Reseña: La compañía negra: Sombras fluctuantes

by Tomás Rivera
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Sombras fluctuantesTítulo: La compañía negra: Sombras fluctuantes
Autor: Glen Cook
Editorial: Montena
Año de edición: 2019
Extensión: 430 páginas
Encuadernación: Rústica
Precio: 18,95 €


En 1984, Glen Cook disparó dos novelas con apenas seis meses de diferencia: La Compañía Negra y su continuación, Sombras Fluctuantes. Las seguiría La Rosa Blanca en 1985, cerrando la trilogía Libros del Norte. Primera de una saga, La Compañía Negra, que se compone hasta el momento de diez libros. La factoría de ideas publicó la serie en España antes de desaparecer en 2014. Ahora disponemos de una reedición de los tres primeros volúmenes por parte de Montena. Sombras fluctuantes prepara el terreno para la llegada de La Rosa Blanca en septiembre de 2019.

CONTINUANDO LA PRIMERA CRÓNICA

En la primera entrega de la trilogía, La Compañía Negra: La Primera Crónica, Glen Cook nos presentaba un mundo de fantasía en el que un conflicto entre una poderosa nigromante y un vasto ejército rebelde contaba con unos actores inopinados: La Compañía Negra, una compañía de mercenarios veteranos y coriáceos, orgullosos de su historia y con un férreo código de honor que garantiza su lealtad para quien les pague su salario.

Vimos que Glen Cook eludía el maniqueísmo y los esquemas habituales de la fantasía heroica más clásica, mostrando una guerra en la que la crueldad y las atrocidades eran equiparables en ambos bandos, haciendo difícil para el lector determinar si La Dama y sus Tomados representaban necesariamente al Mal, o si los Rebeldes de La Rosa Blanca eran el bando del Bien.

El autor lograba, como sea, que nuestras simpatías y nuestra complicidad fuesen para Matasanos y el resto de miembros de La Compañía Negra, soldados de alquiler cínicos y descreídos que eran zarandeados por el mapa, de batalla en batalla y de escaramuza en escaramuza, para decantar una contienda que ni comprenden ni les importa gran cosa. Por eso dijimos que nos recordaban en gran medida a los sufridos infantes de la Wehrmacht que protagonizaban las novelas bélicas de Sven Hassel.

Para resumir, La Primera Crónica concluía con la batalla de Hechizo, de tal magnitud que contabilizaba un cuarto de millón de muertos. Una profecía se mostraba fallida y dos personajes importantes para la trama, Cuervo y Linda, desaparecían de escena, mientras que Matasanos y sus compañeros se conformaban con salvar el pellejo y ver un nuevo día.

SOMBRAS FLUCTUANTES

Este segundo volumen es menos épico y todavía más oscuro, en cuanto gira en torno a la nigromancia y a un personaje que ya se presentara en La Primera Crónica: el Dominador, esposo de la Dama y un nigromante incluso más poderoso y temible que ella.

Pero en Sombras Fluctuantes Cook preferirá también repartir la acción entre las andanzas de La Compañía Negra y las de otros personajes secundarios. Dos líneas narrativas que terminarán por confluir y por cobrar sentido, pero que lastran el arranque de la novela, de manera que la acción se hace esperar y el comienzo puede resultar algo desconcertante para el lector.

Así, Cook nos acerca a un personaje secundario en principio poco atrayente: Chozo de Castañas, un simple tabernero que atraviesa problemas económicos. Acosado por los prestamistas, termina aceptando asociarse con un ladrón de cadáveres (un personaje que ya conocemos de antes, y que tiene su propia agenda), quien vende los resultados de su rapiña a los extraños moradores del Castillo Negro que preside la ciudad de Enebro, escenario principal de la historia.

Sombras fluctuantes

Chozo, un personaje tan insignificante, sirve sin embargo a Cook para introducir dos elementos centrales de Sombras Fluctuantes. Uno, el castillo negro, eje de la trama y palanca argumental para ubicar la acción y reintroducir al Dominador en escena. Otro, recuperar a los personajes de Cuervo y Linda, dos de los actores principales de la trilogía, que tanto papel tuvieran en la primera entrega, y que han de volver a tenerlo a la tercera.

El pobre Chozo de Castañas tiene, por su parte, una evolución notoria a lo largo de la trama, y se gana su lugar en el afecto (o desafecto) del lector. Una especie de héroe accidental, lleno de claroscuros como buen personaje de grimdark, que representa a los grandes olvidados de la fantasía heroica: el pueblo llano, los extras de fondo que solo sirven para trabajar la tierra, sufrir injusticias y formar ejércitos sin rostro. Pero Chozo no es un elegido, no supone ese individuo excepcional que, saliendo del anonimato de su mundo ordinario, inicia el viaje del héroe.  Es un tipo sencillo que huye hacia adelante y termina mezclado con mafiosos, brujos oscuros y matones violentos en una situación que le viene grande.

MIENTRAS, LA COMPAÑÍA NEGRA…

Pues Matasanos y el resto de compañeros (el Teniente, Silencioso, Elmo, los hechiceros Goblin y Un Ojo…), que aparecen en escena nada más comenzar el libro, vuelven a verse movilizados a la otra esquina del mapa. Han pasado nueve años desde La Primera Crónica, los Rebeldes quedaron reducidos a pequeños grupúsculos aislados y La Rosa Blanca es poco más que un recuerdo.

Movilizado de nuevo, Matasanos se muestra cada vez más escéptico, más hastiado y más cansado. Por su boca, Glen Cook deja reflexiones sobre la realidad de la guerra:

No creo en el mal absoluto. He hablado específicamente de esa filosofía en otro lugar en los Anales y afecta a todas mis observaciones a través de mi oficio de Analista. Creo en nuestro lado y en el suyo, con el bien y el mal decididos tras el hecho por aquellos que sobreviven. Entre los hombres raras veces encuentras el bien con un estándard y las sombras con otro. En nuestra guerra con los Rebeldes, hace ocho o nueve años, servimos al lado percibido como las sombras. Sin embargo, vimos más atrocidades practicadas por los defensores de La Rosa Blanca que por aquellos de la Dama. Los villanos de la obra eran al menos directos.

Este párrafo resume como ningún otro la esencia de La Compañía Negra. No hay un bando mejor que otro, y el gran truco de Cook es que nosotros, los lectores, simpaticemos en realidad con los miembros de la compañía, no con su causa. De hecho jugará con nosotros y nos veremos anhelando la victoria de uno u otro bando en función de los manejos del destino, siempre que la compañía esté (casi siempre de forma eventual) de su lado.

El capitán confirma las afirmaciones de Matasanos:

—Estamos corriendo con la oscuridad, Matasanos. Sé que en realidad eso no importa. Lógicamente. Somos la Compañía Negra. No somos buenos ni malos. Somos simplemente soldados que alquilan sus espadas. Pero estoy cansado de que nuestro trabajo revierta en fines retorcidos. Cuervo tuvo la idea correcta allá en Hechizo. Salió como quien le persigue el diablo.

Sombras Fluctuantes no racanea hechos de armas de la Compañía, pero los va a condensar en el tramo final. Hasta entonces tendremos espionaje y escaramuzas sueltas, pero Cook elige centrarse en la ciudad de Enebro (en la que recalarán también los mercenarios) y en todo lo que incumbe al Castillo Negro, al robo de cadáveres y al enigmático uso que tendrán. En resumen: al advenimiento del Dominador, pensando ya en la trama de La Rosa Blanca.

CONCLUSIÓN

Sombras Fluctuantes deja el camino allanado para el gran enfrentamiento final (no entre Bien y Mal, sino otra cosa) al que asistiremos en La Rosa Blanca, e incrementa tanto el componente fantástico como la turbiedad de La Primera Crónica. Argumentalmente es más sucio, más desmañado, retorciendo aún más el confuso juego de lealtades y traiciones que se traían los Tomados, lugartenientes de la Dama.

Por el contrario, narrativamente es más claro que el volumen anterior, Matasanos es un poco menos sucinto en sus Anales (recordemos que eso estamos leyendo, los Anales de La Compañía, escritos por su médico, Matasanos) y pasa menos de puntillas por los hechos, en los que siempre intenta ser ecuánime y escapar de la épica. Buena excusa de Cook, para legitimar su propio rechazo a los tópicos (motivos argumentales y recursos narrativos) de la fantasía heroica.

Ilustración de Raymond Swanland para La compañía negra

Al menos, el autor logra que el Castillo Negro tome su propia entidad argumental, y que ese ente mágico-físico-orgánico, que por su finalidad bien podría emparentar con el caldero negro de Las Crónicas de Prydain, nos interese y nos haga aparcar un poco la pugna entre la Dama (que aquí no se olvida del bueno de Matasanos y de sus momentos con ella en La Primera Crónica) y La Rosa Blanca.

Llegados a Sombras Fluctuantes, es de ley seguir con La Rosa Blanca. Mientras Montena no siga adelante con el cuarto volumen (esperemos que la adaptación televisiva anunciada en 2017 los anime), podemos leer esta primera trilogía tranquilos, porque el arco argumental quedará cerrado. Otra cosa ya es que nuestro apetito de más desventuras de La Compañía Negra no quede saciado.

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