Arcane: un cierre que abraza la dualidad

by Alister Mairon
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A principios de noviembre, Netflix ponía a disposición del usuario los tres primeros capítulos de la segunda temporada de Arcane. Con ella cerraba una de las series más exitosas (y caras) de la historia de la animación. Y ahora que la historia está completa, podemos analizar qué ha significado esta gran producción y si ha logrado cumplir con sus objetivos.

ANTEDECENTES

A finales del año 2021, Netflix nos sorprendía con Arcane, una apuesta arriesgada y sin precedentes en la plataforma. Mediante el uso híbrido de animación tradicional y 3D, Riot Games construyó un mundo hermoso. Un lugar irreal a la par que tangible donde cada fotograma es una obra de arte en sí mismo. No fueron pocos quienes se adentraron en los callejones sombríos de Zaun y las luminosas avenidas de Piltover y quedaron atrapados por esta apuesta estética preciosista.

Sin embargo, si bien su estilo la hace única, para muchos el gran atractivo de Arcane fue el trato dado a los personajes. Aquellos campeones del League of Legends se alejaron de las escuetas biografías que de ellos ofrece el videojuego para contar sus propias historias. Y es que como ya apuntamos en su momento, la serie se aleja de su matriz original para convertirse en algo con entidad propia. No es necesario haber jugado para disfrutar de Arcane, del mismo modo que conocer previamente a los personajes, tampoco entorpece la experiencia.
ArcaneSin embargo, si algo se le echó en cara a esta serie fue su alto nivel de complacencia. Pese a las buenas críticas y el más que satisfactorio sabor de boca dejado por la primera temporada, a muchos espectadores la experiencia les supo a poco. Sorprendía que una historia que había arriesgado en lo estético y apostado por dar vida a personajes carismático se contuviera en transgredir tópicos o enfocarse en temas que su propia esencia pedía.

Tal vez, por esa razón, esta segunda temporada despliega gran parte de aquello que pareció quedarse en el tintero. Y lo hace un modo fiel a la esencia que hace tan interesante a Arcane: pivotando entre dualidades, cooperativas o enfrentadas, que nos arrastran capítulo a capítulo hasta el esperado final.

ADVERTENCIA: A PARTIR DE ESTE PUNTO SE MENCIONAN ALGUNOS ASPECTOS DE LA SEGUNDA TEMPORADA

ARCANE 2 ES MÁS PUNK QUE SU PREDECESORA

Por su estética cyberpunk, especialmente acusada en Zaun, Arcane parecía estar destinada a mostrarnos la lucha de clases entre los míseros habitantes del Mundo Subterráneo y los acomodados ciudadanos de Piltover. Este conflicto, no obstante, quedó a deber durante la primera temporada, muy centrada en la gran ciudad del progreso. En contraposición a ella, la segunda temporada nos empuja hacia los suburbios.

Gran parte de la acción tiene lugar en Zaun, entre sus callejones pestilentes y los innumerables túneles. Porque los sucesos de la primera temporada han convertido ese lugar en un polvorín arrasado por las guerras entre bandas y acosado por un Piltover que clama venganza. Atrás han quedado los altruistas intentos de mejorar la vida de los menos favorecidos. Y cuando la bota pisa demasiado fuerte… Bueno, los oprimidos empiezan a enseñar los dientes.
Alejarnos de Piltover dota a esta segunda temporada de un tono mucho más sombrío. Y no solamente porque el verde insano se imponga al blanco y al azul en la mayoría de escenas, sino porque Arcane parece haber abandonado esa complacencia. No hay lugar para la tibieza: o proteges a la ciudad o peleas a favor de Zaun. Como resultado de ello, el haber nacido u alinearse con uno u otro bando, genera consecuencias. Personales y también para el resto de la sociedad.

Así pues, el foco ya no se centra solamente en la relación entre Vi y Jinx, dos hermanas destinadas a contraponerse. A medida que avanzamos en los tres arcos que forman la temporada dos, el motor de acción se traslada hacia la lucha entre facciones. Las intestinas de la ciudad y otros conflictos que se gestan en la sombra. Aunque eso no debe llevar a engaño a nadie: los vínculos entre los diferentes actores de esta historia siguen siendo cruciales, pues todos ellos se ven, de un modo u otro, arrastrados por el conflicto. Lo quieran o no.

LO ARCANO SE SUPERPONE A LO TECNOLÓGICO

Otro de los aspectos donde el contraste entre temporadas se hace evidente es en el trato entre tecnología y magia. Durante la primera temporada, reinaba el estilo steampunk de Piltover, con su máquinas doradas y el vapor blanco llenando el cielo. La tecnología era la norma (también en Zaun gracias a los artilugios de Jinx) y aquello mágico, una peligrosa anomalía.

En contraste, en esta segunda entrega se giran las tornas y lo sobrenatural se impone al progreso científico. El cambio de escenario favorece también este nuevo enfoque. Los impecables laboratorios universitarios dejan paso a sucios talleres donde se practican experimentos más que cuestionables. Eso sin mencionar lo mucho que permea lo sobrenatural en la trama ya desde sus primeros capítulos. Arcane es más arcana que nunca.
Con todo, fiel a su juego de grises, la magia no es solo una contraparte de lo tecnológico. Al contrario: el protagonismo de esta fuente de poder en la segunda temporada nos permite ver germinar alguna semillas plantadas durante la primera entrega. Y en el centro de todo ello encontramos el hextech, ese híbrido entre lo mágico y lo tecnológico. Este elemento, aterrador y fascinante al tiempo, es el punto de conexión entre ambas fuentes de poder.

Del mismo modo que la lucha de clases ya no es un tabú narrativo, tampoco lo es poner en la palestra lo que implican los avances. Sea este científico o mágico, cualquier progreso tiene un precio. Y la segunda temporada coge el testigo que quedó pendiente en la primera para desplegar las implicaciones éticas de indagar más allá de lo recomendable.

PUGNA ENTRE PALETAS DE COLOR

Mencionábamos antes que, al cambiar el escenario de la acción hasta Zaun, toda la segunda temporada se impregna de los tonos oscuros y sucios que definen a este territorio. Sin embargo, en una serie que mima tanto su estética como es Arcane, los colores también juegan su papel en la narrativa. Y en esta ocasión subliman lo visto en la primera temporada.

Las paletas que vemos a lo largo de cada capítulo ya no se limitan a definir a personajes o escenarios, sino que establecen un sutil pero delicioso diálogo con el espectador. Una conversación llena de presagios que inicia ya en la introducción de la serie y permanece hasta el último frame. De esta manera, el dorado y los colores cálidos se abren hueco en las grietas de Zaun al tiempo que fríos verdes y grises llenan los despachos de Piltover conforme el conflicto avanza. Y esta es una invasión natural a la que no tarda en sumarse con fuerza el rojo, pero nos abstendremos de comentar la razón de ello.

Los escenarios son un personaje más de la trama. Y, como tales, se enfrentan y conversan, se entremezclan y arrancan pedazos los unos de los otros. El 3D se ve reforzado al ensamblarse en él animación tradicional que refuerza esos contrastes cromáticos. Zaun y sus vapores pueden albergar en su seno la esperanza tanto como en la elegante Piltover tiene cabida la miseria moral y la tiranía.

Este juego de colores, de mezcla antinatural de paletas, refuerza la esencia de dualidades de Arcane. Actualmente, se la considera la serie de animación más cara de la historia, sumando entre ambas temporadas más de 250 millones de dólares. Tras contemplar cada escena, puede entenderse el por qué. La suma de animación, estética y contraste entre estilos no solo mantiene la excelencia del primer capítulo, sino que la supera.

ARCANE TEMPORADA 2: CONCLUSIONES

Vistas ambas temporadas, puede decirse que Arcane no solo ha cumplido con lo que prometía, sino que nos ha dado una obra bella, preciosista y disfrutable. Toca pues la parte más complicada: hacer un balance final de la experiencia. Aunque en este caso, la serie aprueba pese a algunos aspectos que ya achacaba desde la primera temporada y que la han acompañado hasta el final.
Apenas quedan cabos sueltos y puede decirse que la mayoría de los protagonistas ha cerrado su arco argumental de un modo más o menos digno. Aunque la brevedad de la serie, limitada a nueve capítulos por temporada, no siempre ha logrado subsanar esa sensación de apresuramiento. Como resultado de ello, esta segunda temporada ha requerido de un visionado atento por parte del espectador para no perderse sutiles detalles. Un ritmo vertiginoso que estalla en el tercer arco y trata de culminar la obra del mejor modo posible. Y lo consigue, aunque no a criterio de todos.

A pesar de los numerosos guiños para el público avispado, no en todos los casos se ha logrado satisfacer ese deseo que todos los espectadores manifiestan ante la despedida de un personaje querido. Como tampoco han podido compensarse con las nuevas subtramas algunas ausencias, como la del aclamado Silco, cuya implicación ha sido bastante menor en esta segunda entrega. Sencillamente, el elenco de la serie está tan bien construido que es imposible no desear saber más y sentir que ciertas historias pudieran haber dado más de sí.

Aunque se agradece que desde Riot Games se haya optado por dotar a Arcane de un final en lugar de seguir alargando tramas de forma innecesaria. Siempre es mejor retirarse en la cima que arriesgarse a seguir y morir en la debacle, ¿no? Si bien esta decisión podría tener bastante que ver con un cambio de foco por parte del estudio.

La introducción de nuevos elementos a aquellos arcos ya existentes ha obligado a exprimir cada minuto al máximo.  Y, en cierto sentido, eso ha jugado en contra del desarrollo y cierre de algunas de las líneas argumentales previas. Esta decisión, sin embargo, responde a la ya confirmada intención de Riot Games de seguir explorando el universo de Arcane. En estos momentos, ya han sido anunciados nada menos que tres spin-offs que explorarán las regiones de Noxus, Jonia y Demacia. En cierto sentido, esta segunda temporada ha actuado como una introducción a Runeterra más allá de las fronteras de Zaun y Piltover.

Así pues, Arcane cierra dignamente con la historia que nos planteaba allá por 2021. Y lo hace respetando su esencia. Los duelos dejan paso a las batallas, los conflictos entre ciencia y magia se acrecientan y los distintos personajes que componen la historia se ven empujados por las circunstancias. Es una serie de contrastes y grises que pone su punto final del mismo modo: abrazando e hibridando dualidades. Para bien y para mal.


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