Entrevista a Emilio Bueso, autor de ‘Transcrepuscular’

by Daniel Izur
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Hoy tenemos la suerte de entrevistar a uno de los grandes autores de la literatura de género, Emilio Bueso (Castellón, 1974), ganador de varios premios Nocte, Celsius e Ignotus. Emilio Bueso comenzó su andadura literaria allá por el 2007, con Noche cerrada, una historia de fantasmas surgidos de una fosa común de la Guerra Civil. La siguieron Diástole (2011), Cenital (2012) y Esta noche arderá el cielo (2013). La primera, cuatro noches entre Francia y Rusia que dan una vuelta de tuerca a un subgénero que es mejor no revelar. La segunda, la crónica posapocalíptica de una ecoaldea superviviente al colapso económico. La tercera, un viaje de suspense rumbo a ninguna parte, 666 kilómetros en la nada más absoluta. Tras este paso por Salto de Página, Emilio Bueso publicó en Valdemar Extraños eones (2014), una novela inspirada en los mitos de Cthulhu que nos traslada a la Ciudad de los Muertos de El Cairo, y Ahora intenta dormir (2015), una antología de relatos de terror. Ahora, Emilio Bueso acaba de poner el punto final a su proyecto más ambicioso hasta la fecha: la trilogía Los ojos bizcos del sol, compuesta por Transcrepuscular (2017), Antisolar (2018) y Subsolar (2020), e incluida en nuestras mejores lecturas de 2020. Una obra biopunk en un planeta plagado de moluscos con los que los humanos han tenido que simbiotizarse para adaptarse al medio.

Al lío.

Antes de entrar en materia literaria, con la que está cayendo y la que está por caer… ¿Qué opina del futuro pospandémico un autor de lo distópico y lo terrorífico como Emilio Bueso? ¿Se avecinan grandes cambios estructurales en los próximos años?

Para los próximos años yo no espero que haya mucho futuro postpandémico.

A mí me parece que tras esta epidemia vendrán otras peores; y no es ni por las mutaciones del coronavirus que se avecinan ni tampoco porque tengamos ya calentando en la banda a unos patógenos muchísimo más peligrosos, como el virus del Nilo Occidental, las nuevas cepas del ébola, varias supergripes, el zika, la nipah, la peste porcina africana… Es porque nuestra especie ya pesa en todos los ecosistemas como una plaga y está sometiendo a la microbiología a una presión que el medio sólo resolverá diezmándonos.

¿Nos pasa esto por habernos amontonado en las ciudades, por haber tratado de construir un mundo a medida? En Cenital tus personajes previeron el colapso económico y se anticiparon a la catástrofe. Construyeron y fortificaron una ecoaldea autosuficiente. ¿Crees que nos hemos desconectado de nosotros mismos, de la naturaleza? No sabemos sembrar trigo, no sabemos potabilizar agua, no sabemos encender un fuego. En algunos supermercados ya venden hasta ajos pelados. ¿Qué nos pasa?

Nada, que nos vamos a extinguir.

Es algo normal y forma parte de nuestro ciclo vital, así mejor no hagamos dramas, que ya nacimos avisados. Sencillamente, no puede ser que para el 2050 los humanos seamos diez mil putos millones de personas. Come-cagas que se hacinan como sardinas en lata dentro de unos vehículos, espacios de recreo, centros de trabajo y viviendas donde la climatización suele consistir en hacer recircular el aire compartido. En la cabina de un ascensor de los largos puedes elevarte hacia las alturas mientras se instalan cómodamente en tu cuerpo las enfermedades inmuno-infecciosas de tus compañeros de recinto y luego coger un vuelo de cien dólares que, en menos de veinticuatro horas, te permita diseminar lo que quiera que hayas contraído a dos continentes de distancia. Y así cumplir con tu cometido como vector biológico lowcost.

Estoy convencido que nuestro estilo de vida al completo lleva varias décadas condenado por insalubre, y no soy un caso raro porque hay varios tíos como Bill Gates que llevan mucho tiempo desgañitándose para avisarnos. ¿Y qué hacen los come-cagas ante eso? Pues matar al mensajero y acusar al mayor filántropo de la historia de quererles gasear, o no sé qué de unos nanobots, que no existen ni en mis novelitas. Es todo demasiado distópico como para que podamos sobrevivir a ello.

Vamos, que el problema ya no es que nos hayamos desconectado de la naturaleza, es que la naturaleza parece haberse propuesto desconectarnos de nuestro soporte vital. Estamos inmersos en una extinción masiva, en un cambio climático abrupto, en el pico del petróleo y en un colapso catabólico de tipo maltusiano, pero no pensamos detener a la narcosanta economía de mercado. ¿Qué puede salir mal?

Emilio Bueso

Emilio Bueso.

Algunos países asiáticos se han mostrado mucho más capaces que los países occidentales durante la pandemia. En Los ojos bizcos del sol la sociedad que ha conquistado las estrellas es chinojaponesa. Supongo que te has empapado de su filosofía de vida durante la documentación y la escritura de esta trilogía. ¿Qué deberíamos aprender de ellos?

Algo terriblemente básico para empezar, como que la cooperación es un modelo de desarrollo muy superior a la competición.

Los orientales no forman sociedades individualistas y ombliguistas, conciben el grupo como propio y se sacrifican por él. Y eso es algo natural: cuando un murciélago contrae el coronavirus se larga a un rincón de la cueva donde nadie se le acerque y se queda quietecito para tratar de cocer al patógeno en su propia fiebre o morir en el intento sin diseminarlo por doquier. Los occidentales en cambio ya no somos ni capaces de volvernos a confinar para frenar la segunda ola del virus porque oh, la economía. ¿Cómo quieres que imagine un futuro remoto y no lo haga japochino, si ya nos han superado en casi todo?

Demasiado cierto. En Cenital pintas las cosas bastante mal, pero en Los ojos bizcos del sol logramos huir hacia las estrellas. Sabemos que la vida en la Tierra no será eterna. ¿Cree Emilio Bueso que la ciencia salvará a la humanidad? ¿Podremos escapar?

No creo que quede ya energía suficiente a nuestro alcance como para salir de aquí. Nos la hemos fundido en traer basurilla de AliExpress hasta las puertas de nuestras casas, en viajar hasta Brasil para ponernos implantes de culo y en jugar a los autos de choque con nuestros todoterrenos urbanos.

Aparte, yo es que creo fervientemente en la teoría del confinamiento planetario: pienso que la vida se desarrolla en compartimentos estancos como este, que para colmo no se pueden trasladar a otros lugares; la sola idea de terraformar algo resulta inviable a todos los efectos y hasta donde nos alcanza la ciencia. También me he vuelto muy fan de las cosmovisiones divergentes, tengo por ahí un inédito que explora la posibilidad de que todo nuestro mundo no sea más que una simulación.

¿Por qué entonces os vine con una space opera? Pues porque me apetecía soltarle al mundo que, incluso si me equivoco y nos espera un futuro de colonización interestelar, somos una especie que hace mucho tiempo que estaría mejor fosilizada… o disuelta.

Emilio Bueso

Ya tengo ganas de saber más acerca de ese inédito, pero sigamos con Los ojos bizcos del sol. En Antisolar y Subsolar, la teniente Wing Melin no menciona ningún país a lo largo del viaje. ¿Qué ha sido de los estados? SpaceX quiere colonizar Marte. Lo que llamamos la nube son búnkeres de servidores que pertenecen a los gigantes tecnológicos. La financiación para las vacunas es privada, y los centros de investigación que las desarrollan, también. ¿Nos debería dar miedo?

Hace ya tiempo que son las corporaciones transnacionales las que gobiernan a los estados. Aquí mandan Amazon, Facebook, Google y sobre todo los grandes fondos de inversión y las sociedades de capital-riesgo que hay tras todas las tecnológicas, que en breve habrán barrido con la banca y las empresas de medios. ¿Y qué hacemos nosotros ante el avance de un monstruo así? Pues darles cada vez más información a sus agentes, y luego tomar nuestras decisiones en base a la información que sus agentes nos devuelven. No debería darnos miedo porque no es una forma de simbiosis, debería darnos ascopena porque, por aquello de que los estados dominan y las empresas exprimen, una infoxicación como la que padecemos pinta peor que ninguna parasitosis.

Al hilo de la simbiosis y la parasitosis… Desde el principio etiquetaste Transcrepuscular como biopunk. Aquí, en vez de la relación entre humano y máquina del cyberpunk tenemos la relación entre humano y molusco, pero en algún momento dejas caer que quizá esta simbiosis biológica no sea tan diferente de la simbiosis tecnológica. ¿Cuándo dejamos de ser realmente humanos? ¿Implantes cibernéticos? ¿Limacos en la cabeza?

Pienso que hemos llegado a un nivel de deterioro socioafectivo terminal, en que el pensamiento tóxico se impone de una forma tan hegemónica que ya casi todo lo que te metes en la cabeza te deshumaniza, te vuelve más hostil, polarizado, violento… Da igual si se trata de consumismo, racismo, integrismo, nihilismo, sexismo, progresismo, patriotismo, capitalismo, teísmo, escepticismo… da igual de qué tipo de intruso cerebral o parásito mental se trate: hoy ya son todo relatos que irrumpen en tu cabeza, se instalan en ella, se adueñan de tus pensamientos y te instalan en peligrosas obsesiones circulares. Por eso Twitter está plagado de gente que culpa de todos los males del mundo a una serie muy específica y concreta de abstracciones inasibles que responden a siglas, banderas, logotipos y programas. Es exactamente igual que si estuvieran poseídos por uno de mis caracoles telépatas.

¿Y por qué moluscos?

Porque son unas asquerosidades que se enroscan y arrastran, porque evocan a los primeros fósiles, porque son organismos proclives a las formas más espectaculares de simbiosis, porque poseen lo más parecido a una inteligencia alienígena que conocemos. Y porque el caparazón de un caracol, que en sus tiempos fue moneda de curso legal para más de una civilización, contiene unas espiras logarítmicas más o menos asimilables a proporciones aúreas, y el número aúreo es el número de Dios. Hay unas matemáticas y unas arquitecturas muy poderosas en el interior de los moluscos, son unos bichos mágicos, de ojos alucinantes, en los que el tiempo corre distinto. Creo que hay historias formidables en ellos.

Emilio Bueso

En relación con los caracoles y la Gran Colonia… ¿Qué te dice el concepto de «singularidad»? Una mente colmena de inteligencias artificiales autosuficientes, con conciencia propia. ¿Ciencia ficción o posible escenario futuro?

Perdón por sacarme el nabo aquí, pero yo me gradué y postgradué en ciencias de la computación, llevo dos décadas ganándome la vida como ingeniero de sistemas, escribo software a diario y hasta ejercí durante siete años la docencia en una facultad de ingeniería y ciencia de los computadores. La inteligencia artificial, pese a todos los avances en redes neuronales que se han hecho en los últimos años, lleva decepcionándome desde siempre; jamás me ha sorprendido gratamente y empiezo a pensar que seguirá siendo así mientras viva, por lo que ya no me interesa ni a la hora de fabular mis novelas.

Pienso que la práctica totalidad de los que dicen haberse documentado para escribir hoy día sobre la singularidad y el amanecer de la autoconciencia de las máquinas no saben ni por dónde les pega el aire, que cuando Elon Musk dice que las IAs nos superarán en cinco años lo único que intenta es pegar otro pelotazo y que todo lo que nos aguarda a medio y largo plazo son una serie de algoritmos altamente inteligentes y terriblemente inconscientes; supermentes en abstracto, tan impersonales que ni podrán ni querrán procesar en profundidad la palabra quien.

Vamos, que si nos aguarda un futuro tecnológicamente brillante en vez del colapso en el fango, viviremos rodeados de unos objetos dotados de mentes capaces de hacer proezas formidables, de resolver unos problemas que nunca estarán a nuestro alcance y calcular prodigiosamente. Me refiero a unos dispositivos casi diabólicos, preparados para escucharnos hablar durante media hora hasta diagnosticarnos certeramente y luego recetarnos el psicofármaco que realmente necesitamos, todo sin haber tenido nunca ni el menor atisbo de la clase de sujetos que son paciente y terapeuta.

Esto es porque nuestra noción de inteligencia y la que se puede implementar con nuestra tecnología actual, ya esté en producción o en desarrollo, no tienen nada que ver; así que las máquinas que dará el futuro de las próximas generaciones muy probablemente carecerán de toda identidad y no atenderán a conceptos tan subjetivos y estúpidos como el yo. Nos han vendido una idea de inteligencia antropocéntrica y que la consciencia es resultado del desarrollo intelectual, de manera que una mayor inteligencia implica un nivel de conciencia más alto, y de manera que una alta inteligencia necesita forzosamente de una conciencia de apoyo. Pero eso es una pifia tan gorda como que probablemente la cosa vaya justo al revés: es desconectando al agente inteligente de todo concepto identitario como mejor se le hace avanzar a efectos prácticos y de resolución de problemas.

Pero me encantaría equivocarme, o que aparezca al fin una tecnología realmente disruptiva, y que mi Roomba se presente a concejal… Tengo un soneto que va justo sobre eso; no es coña, no me hagas amenazarte con publicarlo.

En fin, y por esto es por lo que (salvando una excepción que es más un homenaje y una licencia poética que otra cosa) las máquinas pensantes que aparecen en mis últimos trabajos son como las matemáticas: una inteligencia bruta y vasta que se abre paso por sí misma, surcando océanos de indiferencia y tomando decisiones sin que medie nada personal, solo datos de entrada y de salida.

Emilio Bueso

Desde luego los conocimientos técnicos dan cierta ventaja a la hora de escribir. Hace poco te entrevistaron en Página Dos y dijiste que habías simulado el planeta de Transcrepuscular en un ordenador. Cuéntanos un poco más sobre eso. ¿Cuánto de posible o de imposible hay en Los ojos bizcos del sol? El hielo siete y los criovolcanes parecen más fantasía que realidad, pero existen.

Estuve dándole vueltas al SpaceEngine y a otros tres o cuatro simuladores hasta abocetar una geodinámica y hacerme con unos valores y unas constantes que me permitieran levantar el mundo que quería mediante cálculos más o menos formales, como esbozar el ciclo del nitrógeno, del carbono… Fue divertido, y un ejercicio muy interesante de generación de escenarios. Subí un vídeo a Twitter al terminar, con un aterrizaje sobre los tres hemisferios de AË7.

Mi idea inicial, con todo eso a las espaldas, era apuntalar con un muro de ciencia todo el escenario y así lo anuncié. Ya había empezado a soltar infodumps importantes en los manuscritos de Antisolar y Subsolar cuando se publicó Transcrepuscular y enseguida se me llenaron las redes sociales unos popes de la ciencia-ficción hard dispuestos a ponerle pegas a todo lo que leían sin ni siquiera haber escuchado lo que yo tenía para justificarlo. Rechazaron el trabajo antes incluso de poderlo estudiar en su totalidad y eso me hizo llegar a la conclusión de que hay que ser muy imbécil para escribir para según qué públicos y en según qué panoramas.

Hacer ficción especulativa de corte científico en la España actual ya no es que sea hacer café para los muy cafeteros, es que supone trabajar para una audiencia hostil y desagradecida hasta decir basta, me parece mucho más suicida que hacer novela histórica para historiadores. Por lo que decidí atijerar las siguientes entregas y guardarme mis fundamentos formales, convirtiendo la obra en algo más fantástico y comercial y ahorrándome las palizas explicativas. Tal vez  publique todos esos cálculos astronómicos y geofísicos en forma de apéndices si algún día se edita la trilogía en otro país. En el mío los aficionados a la ciencia ficción dura solamente leen a sus homólogos para poder demostrarle a Twitter que ellos lo harían mejor.

Y si con esto condeno a todo un colectivo por la actitud de unos pocos me temo que estoy haciendo lo correcto: desde el momento en que sale alguien con menos luces que un barco pirata y se pone a echar mierda técnica sobre tu trabajo sin que ninguno de sus partidarios salga a defenderlo a esos efectos, ya te queda muy claro qué clase de lecturas interesan y por dónde te vas a conducir en el futuro. Que a la gente cuerda le da igual cómo funcionan tus marcianos, quiere una buena historia y punto; si tú pretendes racionalizarla en el plano empírico irás directo a las garras del lector menos racional que hay. En concreto, un freak muy desgraciado y con demasiado tiempo libre al que todo el mundo ha dejado por imposible menos tú.

Una pena, porque estaría bien leer esos apéndices algún día y saber un poco más acerca de AË7. Hablemos de una buena noticia: acaba de salir el primer cómic de Transcrepuscular. ¿Cómo ha sido para Emilio Bueso ver toda esta locura plasmada en la viñeta?

Alucinante, porque yo no visualizo mis historias, las verbalizo y punto. Soy un escritor que confía únicamente en la palabra y que se niega en redondo a que le dibujen los mapas de sus escenarios; retrato lo justo, porque creo ante todo en el ritmo narrador y en la autosugestión, así como en la internalización de la experiencia lectora muy por encima de la narrativa descriptiva o la imaginería. Detesto a los novelistas que en realidad escriben guiones, forzando la escena para que les adapten rapidito a un medio audiovisual.

Así que cuando me enfrenté a la visión que Jordi Pastor ofrece de mis novelas fue como si me presentaran a uno de esos amigos a los que sólo conoces de facebook: les puse cara a mis propios personajes, todo un shock. A ver si puedo repetir eso en breve con alguna otra novela, que no veas lo nutritivo que resulta. Hace que tomes conciencia de que la historia ya hace tiempo que no es sólo tuya.

Las razas extraterrestres de Los ojos bizcos del sol no se parecen mucho a la especie humana. No tienen manos y no piensan como nosotros. ¿Cree Emilio Bueso que nuestra visión del universo es demasiado antropocéntrica?

Creo que las formas de vida que podrían haberse formado lejos de este sistema solar deben de ser tan sumamente alienígenas que antes conseguiríamos relacionarnos con un calamar que con ellas. Por eso aposté por la simbiosis, porque pienso que probablemente sean los fenómenos asociativos los únicos capaces de hacer interactuar a unos seres entre los que se abren abismos astronómicos de tiempo y de espacio.

Extranos Eones

El horror cósmico tiene mucho que ver con eso. Has escrito una novela dentro este género, Extraños eones, ambientada en las calles de El Cairo. Mientras la escribías, ¿qué te daba más miedo: las condiciones en las que viven esos críos o Azathoth?

Azathoth es sin duda que tu casa sea el peor sepulcro del cementerio más grande y viejo que hay en toda África.

Desde luego a mí me daba más miedo el sepulcro como casa que cualquier elemento sobrenatural de la obra. Me resultó muy interesante que escogieras ese escenario para la novela. Varías mucho la ambientación de tus historias. La necrópolis de El Cairo, Chernóbil, la Trans-taiga, AË7, una fosa de la Guerra Civil, una ecoaldea autosuficiente… ¿Te documentas una barbaridad, es Emilio Bueso una enciclopedia andante o ambas cosas?

Al mundo ahora mismo para mí que le sobran escritores de personajes y le faltan escritores de escenarios. Yo no quiero que la gente al leerme sea otra persona, quiero llevármela a un sitio donde nunca ha estado y donde no iría ni a punta de pistola. Me desorino de la risa cuando veo a toda la de autores que están saliendo que aspiran a cambiar el mundo con sus obras pero que parecen no haber salido jamás de sus putas casas y de sus propias obsesiones. Leer siempre tiene que ser un viaje, lo mismo que escribir es como salir de vacaciones por dentro de tu cabeza.

Esta noche arderá el cielo nos lleva a la Trans-Taiga, en Canadá. ¿De dónde surgió la idea de ambientarla en un sitio tan peculiar? ¿Hay un motero en Emilio Bueso que quiere recorrer o ya ha recorrido la Trans-taiga, rumbo a la nada?

Yo recorrí en mayo de 2006 la James Bay Road y, a las puertas de la Trans-taiga, no vi moteros, vi cowboys. Puro western boreal. Supe enseguida que acababa de dar con el escenario de mi novela más incomprendida, pero no dudé en darle forma y mandarla a imprenta. En parte porque vi claro que “Esta noche arderá el cielo sólo” sería mi primer abordaje al mismo biopunk con el que VanderMeer está demostrando ahora que lo mismo hay suerte y nos aguarda la mejor ficción especulativa de las últimas décadas.

Además de escritor, eres ingeniero de sistemas. ¿Cómo es el despacho del Emilio Bueso escritor? ¿Se diferencia mucho del despacho del Emilio Bueso ingeniero?

Se parecen como un huevo a una castaña… Escribo en un ordenador hecho a medida de mi forma de escribir, dentro de un cuarto repleto de acuarios que aspira a ser cómodo y orgánico, y que no contiene ni un solo mueble de oficina, compilador, software propietario, usuario, teléfono, calendario…

Emilio Bueso tiene otra profesión y también familia. ¿Cómo compaginas todo? ¿Qué te anima a exprimir el tiempo y la energía vital que la escritura consume?

Lo cierto es que cada día me cuesta más ponerme a escribir.

Siento que ya no tengo nada más que demostrarme y que ya he llegado a prácticamente todo el público al que puedo aspirar, visto que nadie se atreve a traducir mis libros. Por lo que, si mi agente sigue sin poderme vender en las ferias de foreign rights, supongo que mi producción se irá volviendo más escasa con los años. Me pagan desde hace ya varios años las novelas con palmadas en la espalda, con algo de dinero y venga volquetes de odio. Y la gente no escribe para que la puteen en las redes sociales, escribe para que la quieran.

Bueno, pero ahora que has puesto punto final a Subsolar, ¿cómo te ha sentado el éxito de Los ojos bizcos del sol?

Hasta que no saquemos la edición ómnibus con sus 1400 páginas y veamos qué tal le va no voy a poder valorar  todo esto con propiedad.

De todos modos, estoy contento ya no solo de haber podido llevar el proyecto a término, sino de ver cómo se han agotado los libros en edición limitada y reeditado los de la edición de número. Me alegro de comprobar en mis carnes que todavía es posible que un escritor se ponga a pensar en la clase de historias que todavía no ha visto impresas y luego a soltarlas en las mesas de novedades.

Ya para terminar. ¿Qué libro te llevarías, en vez de a una isla desierta, a una ecoaldea autosuficiente como la de Cenital? Sólo vas a poder leerlo. No vale utilizar el papel para fines relacionados con la supervivencia.

“El espejo en el espejo”, de Michael Ende.

Apuntado queda. Muchas gracias por concedernos esta entrevista y enhorabuena por todas tus novelas. Se nos han quedado en el tintero Diástole, Noche cerrada y Ahora intenta dormir. Esperemos que haya una próxima para hablar de ellas y de nuevas publicaciones de Emilio Bueso. Mucha suerte con todos tus proyectos.

Sabed que sois una de las mejores revistas del panorama de un tiempo a esta parte. Nos leemos.

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1 comment

José Luis Fernández Arellano 26 febrero 2021 - 13:08

Enhorabuena, Emilio, por tus últimas aportaciones bibliográficas. Hay pocos a tu altura distópica, que es exactamente lo que hoy procede en literatura, sin duda alguna. No sé si te acordarás de mí; solíamos debatir en Facebook poco después de publicarse la «Historia natural de los cuentos de miedo». Acerca del futuro que nos espera, de ese más que sombrío 2050 que dices, de aquí a 2040 solamente, un país hoy subdesarrollado como la India contará con 1600 millones de habitantes, superando incluso a China; que otro país sumido en la pobreza como Nigeria contará al menos con 400 millones y que otros países africanos como Angola, Burundi, Níger, Somalia, Zambia y Tanzania multiplicarán más o menos por cinco su número de ciudadanos, lo que en conjunto doblará la población de dicho continente. ¿Será cierto el cálculo de que para esa fecha alrededor de 700 millones de africanos se verán obligados a desplazarse debido a la desertificación galopante, con la escasez de recursos subsiguiente, desde sus lugares de origen a otros lugares o continentes? Ja, ja, ¿qué lugares o continentes? Imagina… Estos datos,bueh, los recogí el año pasado en un artículo a cuento de la pandemia. El virus en sí apenas lo nombré. El caso es que si algunas de las soluciones a la Paradoja de Fermi, las más chungas, son correctas (véase el wikartículo en francés, excelente), ni que decir tiene que nos quedan bien pocas velas, o veladas en este entierro. Un abrazo. Y sigue a tu bola. Te seguimos. J. L.

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