Estepas de estática pobladas por los muertos

Reseña de La era del futuro degradado, de Mark Samuels

by Daniel Garrido
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La era del futuro degradadoTítulo: La era del futuro degradado y otros relatos de horror y pesadilla
Autor: Mark Samuels
Traductor: Lorenzo Díaz
Editorial: Valdemar
Año de edición: 2024
Encuadernación: Tapa dura
Extensión: 288 páginas
Precio: 25€ (papel)


Una reseña de Emilio Bueso

Mark Samuels murió poco antes de que se tradujera esta recopilación y, dado que su obra consiste ante todo en cuatro lotes de relatos (tiene además un par de novelas autoeditadas y otras dos publicadas en la small press pero apenas han trascendido) y nos encontramos ante una selección de sus diecisiete mejores cuentos, va a ser que te ventilas La era del futuro degradado y ya está todo el pescado vendido y cocido en dos patadas: tal como descubres a un nuevo genio del género, casi te andas despidiendo de él. Y es por cosas como esta por lo que estoy cada día más convencido de que la vida y la literatura a menudo son miseria y compañía.

En fin, prácticamente todos los relatos del florilegio que es La era del futuro degradado y otros relatos de horror y pesadilla me han parecido formidables en su campo; los hay tirando a góticos, los hay muy nihilistas, los hay atmosféricos y lovecraftianos y kafkianos y ligottianos y motocarros. Lo que viene siendo una compilación de todo lo que fueron publicándole a Samuels las revistas especializadas del panorama inglés entre el 2003 y el 2017, por lo que no cabe hablar de nexos ni de tematización más allá de las obsesiones recurrentes del autor británico, que en sus mejores momentos no paran de orbitar en torno a unas fijaciones que podrían parecer arbitrarias, personales o caprichosas, como la estática propia de los canales de televisión muertos y los muertos. Lo sé, eso suena raruno incluso habiendo antecedentes como Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) que ya lo exploraron, pero el enfoque aquí es distinto: Samuels siempre tiene una visión demencial y estimulante de los elementos que emplea al trabajar el miedo, consigue que todo suene terrible al darle forma, y al desenlazar se las apaña a menudo para volar tan alto como algunos de los maestros más laureados de la literatura de terror y del horror cósmico. Hay piezas como «Mi mundo no tiene recuerdos» que ya valen por sí solas el precio del volumen en tapa dura publicado por la editorial Valdemar.

La prosa es sobria, clásica y elegante. No se hace alambicada ni cargante, pese a que tampoco suena muy contemporánea, y menos mal, porque con tanta comparación con Ligotti y Lovecraft uno andaba esperando algo mucho menos cómodo y ágil para nuestros tiempos. La traducción, pese a que solo he podido contrastar con un par de los relatos originales en inglés, me ha parecido excelente y lo voy a dejar ahí porque para qué voy a echarle más flores a Valdemar a estas alturas de la vida, si ya son un referente en su campo. Otra cosa que llama mucho la atención en este conjunto de relatos es lo terriblemente literarios que son muchos de ellos, con todos esos escritores, editores y críticos liderando las historias. O el lenguaje y los relatos convertidos en protagonistas incluso.

La era del futuro degradado

Con todo, no puedo más que recomendar que leáis este libro y rapidito, porque hará las delicias de los aficionados a la literatura extraña, al horror cósmico y al terror en todas sus vertientes, tanto clásicas como vanguardistas; de hecho, es que funcionará incluso ante los públicos más masivos, o así lo espero yo. Tiene una de las portadas más horribles y polémicas que se han visto en mucho tiempo y no puedo evitar preguntarme si algo tan audaz no lastrará las ventas en estos tiempos de gente que se molesta e incomoda con todo y por todo, pero lo cierto es que tras leer el libro la portada cobra fuerza y sentido, como ilustración de cubierta. Hace pensar en algunos de los espantos que salen en los cuentos de Samuels.

Y dicho todo esto, creo que lo mejor para rematar una reseña de un libro tan especial e irrepetible será citar el que probablemente sea su párrafo más glorioso, a mi entender. Os dejo con el texto con el que arranca uno de los mejores cuentos y que sumariza buena parte del lore y las obsesiones del autor inglés, y es que estoy seguro de que a muchos os convencerá mucho más que mis palabras este pedazo de joya que un servidor habría dado medio pulmón por firmar:

Lo que yo argumento es que la consciencia de alto nivel se colapsa sobre sí misma al acercarse a la muerte de una manera semejante a la desaparición de una estrella gigante y que los pensamientos que mueren alcanzan una duración infinita. Tras la muerte, estos pensamientos, si están movidos por una voluntad lo bastante poderosa, pueden pasar por un horizonte del suceso sináptico para luego aparecer en otro cuerpo con una identidad casi exacta. Estos “herederos” estarán abocados a que su mente se vea invadida por ideas y emociones generadas en muertos. Los vivos son simples vehículos para una serie de perturbadoras y entrecortadas reacciones alienígenas que tomamos por nuestra personalidad. Yo ahora creo que la mayoría de los pensamientos que tenemos proceden en realidad de los “cascarones fantasma” de antepasados en diferentes grados de descomposición psíquica. Son el producto de restos en desintegración, máscaras espantosas de las que no se han despojado. La geografía del más allá puede verse en las frecuencias de UHF entre los canales de televisión, consistentes en inmensas capas de estática. Es una proyección en el tiempo, compuesta de antimateria y poblada por los muertos.


 

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