La serie The Witcher ya ha llegado a Netflix. Con ella, también el tiempo de la espada y el hacha, la época de la tormenta salvaje. El tiempo del odio, de la locura, del fin. El árbol pierde sus hojas, el renuevo se marchita, se pudre el fruto y se agria la semilla, porque en los valles los ríos arrastrán hielo en vez de agua. Porque se acerca el Tiempo del Invierno Blanco y la Luz Blanca. Porque el Lobo Blanco ya está aquí y no podemos más que aplaudir.
The Witcher arranca con firmeza, con potencial, con agallas, con entereza.
Larga y frustrante ha sido la espera desde aquel pequeño anuncio de que Netflix iba a lanzar una serie sobre Geralt de Rivia, o The Witcher. Mucho ha llovido desde aquellas primeras imágenes de Clark Kent con peluquín, un Legolas hinchado a anabolizantes. ¿Nadie en posproducción vio algo raro ahí? Estamos en el siglo XXI, un paso en falso y eres carne de cañón para los monstruos malignos de la red profunda. La que les cayó. Memes, memes y más memes entre montones de críticas hirientes. ¿Qué será peor?

Henry Cavill ha dejado claro hasta qué punto le pega el papel del rivio.
Sin duda alguna, en Windumanoth sabemos qué no será peor: la serie The Witcher arranca con firmeza, con potencial, con agallas, con entereza. Si Netflix tiene que destronar a HBO, que sea con las aventuras del brujo. Si alguien tiene que venir a reivindicar la fantasía como el gran género que es, que sea Geralt de Rivia. Que sea Yennefer de Vengerberg. Que sea Ciri de Cintra. Si alguna serie tiene que ocupar el lugar que Juego de tronos dejó en la televisión, que sea The Witcher.
Una vez nos queda claro que Henry Cavill es el idóneo para encarnar a Geralt de Rivia, la serie continúa machacando reparos de fans inconformistas.
Porque ya era hora. La ciencia ficción, la fantasía, los superhéroes… Ser friki se ha puesto de moda y las adaptaciones de novelas de género y las nuevas versiones de obras de los 80 están a la orden del día, pero… ¿Dónde estaba nuestro brujo preferido? Los amantes de los libros de Geralt de Rivia, los amantes de los videojuegos de The Witcher, no nos conformábamos. Queríamos algo más en la época dorada de la televisión.
Ya lo tenemos.
UN ÉXITO DE CASTING… A PESAR DE NUESTROS MIEDOS
Los primeros capítulos de la serie The Witcher disponibles en Netflix reafirman todas las buenas sensaciones que nos dejaron aquellos tráileres posteriores al Legolas de gimnasio. Henry Cavill, al que pocos queríamos como nuestro brujo favorito y al que mirábamos con desconfianza cuando aseguraba ser un auténtico fanático de los videojuegos de Geralt, ha dejado claro hasta qué punto le pega el papel del rivio. Tanto que a muchos de los que recelábamos seguramente nos haya despejado toda duda.
Una vez nos queda claro que Henry Cavill es el idóneo para encarnar a Geralt de Rivia, la serie de Netflix continúa machacando reparos de fans inconformistas. Anya Chalotra promete como Yennefer, dejando que presintamos durante los primeros capítulos cómo será cuando deje atrás su joroba y se convierta en una de las hechiceras más poderosas del continente. Y The Witcher no se detiene aquí. La tríada de principales está completa y es perfecta. Cirilla de Cintra, Hija de la Vieja Sangre, Niña de la Sorpresa, queda magníficamente representada por una Freya Allan, inocente a la par que valerosa.
¿Lo malo? hay ciertos aspectos del vestuario que pueden levantar alguna ceja. Sobre todo si esas cejas están acostumbradas a la estética tan lograda de Juego de tronos o El señor de los anillos, auténticos referentes en lo audiovisual.
No obstante, como rezan el refrán y una de las misiones del videojuego que se basa en los mismos libros, «no es oro todo lo que reluce». Y que paren las alarmas, porque nada hay de lo que alarmarse. Con todo, mejor dar primero la mala noticia y luego continuar con las buenas noticias, que hay que quedarse con buen sabor de boca. Porque la serie The Witcher de Netflix es para quedarse con buen sabor de boca.
Nunca olvidemos dónde encontrar al Geralt original
LO PEOR DE THE WITCHER
La serie The Witcher de Netflix planea adaptar la saga de Geralt de Rivia de Andrzej Sapkowski, y se centra en esta temporada en los tres primeros libros: El último deseo, La espada del destino y La sangre de los elfos. Fantasía medieval oscura que bebe del folclore indoeuropeo —sobre el que ya hablamos en el número 5 de nuestra revista— difícil de mostrar en pantalla. Mucho dinero y muchos efectos especiales para que saliera bien —el único destripe que haremos: ha salido bien—. Lo bueno es que Netflix le debió de ver futuro tras el éxito apabullante de los videojuegos y no ha escatimado en gastos. ¿Lo malo? hay ciertos aspectos —de nimia importancia visto el resultado general— del vestuario que pueden levantar alguna ceja. Sobre todo si esas cejas están acostumbradas a la estética tan lograda de Juego de tronos o El señor de los anillos, auténticos referentes en lo audiovisual.
Por otra parte, la serie tiene prisa en contar algunos sucesos en el primer episodio, como la caída de Cintra desde el punto de vista de la reina Calanthe. Pasa demasiado tiempo entre escenas cortas y seguidas, y habría sido más elegante optar por la sutileza y ahorrarse algunos momentos o, por el contrario, alargarlos, contarlos con calma, sin tanta prisa. Aun así, hay que reconocer que no lo tenían fácil, porque los dos primeros libros narran sucesos inconexos y desordenados cronológicamente, y las series necesitan un hilo argumental más claro si quieren asegurarse éxito en vez de cancelaciones imprevistas.
El último inconveniente de la serie The Witcher de Netflix y, quizá, el más importante: ha decidido establecer tres tramas principales que poco a poco irán confluyendo: el viaje errante de Geralt de Rivia, la huida de Ciri y el ascenso de Yennefer. Ha sido un acierto aumentar el peso argumental de Ciri y Yennefer desde el principio, pero sus tramas, al ser mucho más lineales que las de Geralt, contrastan dentro de un mismo contexto narrativo.
Las coreografías y la dirección de los combates son espectaculares. Aquí, si hay siete enemigos a batir, se despliega toda una declaración de acero, plata y habilidades en un plano secuencia como las mejores aventuras de acción se merecen, sin cortes ni trucos de cámara.
Pese a todo, es una pena que se pierda parte del mensaje de los relatos de los libros, que reescribían cuentos y leyendas populares. En el primer episodio, vemos bien representada la filosofía del mal menor de la que hablaban en el libro. Pero no nos dan los suficientes datos como para relacionar a Renfri, la niña maldita y señalada por el Sol Negro, con Blancanieves; ni a esos hombres hoscos y salvajes, con los siete enanitos; como tampoco nos dejan recordar a Rapunzel cuando hablan de esas altas torres con princesas recluidas.
Una ambientación especial, con personalidad propia, acompañada de una banda sonora también diferente a las de otras épicas. Igual que en los videojuegos, la música suena folclórica, eslava, mística.
Nostalgia de lectores del brujo aparte, es comprensible que esto se omita. El argumento principal de la saga comienza en el tercer libro y la serie no puede permitirse el lujo de rodar episodios con historias independientes entre sí para contar poco a poco el pasado de los personajes, como hacen los dos primeros libros a través de relatos. El espectador necesita una razón para ver el siguiente episodio y este nuevo enfoque lo logra. Además, el eje principal de la saga es Ciri, no Geralt, y Lauren Schmidt, la creadora de la serie, lo sabe. Así que, ¿por qué no iba a mostrarlo desde el primer minuto?
LO MEJOR DE THE WITCHER
Una vez dadas las malas noticias, hay que volver a reconocer los grandes logros de la serie de Netflix. La productora nos ha dado razones para desconfiar que para confiar en cuanto a adaptaciones se refiere, pero el buen trabajo se debe aplaudir y disfrutar.
La estética, la fotografía y la puesta en escena recrean una ambientación única. Se aleja de otras que hemos visto antes, situándose en un punto intermedio entre Juego de tronos y El señor de los anillos. Oscura y sangrienta como la primera a la vez que mágica y luminosa como la segunda. Una ambientación especial, con personalidad propia, acompañada de una banda sonora también diferente a las de otras épicas. Igual que en los videojuegos, la música suena folclórica, eslava, mística.
Pero no solo eso hace a The Witcher especial. Las coreografías y la dirección de los combates son espectaculares. Aquí no hay «preparo golpe, corte de cámara, impacto del golpe, corte de cámara, resultado del impacto». Aquí, si hay siete enemigos a batir, se despliega toda una declaración de acero, plata y habilidades en un plano secuencia como las mejores aventuras de acción se merecen, sin cortes ni trucos de cámara. Como Dios o Sapkowski mandan. Porque todo apunta a que The Witcher es la serie que merece la obra literaria. Una adaptación que los amantes de la fantasía nos merecíamos y de la que esperamos que el autor polaco, tan gruñón con lo que hacen con su obra como Alan Moore, esté orgulloso.
Veremos cómo continúa The Witcher a lo largo de los ocho capítulos de la primera temporada, porque el comienzo nos da razones para confiar en que puede ir a mejor. Mantenernos pegados a la pantalla ya lo ha hecho y, aunque con sus más y sus menos, hacer justicia a los libros, también. Desde Windumanoth, tras visionar estos dos primeros capítulos, vamos a depositar nuestras esperanzas en una sola cosa. No dudamos en que aquello que hace grande y diferente a esta serie de fantasía acabe por completo con las pocas sombras que la acompañan en sus inicios.
Así que, ¿a qué estáis esperando? Al sofá a ver The Witcher y a paliar las ganas de más con El último deseo, que no os dejará indiferentes.