíferas creaciones: el Hombre Creciente.
Pedro Monje, en la completa obra colectiva Avengers: Poder en la Tierra, subraya la importancia de esta saga para ir acercando el gran evento que todavía debería aguardar décadas: el cruce entre las dos grandes formaciones de DC Comics y Marvel. A pesar de que sus campeones triunfan, Kang será víctima de su propio egoísmo: prefiere malgastar el tributo de la apuesta para intentar aniquilar en vano a Los Vengadores.
Un intento novedoso de aproximarse al antagonista se nos presenta en las páginas de Hulk en el año de 1971. Roy Thomas hace reflexionar a Kang que una buena forma de conquistar el siglo XX sería suprimiendo a los primeros héroes. No obstante, sus intentos de utilizar al bestial gigante verde como peón en las corrientes temporales le llevarían a la derrota.
UN CULEBRÓN CÓSMICO
Tras haber estado bajo la firme tutela de Thomas, una asentada colección de Los Vengadores pasó a las manos de Steve Englehart, uno de los escritores de cómics más prolíficos y reivindicativos de la década de los 70. Baste pensar en la revolución que supuso su andadura con el Capitán América, obligando a Steve Rogers a vislumbrar las vergüenzas de una nación sacudida por el escándalo político del Watergate.
No obstante, en Los Vengadores exhibiría que podía ser también épico a la par que intimista. Entre otras sagas, para nuestro análisis sobresale el arco de La Madonna Celestial. Desde julio de 1973, Englehart fue presentando a una misteriosa joven vietnamita que viaja con El Espadachín, antiguo mentor de Ojo de Halcón, para ocupar un puesto en la formación del supergrupo.
Mantis encajaba dentro de la fiebre por las artes marciales que se estaba dando en Norteamérica, además de provenir de un país asiático que fue escenario de una cruenta lucha en el contexto de la Guerra Fría. Cuesta poco ver el vínculo con una de las series de moda del momento, Kung Fu (1972), puesto que la niña vietnamita es criada y educada en la destreza física por los monjes de Pama.
De forma muy detallada se va narrando el complicado origen de la misteriosa dama, revelándola como hija de Gustav Brandt, mercenario bávaro que había sido miembro del cartel criminal conocido como El Zodiaco. Fruto del reencuentro, Brandt, quien usaba el alias de Libra, termina traicionando a los suyos por ayudar a su hija. Según sus sospechas y vínculo con el equilibrio astral, hay un balance cósmico que depende de Mantis.
Es el momento del Giant-Size Avengers #2 (noviembre de 1974), el regreso de un Kang El Conquistador en todo su esplendor, quien ha descubierto que una mujer vinculada a Los Vengadores está destinada a ser la madre de una criatura de grandes poderes. Francisco Montiel Aguilera analiza esta rocambolesca búsqueda con el apelativo de “culebrón cósmico”, puesto que se da un triángulo amoroso entre La Visión, la Bruja Escarlata y Mantis, siendo las dos últimas firmes candidatas a ser esa Madonna Celestial.
Los Vengadores se verán obligados a confiar en un Rama-Tut que se muestra como una versión más madura del faraón. Cansado de ensangrentar los campos de batalla, retornado a su antiguo Egipto para ser un benevolente gobernante, termina preparando su sarcófago para despertar justo en ese momento de máxima urgencia e impedir los desquiciados planes de su yo-pasado. Aunque lo logra, lamentará no poder evitar la muerte de El Espadachín a manos de un desesperado Kang.
No serán las últimas apariciones del conquistador del futuro. Englehart incluso bromea a través de uno de sus personajes predilectos, La Visión, afirmando que empieza a ser una “monotonía” la presencia del antagonista. El guionista explota la capacidad de ir y volver del adversario, llevándole a usar a la Legión de los No-Vivos, un temible grupo de élite formado por héroes fallecidos, y también a una aventura en el Tombstone del Salvaje Oeste, donde intenta utilizar el siglo XIX como su cabeza de puente para dominar el XX.
Uno de los elementos más interesantes que deja Englehart es explorar la relación de Immortus y Kang. Aliados en un principio, posteriormente se revela que el primero es la última etapa de la compleja biografía del viajero temporal: habrá un momento donde Rama-Tut y el propio Kang se conviertan en el señor del Limbo. Incapaz de aceptar la derrota, El Conquistador que está asolando el Far West se inmola ante Thor en The Avengers #143 (vol. 1). Corría el año de 1976 y, aparentemente, todas las encarnaciones del villano desaparecían con él. De hecho, tardaría mucho tiempo en regresar.
Desafortunadamente, Immortus sí jugaría un papel reseñable en uno de los cómics más polémicos de la década, fruto de la conmemoración de los doscientos números de Avengers en octubre de 1980. Durante varios meses, Jim Shooter y David Michelinie habían creado suspense alrededor del misterioso embarazo de Mis Marvel/Carol Danvers. Con la colaboración de Bob Layton y el dibujante George Pérez, la trama conmemorativa se iba a convertir en uno de los momentos más infamantes del título.
El misterioso bebé crece con gran rapidez para revelarse como Marcus, hijo de Immortus, quien habría utilizado la tecnología disponible en El Limbo para encontrar una mujer terráquea lo suficientemente fuerte para albergarle. En la idea original, Michelinie había pensado en utilizar a la Inteligencia Suprema Kree como el villano detrás del embarazo, pero Shooter abortó el proyecto y se generó una improvisación perjudicial para la historia.
Lo más llamativo sería la pasividad de Los Vengadores, casi divertidos durante todo el parto de su compañera y poco inquisitivos cuando Marcus convence a Carol de marchar con él al Limbo. ¿No resulta sospechoso en un ente que es capaz de corromper voluntades? Chris Claremont, un año después, empezó a arreglar la premisa revelando la posterior muerte de Marcus y que, tal y como se sospechaba desde el principio, aquello había sido un secuestro y violación con manipulación mental. Esto marcaría un fuerte distanciamiento entre Danvers y la escuadra. El retorno de Kang parecía lejano.
Esta situación se agravó en 1981, verdadera oportunidad de oro de Kang para recuperar toda su popularidad. George Pérez recibió el encargo ser el ilustrador de un crossover entre Los Vengadores y la Liga de la Justicia. Con guión de Gerry Conway, se filtró que saldría a partir de 1983 con dos antagonistas fundamentales: El Señor del Tiempo (DC) y Kang (Marvel).
El Señor del Tiempo había hecho su primera aparición en febrero de 1964, unos meses antes que el propio Kang. Con todo, si tenemos en cuenta su versión como Rama-Tut, el primer viajero temporal con amplias ambiciones pertenecería a Marvel. El villano futurista de DC vivía amparado de las iras de sus adversarios de La Legión de Super Héroes por la Cortina de Hierro, una barrera temporal que le protegía en sus dominios. Este atractivo concepto parece provenir de la propia Historia Contemporánea, concretamente a la frase de Churchill sobre el Telón de Acero en la Guerra Fría.
Según recordaría el propio George Pérez, la trama era la clásica búsqueda de un objeto de enorme poder por parte de ambos grupos heroicos, manipulados por los villanos. Finalmente, resolverían la cuestión con una alianza. Roy Thomas y Len Wein, dos reputados conocedores de sendos universos ficticios, supervisarían los diálogos.
Con todo, Kang vería frustrado ese regreso por todo lo alto cuando Jim Shooter, el polémico editor Marvel de aquellos días, paralizase la cuestión. Para el recuerdo quedarían sus primeros lápices donde ya se intuía el fuerte protagonismo del conquistador. Pedro Monje lo resume mejor que nadie cuando afirma que, en 2003, se produjo al fin ese encuentro soñado JLA/Avengers, con el propio Pérez dibujando los guiones de Kurt Busiek y homenajeando en un flashback aquel duelo entre el Señor del Tiempo y su contrapartida marvelita que nunca se vio.
DINASTÍA
Secret Wars fue uno de los grandes eventos dentro del género superheroico. Una ambiciosa saga que se extendió a lo largo de 1985, trazada por Jim Shooter. Todos los títulos de este universo ficticio se verían implicados por sus acontecimientos. Un ser enigmático conocido como el Todopoderoso atraía a un planeta lejano a las grandes fuerzas de la Tierra para enfrentarlas entre sí. Entre bambalinas, todo el producto final se enmarcaba en el contexto de una operación de marketing de la editorial con la compañía de juguetes Mattel, dispuestas ambas a sacar una línea centrada en aquellos duelos.
Shooter dio un pequeño papel a Kang. En realidad, su aparición es fugaz y efímera en comparación con otros antagonistas, especialmente uno de sus posibles ilustres antepasados: el Doctor Muerte, quien llega a vencer brevemente al Todopoderoso.
Sea como fuere, el mero hecho permitió recordar la presencia del conquistador temporal. Apenas un año después, Roger Stern, uno de los guionistas con mejor conocimiento de la intrahistoria del supergrupo, haría de Kang el eje central de la trilogía desarrollada entre The Avengers #267-269. En ella, Stern permite al tándem de dibujantes formado por John Buscema y Tom Palmer recuperar a personajes como El Fantasma Espacial o el Estimuloide.
Stern revela a las acciones de un Kang principal agotado de las variantes que hay sobre su persona. De forma maquiavélica, utiliza un Consejo que se encarga de ir eliminando a los más indignos, sin que los otros integrantes se den cuenta de que son los siguientes en su lista de exterminio. Acompañado de su amada Ravonna, pretende utilizar el poder de Los Vengadores para eliminar a la copia más peligrosa que le resta.
“Sabía que Muerte era el hombre más astuto de vuestra época…un genio que, de tener ocasión, podría volver mi tecnología contra mí fácilmente”. A lo largo de un soliloquio de Kang, Stern da un nuevo giro al famoso encuentro de Muerte con Rama-Tut, señalando que el segundo admiraba y temía a partes iguales a la némesis de Los Cuatro Fantásticos. De cualquier modo, en esta trilogía se especula con que el desafío que lanzó el primer Kang contemplaba la posibilidad de medirse al señor de Latveria, siendo sorprendido por la irrupción de los recién formados Vengadores.
La revelación más importante llega cuando rememora su famoso duelo con Thor. El dios asgardiano lo sumergió en un remolino temporal que lo llevó al mismísimo Limbo, donde encontró la tecnología sofisticada de un aparentemente fallecido Immortus. Kang trajo así a Ravonna, aunque creó una realidad alternativa donde Baltag sí le asesinaba. Desde ese momento, se convenció de que debía acabar con aquellas paradojas.
Los tres números resultan una lectura enrevesada, especialmente porque el propio Kang, inconscientemente, está manipulado por Immortus, quien se ha convertido en el verdadero amor de Ravonna. Fruto de sus maquinaciones bizantinas, fuerza que su rival agarré la psicoesfera con todos los recuerdos de cada Kang que ha existido, dejándole enloquecido en el Limbo. Al igual que el Capitán América en el epílogo, la audiencia queda con la duda de si Immortus no es igual de despiadado que el conquistador.
QUO VADIS, KANG?
Bob Harras, uno de los responsables clave en Los Vengadores, llegó a señalar que la complejidad de Kang jugaba en su contra a la hora de intentar hacer algo novedoso con él. Únicamente Roy Thomas y Mark Gruenwald, dos profundos conocedores del universo Marvel, se atrevieron a ponerlo en la palestra a través de una saga cuyo nombre tenía resabios a la obra maestra de Orson Welles: Ciudadano Kang. Eduardo Salazar, estudioso de la trayectoria del villano, subraya que Thomas crea una nueva identidad para Kang plagada de nostalgia: Victor Timley, guiño nada disimulado a la editorial Timley, antecesora de Marvel.
Hay varios aspectos muy interesantes en esta revitalización. Se presenta Cronópolis, el alma del imperio de Kang, una fundación en la que ha puesto tanto empeño como Alejandro Magno con sus Alejandrías. Asimismo, los Anacronautas, claro guiño al mito de Jasón, los lugartenientes más próximos y capaces del conquistador. También se presentó a Nébula II/Terminatrix, quien se revelaría como una Ravonna resucitada por el Gran Maestro a espaldas de Kang tras su egoísta decisión. Para evitar que su oponente descubriese el engaño, dejó un duplicado de la princesa.
Recogiendo las semillas de su exitoso El guantelete de infinito, La guerra del infinito (1992) del creador Jim Starlin llevó a una breve alianza de Kang El Conquistador con el Doctor Muerte para un duelo de proporciones épicas frente a Magus y Warlock. Con todo, la trama cósmica se centra más en otros personajes.
Un año después, en 1993, Mark Gruenwald intenta presentar la historia definitiva a través de Objetivo Terminatrix, una trama donde vuelve todo el imaginario relativo al viajero temporal. Pese el meritorio intento, la aventura tuvo el hándicap de la prematura muerte de Gruenwald antes de finalizarla.
La década de los 90 supuso un claro cambio de tono en el global del género superheroico. El auge de antihéroes como Frank Castle o Spawn llevaba a ambientes urbanos sórdidos donde la violencia se aplicaba sin remordimientos. Los Vengadores no vivieron exentos a esta tendencia, siendo sumergidos por el escritor Terry Kavanagh en la saga que sería conocida como La encrucijada.
Kavanagh recogía una idea previa de Bob Harras, quien había tenido una sólida andadura en la colección. Concebía una distopía donde Kang había doblegado a Los Vengadores y, de hecho, tenía a su servicio a la prole del supergrupo. El atractivo concepto quedaría pronto abandonado por una trama muy violenta con asesinatos en las filas de los héroes por parte de un misterioso traidor que resultaría ser Iron Man. Miembro icónico del título, se revelaría que el héroe estaba controlado mentalmente por Kang desde hacía mucho tiempo. El conquistador haría acto de presencia en compañía de una versión de Mantis que sí habría aceptado su papel de Madonna Celestial con él.
De forma apresurada, la saga concluye, mediante los argumentos de Mark Waid, con la inmolación de Iron Man para evitar el triunfo de sus enemigos. Añorándole, se rescataría a un joven Anthony Stark para que le sustituyese. Eduardo Serradilla califica esta década con una sentencia de resabios shakespearianos: “Mucho ruido y pocas nueces”. En 1995 surge Heroes Reborn, un agresivo ejercicio de marketing que intentaría plantear un reinicio de personajes emblemáticos con aventuras de tono agresivo y sin continuidad que respetar. A lo largo de las páginas de Avengers: Poder en la Tierra, Serradilla critica cambios innecesarios en esta intentona de rebautizo: por ejemplo, Kang abandona el elegante guante de seda que esconde su puño de hierro para ser un villano más estándar.
CONQUEROR FOREVER
Kurt Busiek (Boston, 1960) se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera a las puertas del siglo XXI. Su conocimiento de los personajes Marvel era uno de los más respetados por crítica y público. Particularmente, su sociedad con George Pérez en Los Vengadores le estaba animando a ambicionar una historia a gran escala donde Kang el Conquistador iba a jugar un papel fundamental. De hecho, orquestaba que el supergrupo iba a verse en medio de un campo de batalla disputado por el villano frente a su yo-futuro: Immortus.
La editorial era consciente de ello y, a través de Tom Breevort, puso en conocimiento del escritor que Carlos Pacheco, artista español que sobresalía por su trabajo en X-Men, había dado a entender que quería un proyecto con los héroes más poderosos de ese universo ficticio. En lugar de sobrecargar a Pérez con más producción, ¿por qué no unir a Busiek y Pacheco en una serie independiente donde trazar aquella gran historia?
Era el germen de Siempre Vengadores, línea argumental que se inició en diciembre de 1998. En total, doce números que culminaron en febrero del año 2000. Al tándem creativo se unieron el entintador Jesús Merino y el argumentista Roger Stern. Ninguno de los implicados podía saberlo, pero iban a confeccionar una maxiserie memorable.
La acción comienza en la Zona Azul de la Luna, una de las áreas más misteriosas del cosmos marvelita. Los Vengadores llevan a un convaleciente Rick Jones ante la Inteligencia Suprema, prisionero de máxima seguridad de la agencia internacional S.H.I.E.L.D. Ente artificial dotado de las mentes más elevadas de su civilización, esta figura regía a la raza kree hasta su presidio. Pese a haber sido un adversario recurrente, el supergrupo debe recurrir a él en un intento desesperado de recuperar a Jones de su misteriosa dolencia.
Poco después de quedar a solas, el soporte vital que intenta proteger el cuerpo del joven es atacado por Immortus, quien observa con gran preocupación esa línea temporal. Irónicamente, Kang irrumpe en escena, protegiendo al amigo de sus adversarios, volviendo a reflejarse su negativa a terminar siendo Immortus, a quien ve refugiado en una erudita cobardía y humillado ante las palabras escritas de los pergaminos.
Indudablemente, Busiek mira a una saga en particular para encontrar su fuente de inspiración: La Guerra Kree Skrull monopolizó la andadura de los Vengadores entre 1971 y 1972. Roy Thomas guionizó una épica aventura galáctica donde el supergrupo intervenía en la despiadada contienda entre los retorcidos designios de la Inteligencia Suprema Kree y los no menos agresivos metamorfos. A pesar de su inferioridad numérica, los protagonistas conseguían sobreponerse y Rick Jones se revelaba, tras ser inducido a ello por los kree como una fuente de energía mental increíble, anticipo del poderío que alcanzaría la humanidad a lo largo de su futuro evolutivo.
Siempre Vengadores retomaría la cuestión. Immortus y su papel accidentado en el título quedaría plenamente justificado por su temor a que el homo sapiens sapiens acabase alcanzando esa cima que tuvo brevemente Jones, arrasando la galaxia y haciendo válida la máxima latina: “Crean un desierto y lo llaman paz”. Durante años, habría manipulado a Los Vengadores para alejarles con sutileza del camino espacial. En su benefactor propósito, les estaba privando del libre albedrío a cambio de resguardarlos de los poderosos Guardianes del Tiempo, seres que quieren erradicar a nuestra peligrosa raza.
Desesperado y de forma inconsciente, Jones es manipulado por la Inteligencia Suprema y Libra para invocar a distintos Vengadores de todas las épocas: un deprimido Capitán América tras el escándalo Watergate, el Hank Pym enloquecido con su personalidad como Chaqueta Amarilla frente a su versión más comedida (Goliat), un enigmático Capitán Marvel del futuro, Ojo de Halcón privado de sus mejores flechas o la ex villana Pájaro Cantor conforman una escuadra poco avenida. La única baza es la versión más madura de Janet Van Dyne/La Avispa, una carismática líder que incluso tiene mayor flexibilidad que Steve Rogers para enfocar una misión casi imposible.
Kang, por sus propios fines, terminará aliado con sus tradicionales adversarios en aras de frenar las bizantinas maquinaciones de Immortus. Los Vengadores descubrirán que Immortus ambiciona el Corazón de la Eternidad, poderoso objeto que sí permite reescribir la Historia. Aquellos viajeros en el tiempo inexpertos que van a otras épocas solamente crean nuevas corrientes alternativas, pero el curso principal de acontecimientos únicamente se reescribe a través de ese artefacto que el señor del Limbo torna en cristalino.
A pesar de perder su ciudad, Kang es exhibido en todo momento como un general que plantea una defensa digna del paso de las Termópilas. Igual que Napoleón poseía su Guardia Imperial, Carlos Pacheco recupera a los Anacronautas. Antes de caer, Kang logra que la heterodoxa alineación de Vengadores pueda huir en su primera máquina del tiempo con forma de esfinge, símbolo por excelencia del enigma.
Dos números se centrarían en las complejas personalidades de Immortus y Kang. El primero es analizado en Avengers Forever #8 (julio de 1999), donde se revelan las conjuras dentro conjuras realizadas por el personaje para controlar al supergrupo. “La historia secreta de los Vengadores” es un magnífico ejercicio de encaje de piezas por parte de Busiek y Stern, capaces de rescatar la antigua historia del Fantasma del Espacio para multiplicar al personaje en una serie de sirvientes atrapados en el Limbo que son usados como piezas de Immortus para evitar que los héroes y heroínas pongan sus miras en el espacio. Con diplomacia propia de los embajadores de Constantinopla, Immortus condiciona a otras civilizaciones espaciales para contener a la Tierra. Busiek y Stern logran incluso justificar una extraña aventura de Thor con el Fantasma Espacial y una amenaza no cumplida de Kang a los 4F tras proteger la escuadra a Mantis.
Fiel servidor de los Guardianes del Tiempo, Immortus aspira a salvaguardar a su admirado supergrupo, pero convirtiéndolos en su perro de presa, guardián de un limes por él mismo trazado. Kang, por su lado, lleva la voz cantante de Avengers Forever #9 (agosto de 1999). Refugiado en un recóndito lugar que la raza skrull llama el Gran Olvido, Carlos Pacheco diseña una especie de purgatorio alejado de ojos indiscretos donde el conquistador se evalúa a sí mismo. Siguiendo los pasos de Bonaparte en Santa Elena, Kang reflexiona sobre todas sus victorias y fracasos.
Nuevamente, se deja sin resolver su verdadera genealogía, pudiendo ser descendiente de Nathaniel Richards o de Víctor von Muerte. Busiek y Stern tienen en cuenta la labor de John Byrne en Fantastic Four #272 (1984), donde se reveló que el padre de Reed Richards diseñó la primera máquina del tiempo del universo Marvel. El repaso justifica los planes más alocados que se han visto de Kang a partir de su propia autocrítica. Habiéndose mostrado como un maestro del campo de batalla y un formidable estadista, un aburrido Kang deja la administración en manos de la eficaz Ravonna salvada por él mismo de su destino. Sin embargo, su pánico a terminar siendo Immortus le lleva, al fin, a encontrar un casus belli digno y un adversario a su altura.
Aplicando un eficaz divide et vinces, provoca que sus subalternos y burócratas se despedacen entre sí, recuperando el control de un imperio que ha dejado abandonado. Renunciando a la parte de su armadura que le permite transferir su cuerpo a otro, este Kang se decide a cruzar su río Rubicón particular en una lucha donde sabe que no habrá vuelta atrás a la hora de evitar terminar siendo Immortus. Kang se asemejaría más así a Julio César que a su sobrino-nieto Augusto, siendo un hombre de acción que prefiere conquistar su poder en el campo de batalla abierto.
Siempre Vengadores sigue constituyendo el momento de máximo esplendor del villano, cuya férrea voluntad de hierro le permite escapar de su hado shakespeariano, siendo fundamental en la victoria final de Los Vengadores. Por desgracia, como Steve Rogers se pregunta, en esa admirable personalidad indómita también se esconde la violencia y crueldad de un tirano que seguirá siendo un problema en el futuro para ellos.
LA GUERRA PRIVADA DE KANG
Tras una etapa excelente con George Pérez, Kurt Busiek empezó a trazar su despedida de Los Vengadores a través de una aventura que supusiera el broche de oro a su andadura. Desde marzo de 2001, fecha de The Avengers #38 (vol. 3), empezó a dar pistas de una gran contienda que se estaba preparando. Nuevamente, no dudó en utilizar a Kang, uno de sus villanos predilectos.
Usando la famosa metáfora de la espada de Damocles, nombre de la base de Kang, el estratega aguarda acontecimientos mientras siembra la discordia en la Tierra. Lanza un llamamiento a algunos de los más notorios supervillanos, prometiéndoles ser señores feudales de los territorios que conquisten bajo su nombre. A diferencia del impulsivo mariscal Murat, el Kang de Busiek sabe que los pueblos se unen ante ejércitos extranjeros que ocupan, pero combatir entre ellos genera distensión y debilitamiento.
En esta ocasión, su lugarteniente es un Centurión Escarlata muy especial, nada menos que su heredero al trono: el príncipe Marcus, quien se muestra como un excelente aprendiz de su progenitor, si bien irá sufriendo una creciente obsesión por Carol Danvers, la Capitana Marvel, una de las más aguerridas vengadoras a lo largo de la crisis.
Busiek muestra a un Kang pletórico, satisfecho por haber eludido su destino como Immortus, obsesionado con el legado a través de su hijo. Lejos de su apasionada relación con Ravonna, Marcus es fruto de una cuidadosa selección genética entre sus súbditas. Fruto de un adiestramiento que bebe mucho de la antigua Esparta, Marcus es un gran soldado que, al igual que Alejandro con Filipo, empieza a impacientarse por demostrar su valía en batalla.
Varias cuestiones perjudican a La Guerra de Kang, pese a su gran premisa, a la hora de aspirar a alcanzar todo su potencial. En primer lugar, una decisión tomada por Joe Quesada, editor de Marvel, quien canceló todos los crossovers entre colecciones tras Maximum Security. Ello perjudica al evento de Busiek, siendo impensable que se produzca una guerra de esas proporciones sin que tenga eco en las otras cabeceras.
Con todo, es una de las ocasiones donde mejor se han apreciado sus tácticas. Busiek parece beber de la célebre Línea Maginot para plantear las defensas europeas cuando Kang declare sin artificios que su primer asalto será a Francia. También tendrá un momento de satisfacción que fue negado a Napoleón y los mariscales del III Reich cuando vea al ejército ruso incapaz de ampararse en su número y el General Invierno.
Con todo, hay una pequeña fisura que se va abriendo en sus filas. La saga cierra el año 2001 con una portada que evoca el apasionado beso del capitán Rhett Butler y Scarlett O´Hara ante una ciudad de Atlanta en llamas, en los prolegómenos de la histórica batalla de Gettysburg. En este caso, la cubierta muestra dos posibles amantes: Carol Danvers y Marcus, un joven Centurión Escarlata que accede a brindarle su ayuda en los fríos bosques canadienses en una misión suicida. Y es que Busiek recurre a un villano clásico de Alpha Fight en los días de John Byrne: El Amo del Mundo, quien crea un muro de contención al estilo de Adriano para proteger a su continente, juzgando que Kang y los supergrupos se destrozarán en Europa.
Carol es uno de los personajes más fuertes en la guerra, previamente la vemos derrotar en combate singular al estilo galo al líder de una avanzadilla de desviantes por salvaguardar China. En esta ocasión, vuelve a ser la pieza clave para entrar en los dominios del Amo del Mundo, si bien cuenta con el poder adicional que le da la alabarda de un Marcus ansioso de impresionarla, aunque demostrando que es mucho más honorable que aquel pariente suyo que abusó y manipuló su confianza.
Pese a que Danvers logra ejecutar al Amo del Mundo, el resto de frentes son favorables a Kang. El general del Pentágono McGinty toma una medida desesperada: utilizar a los Centinelas, carísimo equipo de robots creado por el fanatismo antimutante como salvaguarda. El militar estadounidense no es consciente de que como Víctor Timely, su adversario ya tenía totalmente controlada la programación de esos destructores.
Eduardo Serradilla subraya la coherencia de un Busiek muy cómodo en la saga, hasta el punto de permitir a Kieron Dwyer secuenciar un cómic totalmente mudo donde se ve la capitulación obligada de la Tierra. En un acto lleno de simbolismo, Kang se niega a que ningún dirigente firme ese armisticio, reservando ese “privilegio” a Janet Van Dyne, líder de Los Vengadores, su verdadero enemigo. Entre medias, tal vez otro de los problemas de La guerra de Kang es que su guionista, ansioso de cerrar toda su andadura, busca resolver el complejo asunto de la Comprensión Trina, una misteriosa secta de la que llevaba dando pistas desde hacía meses.
En julio de 2002 llega el Waterloo particular de Kang. Aunque busca una caída honorable, el Capitán América no solamente le derrota en combate físico, también lamenta el baño de sangre que ha provocado. Convertido en prisionero de guerra en Montana, Kang se muestra feliz de su epílogo, quedando sorprendido por la irrupción de su hijo, quien se las ingenia para rescatarle. De forma triste, el retornado conquistador le lleva a un mausoleo que evoca a las criptas del linaje Stark en Invernalia. Revelaría a Marcus que era su vigésimo tercer modelo de heredero, el más perfecto e inteligente de cuantos ha tenido. Sin embargo, le termina apuñalando por la traición que cometió en Canadá, una afrenta que le había pasado por alto sin decirlo, pero que es imperdonable si él debe seguir su destino.
El epílogo resulta sorprendente y muestra una arista de Kang desconocida. “Muchos grandes hombres comienzan traicionando a sus padres”, confiesa sin rubor de una forma que Filipo II o Julio César habrían comprendido a la perfección. El Conquistador había diseñado toda la campaña para que fuera Marcus, su hijo y heredero, quien al fin triunfase en aquel lugar donde su progenitor no pudo.
REHENES DEL PRIVILEGIO
Michael Bendis arrasó los cimientos de una de las colecciones insignia de Marvel a través de Vengadores desunidos. De repente, el icónico supergrupo estaba desmantelado e incluso una de sus protagonistas más emblemáticas, La Bruja Escarlata, era responsable de ello. El editor Joe Quesada llamó a Allan Heinberg para guionizar Jóvenes Vengadores, un verdadero resurgir del título. Heinberg tenía amplia experiencia televisiva y buscó crear personajes nuevos que tuvieran vínculo con lo antiguo.
El instigador de ello es el joven Nate Richards, cuyo apellido ya brinda pistas del juego para el que pretende usarle Heinberg. Con un moderno traje de metal biológico, es una especie de versión juvenil de Iron Man que va encontrando asociados de su generación con el denominador común de tener una gran fascinación por Los Vengadores originales (Hulking, Asgardiano, Patriota, Kate Bishop, etc.).
Con el sobrenombre de Iron Lad, Nate esconde un terrible secreto. Y es que proviene precisamente de aquel año 3.000 donde surgió la peor pesadilla del supergrupo. Heinberg narra que ese chico estaba destinado a sufrir una terrible agresión que le hospitalizaría. En ese tiempo, se iría gestando en él un odio que le llevaría luego a ser Kang El Conquistador. Protegido por sus nuevos camaradas y algunos Vengadores clásicos, logra vencer a un poderoso robot y, eventualmente, incluso matar al villano.
Pronto, se descubre que una ausencia tan importante en la historia de la agrupación llevaría a terribles resultados. Inmolándose, este Iron Lad acepta volver bajo la tutela de su mal futuro, no sin antes pedir disculpas a sus protectores por los actos que terminará cometiendo. A destacar en esta pequeña e intensa aventura los diseños de Jim Cheung, quien trae una armadura de Kang siguiendo el modelo instaurado por Carlos Pacheco.
La entrega de rehenes fue una práctica habitual como solución diplomática para pactar treguas efectivas. En su juventud, Vlad III, más conocido como Vlad Tepes o El Empalador, fue enviado a tutela turca con su hermano Radu el Bello como garantías de su padre Dracul al poder del sultán otomano.
Tras el colosal cruce Avengers Vs. X-Men (2011-2012), parecía preciso que la editorial tendiera un puente de concordia entre los primeros y el colectivo mutante. Rick Remender recoge el guante de inmediato a través de Imposibles Vengadores, título donde Kang el Conquistador tardaría muy poco en aparecer, utilizando en su propio provecho las intenciones de los Gemelos Apocalipsis, empeñados en hacer una especie de diáspora de la raza mutante que la lleve a un paraíso celestial.
Uriel y Eimin son una pareja de hermanos fruto de la unión de dos mutantes poderosos como son Warren Worthington III/El Arcángel y la Jinete Ischisumi. Protegidos en la Ciudad Akkaba del Polo Norte, nadie contaba con que Kang haría irrupción en escena para lograr a dos rehenes que iba a usar como piezas del tablero de sus objetivos. Remender no duda en utilizar el término nórdico Ragnarok para plantear un verdadero Apocalipsis con los gemelos (con reminiscencias tanto a Rómulo y Remo como a Cástor y Pólux) buscando venganza contra su cruel tutor.
La saga planteada por Remender es interesante y bebe el espíritu de la magistral Días del futuro pasado diseñada por Chris Claremont y John Byrne, aunque queda algo alejada del círculo perfecto que supuso la de ellos. Asistimos al final de la Tierra tal y como la conocemos, además de utilizar a secundarios interesantes y que yacían en el olvido como el Doctor Muerte del año 2099, así como cameos de Marcus (que no tiene por qué ser el usado por Kurt Busiek) y el propio Kang.
El guionista de Imposibles Vengadores muestra a un conquistador muy convencido de que dominar a la prole de sus adversarios es la mejor manera de lograr sus propósitos. Así, secuestra la hija que tienen Janet Van Dyne y Alex Summers, dos de los pilares de los Vengadores en esa incierta línea temporal, para cerciorarse de la lealtad de ambos. Con la mayor parte del apartado gráfico bajo los lápices de Daniel Acuña, Remender consigue aplicar un botón reset a todo su desafío, aunque brinda a la unión Summers-Van Dyne un momento emotivo en recuerdo de su amor de la mano de Immortus.
Charles Soule, responsable del título Los Inhumanos, parece retomar esa práctica para brindar un triunfal regreso de Kang a finales de 2015. Afincados en el fabuloso refugio de Attilan, los llamados Inhumanos son un tipo de homo sapiens con el que experimentó la civilización kree, lo cual les hizo alcanzar un fuerte potencial evolutivo. Rayo Negro, su monarca en el siglo XX, fue el primero que contactó con la humanidad. La dinastía familiar del soberano inhumano es compleja, incluyendo a su desquiciado hermano Maximus, quien parece evocar la progresiva decadencia de la dinastía Julio-Claudia en estabilidad mental (Calígula, Nerón, etc.). Fruto de su unión con Medusa, Rayo Negro tendría a Ahura Boltagon. Debido al riesgo genético, la pareja lo tuvo en secreto y desafiando al Consejo de su pueblo.
Durante los ataques del poderoso Thanos a Attilan, un desesperado Rayo Negro tuvo que pactar con Kang, quien prometió custodiar al joven en su fortaleza y línea temporal segura. Los propósitos del conquistador no eran beatíficos y aprovecharía circunstancias posteriores para ser un despiadado y eficaz mentor en aras de convertir al príncipe inhumano en un señor de la guerra. Mediante los flashbacks de Steve McNiven, se ven que las enseñanzas incluyen ataques en Mesopotamia y conflictos contra los mongoles.
Soule sigue el modelo introducido por Kurt Busiek, únicamente que aquí, a diferencia de Marcus, Ahura llega a completar su proceso de enseñanza, traicionando a Kang y ocupando su puesto, no sin antes descubrir que los propósitos del tirano del futuro eran ir borrando minuciosamente las realidades alternativas de Inhumanos, a quienes juzga peligrosos. La fusión de Ahura Boltagon con los procedimientos es tan alta como la llegó a ser la de Flavio Aecio, futuro gran general de Roma, quien fue durante su juventud rehén tanto de godos como de los temibles hunos, aprendiendo mucho de las técnicas de lucha de ambos pueblos. La única objeción que podría colocarse a este interesante vínculo de Kang con Attilan es que se resuelve con mucha rapidez, incluyendo la redención de Ahura (cuyo nombre tiene reminiscencias a la divinidad suprema de la religión persa del zoroastrismo) para evitar que ese inquietante futuro se cumpla.
Sea como fuere, todo ello confirma que el villano sigue muy presente en la Marvel actual. Así lo pone de manifiesto Mark Waid, guionista que planta una ambiciosa historia de seis números con él para medirlo, otra vez, a Los Vengadores: Kang War One. La saga ocupa la mitad de 2016, contando con el dibujante Mike Del Mundo. Ilustrador con un toque muy singular, su estilo casi onírico y cartoon se adapta a la perfección a las aventuras mitológicas de Thor, además de tener mucho sentido en los viajes temporales.
Waid intenta dar una fórmula distinta al clásico conflicto: la Visión, poderoso androide y uno de los miembros más longevos de la formación, llega a la conclusión lógica de que Kang es un adversario demasiado peligroso que siempre puede rehacerse, usar su máquina del tiempo y volver con energías renovadas. Consciente de ello, intenta marchar al futuro para capturar a la futura némesis cuando era un bebé, sin informar a sus otros camaradas.
No solamente se vulnera uno de los códigos de honor de la escuadra; finalmente, lo único que logra la Visión es un contrataque despiadado de Kang que irá a por los nacimientos de los Vengadores de ese presente. Trama repleta de paradojas, una versión benigna del Centurión Escarlata salvaguarda a los héroes y heroínas en el Limbo para que se rearmen en una nueva lucha que llevará a escenarios como el templo de los monjes de Pama, claves en la saga de La Madonna Celestial. Tras regresar al bebé que se convertirá en el primer Kang en su hospital del año 3.000, Nadia Pym y los otros miembros seguirán un audaz plan de Sam Wilson para golpear al conquistador en las entrañas de su imperio.
Del Mundo hace su mejor esfuerzo en la cuarta parte, con su estilo casi cubista, para presentar la ciudadela que hace las funciones de centro logístico del villano. Una compleja red a través de las eras que incluye los diamantes preciosos del siglo XVII, las municiones de centurias por venir y una línea de suministros cuidada que honra el famoso símil del joven Napoleón en Italia cuando afirmaba que el racionamiento de un ejército debía tener los mismos cuidados que los de una mujer embarazada a su retoño.
Waid opta por afirmar que fueron las anotaciones prohibidas de Víctor von Muerte las que condujeron a este descendiente a Egipto. Rama-Tut tiene aquí motivaciones importantes que llevan a la obsesión con la inmortalidad: el viaje que narraron Stan Lee y Jack Kirby se debía a la fascinación de ese hombre del futuro por el culto a Osiris y descubrir si en las tierras del Nilo se logró vencer a la muerte. El repaso de sus grabaciones se ve interrumpido por el ataque directo de Los Vengadores, logrando una reflexión atípica en el poderoso conquistador: “Y por primera vez en mi historia documentada, tengo miedo”. Cambiando las reglas del juego, Waid permite a sus protagonistas utilizar el flujo cronal para arrinconar Kang, incluyendo el trabajo en equipo de La Visión con él mismo el futuro, con un androide que tiene todo el conocimiento que el otro adquirirá, en un juego similar al del señor Spock en Star Trek: Into Darkness (2013).
Cortando minuciosamente sus líneas de suministros y fortalezas vitales, pareciera que se da el golpe definitivo a una de las grandes pesadillas del supergrupo. Nada más lejos de la realidad, con Kang y Rama-Tut jugando un rol de secundarios de lujo en Infinity Wars (2019). Su vínculo con uno de sus posibles antepasados se mantiene intacto en la actual serie sobre el Doctor Muerte, donde el escritor Christopher Cantwell y el dibujante español Salvador Larroca han reservado a Kang un divertido papel de secundario de lujo, incluyendo un inquietante viaje al Far West donde ambos hombres saben que dependen de una contrapartida que les puede traicionar al mínimo descuido.
En la exitosa franquicia cinematográfica de Los Vengadores, Kang todavía no ha irrumpido, pero cuesta poco ver la esencia de Siempre Vengadores y las paradojas temporales en la afamada Endgame (2019), con Thanos desarrollando un papel muy similar al de un conquistador omnipresente en la historia de un supergrupo que sin él no podría entenderse.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo
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Bibliografía recomendada:
ALEXANDER, M., Lee & Kirby: The Wonder Years, TwoMorrows Publishing, Raleigh, 2011.
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Webgrafía:
AGUIRRE, S., https://www.zonanegativa.com/los-imposibles-vengadores-de-rick-remender/ [05/09/2014]