Título de la obra: Las aguas de Versalles
Autor: Kelly Robson
Editorial: Gigamesh
Año de edición: 2021
Extensión: 128 páginas
Encuadernación: tapa dura
PVP: 8,50€ (papel)
La nueva novela de la colección breve de Ediciones Gigamesh nos invita a pasear por el Versalles de 1738. Una corte opulenta donde la magia y las intrigas conviven en perfecta armonía. Un lugar donde el ascenso social se consigue en los salones… Y en la intimidad de los excusados. Así es el escenario que Kelly Robson ha creado en Las aguas de Versalles, novela corta ganadora del Premio Aurora 2016.
LA HISTORIA DE SYLVAIN DE GUILHERAND
La historia se nos cuenta a través de los ojos de su protagonista, Sylvain de Guilherand. Este oficial, hábil en el campo de batalla, pasa todos los inviernos en la corte de Versalles, donde sus humildes orígenes lo relegan a una posición precaria. Para contrarrestar su falta de alcurnia, Sylvain se propone devolver al fastuoso palacio el lujo que antaño tuvo bajo el gobierno de Luís XIV, el Rey Sol.
Para ello, decide dotar a la corte de un sistema moderno de aguas y retretes. Uno tan potente que mantiene en marcha todas las fuentes de los jardines y concede a los insignes cortesanos el lujo de tener un «trono» propio. Mientras lleva a cabo su ambicioso proyecto, Sylvain corteja a una célebre dama y se deja ver empolvado y bien vestido en cenas y divertimentos. Ingeniero de día y perfecto caballero por las noches. Lo que sea con tal de convertirse en el hombre más popular de Versalles.
Sin embargo, mantener el equilibrio entre ambas facetas no será tan sencillo. No solo porque congraciarse con los poderosos sea un juego peligroso, sino porque las entrañas de Versalles ocultan un secreto. Sylvain no transitará un camino de rosas. Y menos cuando la criatura acuática que habita en las cisternas, responsable de hacer circular el agua, empiece a manifestar sus propios deseos.
ANÁLISIS
Las aguas de Versalles nos muestra el complicado juego en el que participa Sylvain. Robson trenza con gracia las intrigas e intercambios de favores de la corte con los elementos mágicos. Consigue así una cuerda firme, elegante y equilibrada a la que el lector se asirá durante las 128 páginas de esta breve novela. Una cadena que mantiene unidos a Sylvain y la criatura de las cisternas. Tal vez sea este el aspecto más interesante de Las aguas de Versalles. A pesar de su brevedad, la novela permite profundizar en la relación que se establece entre el oficial y la pequeña ondina que utiliza para llevar a cabo sus planes.
La ausencia de un alto volumen de personajes (casi todos son planos y comparsa del protagonista) permite centrarse en la evolución del modo en que Sylvain ve a la criatura. Al principio, ese pequeño ser del tamaño de un niño es para el oficial una cosa; el recurso que le permitirá ascender. Pero conforme transcurren los días y Sylvain se acerca más a la ondina, lo que fue interés evoluciona en algo menos pragmático. ¿Tal vez afecto?
Para el lector, la metamorfosis es deliciosa. Sylvain, quien pudo parecer alguien abyecto, dispuesto a cualquier cosa con tal de ascender socialmente, se arranca la máscara ante la criatura. Ni cortesano, ni ingeniero, ni soldado. Ninguna de sus facetas está presente cuando dialoga con la ondina. Tal vez porque la inocente criatura no comprende los entresijos del juego social de Versalles. O quizás porque sus ojos tiernos no saben juzgar a otros y eso le permite ser libre y reconocer verdades sobre sí mismo que sepulta a diario bajo pelucas y polvos de colores.
LAS AGUAS DE VERSALLES: CONCLUSIÓN
Podemos concluir pues que Las aguas de Versalles es una novela que, partiendo de una premisa tan divertida como lo es la importancia de tener un buen «trono», critica ferozmente los modos de la aristocracia de Versalles. Y, al mismo tiempo, lo ridículo de juego social en el que, en el siglo XXI, todavía participamos. Crítica social, sí. Pero también elogio a la naturaleza humana, tan compleja y a la vez tan pura cuando se atreve a limpiarse todo el maquillaje en agua fresca.
No me gustaría cerrar esta reseña sin dedicar unas palabras a la excelente calidad de la edición. Como ya nos tiene acostumbrados de otros títulos, Ediciones Gigamesh ha elaborado con mimo Las aguas de Versalles. Una cuidada encuadernación en tapa dura con ilustraciones interiores en blanco y azul hechas por Corominas, que emulan los grabados del siglo XVIII, es lo que el lector encontrará en ella. Sin duda una estética preciosa para acompañar el excelente trabajo de traducción de Laura Martín de Dios. Quienes gusten de las historias cortesanas, donde la magia ocurre tras las cortinas de los salones, sin duda disfrutarán con el trabajo de Kelly Robson que podemos disfrutar al fin en español.