A finales del año 2021, Netflix estrenó Arcane con un derroche de colores, música y acción que encadiló a una sorprendida e impresionada crítica. Es este despliegue sensorial la primera serie del universo de League of Legends, un popular videojuego en línea gratuito que comenzó su andadura por la red en 2009 y que todavía continúa seduciendo a millones de jugadores a día de hoy. No es necesario, sin embargo, sumarse a ellos para disfrutar de Arcane.
LA RELACIÓN ENTRE ARCANE Y LEAGUE OF LEGENDS
League of Legends no cuenta con un modo historia, y el trasfondo de los personajes (campeones en el videojuego) y el universo que habitan puede absorberse leyendo unas líneas. Queda la decisión, por tanto, en manos del espectador: acercarse a Arcane como un completo desconocido o leer las biografías (y algún relato corto) de aquellos personajes de la serie que ya aparecen como campeones jugables en el videojuego antes de lanzarse a por el primer episodio.
¿Destripan estas biografías la temporada? En absoluto: todo lo que cuentan sucede tras los hechos de esta temporada, así que sencillamente hay que elegir entre sorprenderse descubriendo la psicología de los protagonistas o sorprenderse descubriendo cómo los protagonistas llegan a convertirse en los campeones que describen esas biografías. Y, para que no tengas que hacer el trabajo en caso de no haber visto aún la serie y de inclinarte por la segunda opción, aquí están recopiladas:
- Jinx, la Bala Perdida.
- Vi, la Agente de Piltover.
- Caitlyn, la Sheriff de Piltover.
- Ekko, el Chico que Quebró el Tiempo.
- Jayce, el Defensor del Mañana.
- Viktor, el Heraldo de las Máquinas.
- Singed, el Químico Loco.
- Heimendinger, el Inventor Venerado.
LA ESTÉTICA DE ARCANE: ANIMACIÓN Y DIRECCIÓN
Sin embargo, el verdadero éxito y la gran acogida de Arcane tienen poco que ver con League of Legends y mucho que ver con la estética. El cuidado de los detalles, el mimo a cada plano, la composición del color, la elección de la música. Riot Games ha apostado por crear una obra de arte, por hacer toda una declaración de amor a lo sensorial, a lo plástico, a lo pictórico, revistiendo de belleza un mundo de bombas de vapor y luces de neón.
Han llegado antes otras series y películas animadas de fantasía: Berserk, Cristal Oscuro, Castlevania, Masters del Universo, Ataque a los titanes… Sin embargo, ninguna ha buscado el impacto estético de Arcane. Un impacto estético que se cuenta por partida doble: la azul y luminosa Piltover, y la verde y oscura Zaun.
Piltover es la gran ciudad, seno del avance científico y tecnológico. Abierta al cielo y al sol, empañada por el blanco vapor de las máquinas, teñida de colores pastel y de un azul y dorado símbolo de felicidad y plenitud. Son los colores de la abundancia, de las clases altas.
Allá abajo, al otro lado del puente, el verde de los callejones y las tabernas se abre camino entre un negro difuminado que rodea los suburbios: Zaun deja atrás la estética steampunk de Piltover para recrear unos suburbios de sombras y neón propios del cyberpunk. No hay una filosofía existencialista provocada por la disociación humano-máquina ni una inteligencia artificial avanzada como en Carbono modificado o Ángeles rotos, pero sí hay una huella punk olvidada a menudo en este subgénero de la fantasía y nunca olvidada en el subgénero de la ciencia ficción. Si en Piltover el vapor impulsa los zepelines, en Zaun la electricidad alimenta la luz de los letreros y el amplificador de las guitarras.
Encontramos así una poética en Arcane que trasciende la mera estética: el azul y la luminosidad blanca y dorada de Piltover y sus habitantes como símbolo de la nobleza, la pureza y el progreso, pero también de la magia cuando se vuelve más claro y eléctrico; el verde, en cambio, para lo marginal, lo inadaptado: es el color de Zaun, de la ciudad baja.
A esta contraposición social y económica se suma el color violeta: el mal, lo monstruoso, lo inhumano. Podemos llegar a relacionar a Silco, el villano de la serie, con el verde, pero no nos engañemos. La presencia de este color en las escenas donde toma protagonismo no es más que el símbolo del lugar en que nació y al que pertenece.
No, el mal que encarna Silco no es verde, porque el verde es de la pobreza y de la supervivencia. El mal que encarna Silco se refleja en su ojo izquierdo, del mismo violeta que arranca la humanidad a los habitantes de Zaun y que tiñe los ojos de Jinx tras el primer desastre de la aventura.
Sin embargo, la serie no comienza con ninguno de estos colores. Los primeros compases de Arcane son, como su final, rojos. El color de la guerra y del arte militar, y más concretamente del conflicto entre Piltover y Zaun, entre las clases opresoras y las clases oprimidas.
El mundo que nosotros conocemos, no obstante, ya ha vivido esa guerra y ahora sólo quedan las consecuencias. La revolución fracasó y nuestras protagonistas, Jinx y Vi, sobreviven en los bajos fondos años después de perder a su familia en la revuelta, no participan en ella.
NARRATIVA, GUION Y TEMAS
El rojo, como la guerra, no llega a estallar en esta primera temporada, y quizá ese sea uno de los puntos débiles de Arcane: la falta de conflicto militar ha conducido a la falta de conflicto social. Y esto es lo que resta valor a esa estética que tanto han cuidado sus creadores. Arcane acierta en la forma y falla en el fondo. Sufre, en definitiva, el síndrome del producto de Netflix.
Todo el atrevimiento desbordante que veíamos en su dirección y su trabajo artístico se desvanece en su narrativa y sus temas. Sin ir más lejos, Arcane se divide narrativamente en dos actos y comercialmente en tres, para que Netflix justifique el estreno semanal en bloques de tres episodios: mientras que en el Arco I vemos un relato bien definido, en el final del Arco II nos encontramos con un final abrupto que continúa directamente en el Arco III.
La estética punk que antes alababa no se traslada al verdadero espíritu punk de rebeldía, crítica y vanguardismo. Arcane es un hito en la forma, pero no en el fondo, a diferencia de, por ejemplo, el wéstern cyberpunk Cowboy Bebop. Y esto la convierte en una obra impactante a nivel visual gracias a su expresividad, aunque complaciente en cualquier otro aspecto.
Los personajes están bien construidos y bien articulados sobre sus tramas, sí, pero su evolución es precipitada y en ningún caso original o transgresora en esta primera temporada. Arcane se conforma con seguir las reglas de tantas otras historias que tan bien han funcionado en los últimos años.
Deben reconocérsele, en cualquier caso, la precisión y el buen hacer. No estamos hoy día muy acostumbrados a obras que, a pesar de acomodarse en las reglas predefinidas, cumplan correctamente su cometido. Es decir, que estén bien escritas aunque no busquen ir más allá de lo que ya hemos visto una y otra vez a lo largo de las últimas décadas. Y ni siquiera podemos encasillar a Arcane en este grupo, pues no es valiente en su fondo, pero sí en su forma.
No debemos obviar que en el cine y la televisión, igual que en la literatura, la narrativa también se funde con la estética, en este caso con la imagen. Y Arcane sabe contar con las imágenes. ¿Prueba de ello? Todas las grandes escenas de la serie: desde el boxeo de Jinx hasta el enfrentamiento en el puente.
OTRO DE LOS GRANDES ACIERTOS DE ARCANE: LOS PERSONAJES
Lo que nos lleva a otro de los grandes acierto de Arcane: sus personajes. Igual que en la narrativa, no inventa nada, pero sí se vuelve más imaginativa cuando este aspecto se funde con la dirección y la animación. Y, además, ha logrado lo que muy pocas obras consiguen: que la inmensa mayoría de sus personajes sea carismática.
La serie da sus primeros coletazos con Jinx y Vi, las huérfanas que sobreviven en los suburbios, pero pronto nos presenta al resto de los protagonistas: Silco, el idealista de moral maquiavélica; Caitlyn, la joven noble rebelde e íntegra; Mel Medarda, la aristócrata ambigua pero comprensiva; Viktor, el científico que enferma y trata de salvarse; Heimendinger, el viejo sabio precavido. Y a ellos se suma una larga lista que conforma principales y secundarios que nada tienen que envidiarse entre sí.
Sin embargo, bien clara es la intencionalidad por parte de los creadores de colocar a Jinx en el centro de la ecuación. Una apuesta que, a juzgar por la reacción del público, ha sido todo un acierto.
Jinx se consagró como el emblema de Arcane ya tras el estreno del primer acto. Es una joven atormentada y enferma, inteligente pero manipulada. Y peligrosa. Una auténtica bomba de relojería.
Su hermana Vi, por otro lado, evoluciona como su contraparte: impulsiva pero también comedida cuando la situación lo requiere. Juntas establecen el equilibrio de la serie: el bien y el mal, el orden y el caos.
Un bien representado por el orden de Caitlyn y el caos de Vi, y un mal representado por el orden de Silco y el caos de Jinx. Este equilibrio que actúa como eje central lo observamos también en otras tramas y personajes de la serie: la motivación personal de Viktor y la motivación idealista de Jayce; la postura diplomática de Mel y la postura militar de su madre Ambessa; los juicios morales de Vander y la astucia despiadada de Silco; la curiosidad y la fe de los jóvenes, y la sabiduría y la cautela de Heimendinger.
Estas parejas que se forman y se intercalan a lo largo de los nueve episodios son el pilar sobre el que Arcane construye su narrativa y sus tramas. Una buena parte de estos personajes ya estaba definida en las biografías de los campeones de League of Legends, sí, pero trasladarlo a la pantalla con tal maestría y erigir toda una temporada como esta es un mérito encomiable.
CONCLUSIONES
Nos queda por tanto como único punto negativo ese paso que faltó dar hacia los temas que la propia historia pedía: la crítica, la lucha de clases, los peligros y las virtudes del avance científico, la visión maquiavélica del fin que justifica los medios, las enfermedades mentales…
Convierte esto a Arcane en una serie complaciente que busca impresionar con su dirección y montaje, y satisfacer al público con una historia típica y acrítica, que reviste su imagen de estética punk olvidándose de imprimir su alma de esencia punk. En ningún caso la convierte, por supuesto, en una mala obra: Arcane es una grandísima serie, de esas que dan un puñetazo encima de la mesa, y que puede que, con su segunda temporada, acabe siendo aún más valiente y redonda en todos sus aspectos.
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