Título: Lavondyss
Autor: Robert Holdstock
Traductora: Cristina Macía
Editorial: Gigamesh
Año de edición: 2021
Encuadernación: Tapa dura
Extensión: 560 páginas
Precio: 28 € (papel) / 7 € (ebook)
Lavondyss es la segunda novela del ciclo iniciado en Bosque Mitago, la laureada obra de Robert Holdstock. Compleja, oscura y simbólica, la historia de Tallis nos lleva por un entramado de espacios que se superponen y líneas temporales que se retuercen. Aquí ya no podemos decir que las ideas hayan perdido frescor con los años, ni que no se haya exprimido el potencial de todo lo que encierra el concepto de «mitago». Lavondyss es más valiente, más poética, más elaborada, más imaginativa, más profunda, más filosófica, más onírica, más mística. En definitiva, Lavondyss mejora todo lo acertado y corrige todo lo fallado de su predecesora.
Falkenna tenía un segundo nombre: «el vuelo de un pájaro hacia una región desconocida».
EL ARGUMENTO
Recuperamos en esta obra el nombre Harry Keeton, el fiel y audaz compañero de Steven en Bosque Mitago. El piloto que sobrevivió a la guerra logra comunicarse con su pequeña hermana, Tallis, desde el mundo infinito y caótico que se esconde tras los árboles de Ryhope. La joven, creyendo atrapado a su hermano, comienza así su búsqueda, a través de los nombres y las leyendas que el viento que arrastra las hojas le susurra al oído.
No es necesario, sin embargo, conocer el bosque ni a Harry Keeton para sumergirse en la lectura de Lavondyss. Las referencias son constantes y la lectura siempre se antojará más placentera y completa si se ha pasado por las páginas de Bosque Mitago, pero, como decimos, no puede catalogarse como obligatoria. De hecho, con Lavondyss comprendemos que la primera parte de este ciclo no hizo más que girar alrededor del mismo concepto una y otra vez sin llegar a introducirse en él. Se quedó flotando en la superficie del lago en vez de sumergirse hasta el fondo.
El nombre le llegó tan de repente como le había llegado el miedo. Era el risco de Morndun. El nombre la estremeció; había en él una nota tenebrosa, el sonido de un viento de tormenta. Con el nombre llegó también una secuencia fugaz de imágenes y sensaciones: el sonido del viento soplando entre unas pieles estiradas sobre armazones de madera, el crujido de un carro pesado, las volutas de humo de una gran hoguera, el olor de la tierra recién sacada de una trinchera larga, una figura alta y morena de pie junto a un enorme árbol despojado de ramas.
Que no quiere esto decir que Lavondyss sea una novela que contente a todos los lectores satisfechos con Bosque Mitago. El estilo y la narrativa de Robert Holdstock cambian por completo. La precisión y la sencillez en la palabra se dejan atrás para dar lugar a un lenguaje elaborado, más rico en retórica y en los dobles sentidos. La narrativa, por otro lado, se acomoda a una historia que no solo se desordena cronológicamente sino que juega con los pliegues espaciotemporales del bosque que nunca termina. El peso de las leyendas, por su parte, se acrecienta junto con el de los símbolos para profundizar en las ideas y las posibilidades del mundo de los mitagos.
Llevaba bajo el brazo izquierdo un bulto de piel de lobos, y del hombro le colgaban unas máscaras ensartadas en un cordel; eran de corteza y muy antiguas, y estaban medio podridas. Sus rostros muertos entrechocaban cuando se movía, y las cuencas de los ojos y las bocas vacías le recordaban a Wyn las cabezas talladas en piedra que había visto en el largo viaje hasta aquel lugar de paz.

Robert Holdstock. Foto: Philippe Gindre
LA PROFUNDIDAD DE LOS DETALLES
Todo esto convierte a Lavondyss en una lectura densa que, más que invitar a una segunda vuelta, la requiere. Y no porque su trama sea incomprensible, sino porque merece la pena rebuscar en todos los recovecos que Robert Holdstock dejó en sus páginas. Podemos hacer lecturas desde la Biblia, la mitología griega o el folclore céltico e irlandés, aunque por los gustos y las declaraciones del autor nos deberíamos centrar, segura y únicamente, en las dos últimas.
Su segundo nombre remitía a algo más sereno, relacionado con una imagen inconsciente: «el movimiento de un salmón por los ríos de una región desconocida».
Leedlo todo con especial atención. Los nombres, las historias, los títulos y los subtítulos de los capítulos. Todo tiene su razón de ser. Robert Holdstock ha hecho de esta novela una mina de detalles. Apreciadlos, porque en ellos está el canto al mito, a la tradición oral, a lo sagrado de la naturaleza, al poder de la imaginación. Adentraos en el bosque para viajar hasta el mismísimo infierno en busca de respuestas.
Adentraos porque nos cuesta encontrar algo negativo a esta novela. Quizá la musicalidad de su prosa no está siempre presente, perdiéndose por momentos. Quizá podrían haberse añadido más historias y haber dado un paso adelante para dar una voz antigua a ese narrador con un lenguaje más arcaico. Pero solo son opiniones que poco valen cuando detrás de una obra hay tanta intención.
El Oyzin explotó y se dispersó en una lluvia silenciosa de hielo y nieve, de aves y plumas. Tallis se encogió. Las alas le golpeaban el pelo; los picos le picoteaban la espalda. Scathach agitó las manos para espantar la bandada frenética y espoleó el caballo, que salvó el arroyo de un salto, tropezó, se enderezó y galopó como un poseso hacia el refugio que ofrecía el bosque.
LAVONDYSS: CONCLUSIONES
Para terminar, no nos queda mucho que decir sin evitar destripes indeseados. Traducción de Cristina Macía (sí, la de Canción de hielo y fuego) con unas nuevas y magníficas cubiertas de la gran Emma Ríos, todo de la imprenta de Gigamesh. Desde aquí solo esperamos que continúe el homenaje a Robert Holdstcok y toda su obra. Lavondyss promete una excelente continuación del ciclo que nació con Bosque Mitago y demuestra la capacidad de su autor para progresar en la escritura y abordar el mismo concepto desde diferentes prismas.
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