Título de la obra: Marte Rojo
Autor: Kim Stanley Robinson
Editorial: Minotauro
Traducción: Manuel Figueroa
Año de edición: 2020
Extensión: 624 páginas
Encuadernación: Rústica con solapas
PVP: 19,95€ (papel) / 7,99€ (digital)
Con la reciente llegada de la nave Perseverance a Marte la humanidad va dando pequeños y firmes pasos de cara a una futura, muy futura, misión con humanos al planeta rojo. Todo lo que conocemos a día de hoy, así como las nuevas evidencias que, tanto este como los anteriores robots nos envían desde la superficie marciana, hacen aún más increíble la publicación de una novela como Marte Rojo hace casi treinta años.
La Trilogía de Marte, publicada por Ediciones Minotauro, es una serie de libros en las que Kim Stanley Robinson noveliza como sería la llegada e inicial terraformación del planeta rojo. Marte Rojo supuso allá por el lejano 1992 el inicio de una colección que a día de hoy sigue siendo mencionada como hito en cuanto al nivel de detalle y profundización en los distintos y muy numerosos aspectos de un posible amartizaje. Posteriormente llegarían Marte Verde y Marte Azul, también reeditados actualmente, además de una colección de relatos llamada Los Marcianos cuya suerte editorial en España, en el momento de escribir estas líneas, apenas se ha quedado en una primera edición de hace casi veinte años.
LOS CIEN PRIMEROS COLONOS
La novela da inicio en el año 2026 cuando llega a Marte Ares, la nave donde viajan los cien primeros colonos en participar en este programa. Tres cuartas partes de la tripulación se dividen entre americanos y rusos, quedando el resto para otros países que, con la Guerra Fría recién terminada en el momento de escribir la novela, no tenían desde el punto de vista norteamericano la importancia necesaria como para disfrutar de una mayor presencia en Marte. Al menos no en el primer lote.
La llegada también incluye la misión de establecer base en Fobos, una de las lunas del planeta. Mientras tanto, en la superficie, los colonos construyen un asentamiento subterráneo donde poder dormir y descansar de las numerosas tareas que deberán llevar a cabo de cara a generar un hábitat respirable para los seres humanos. La atmosfera marciana no está precisamente sobrada de oxígeno, siendo el CO2 su principal componente, lo que hace que tengan que llevar siempre unos trajes que los permitan respirar además de protegerlos de la radiación y el intenso frio que allí tiene lugar. Cualquier rotura del traje puede suponer, en el mejor de los casos, la congelación de alguna parte del cuerpo. En el peor, la muerte en pocos minutos.
Con estas condiciones Kim Stanley Robinson comienza a desplegar todo un repertorio de descripciones técnicas que, como dice el blurb de la contraportada, hace pensar si el autor no se hubiera ya estado alguna vez en Marte en una vida anterior. Si la parte técnica resulta tan asombrosa como tediosa por momentos, el día a día de los colonos y sus pensamientos, acciones y consecuencias fueron en mi caso el gran atractivo según avanzaba sus páginas.
CIEN SON MUCHOS, MILES SON MULTITUD
Como no podía ser de otra manera, si con las cien personas iniciales las cosas se empezaban a resquebrajar la llegada de más y más colonos desde la Tierra no hace sino aumentar las tensiones estratégicas, religiosas, raciales, sociales y políticas. Desde muy pronto veremos cómo el hecho de encontrarse a una enorme distancia de su planeta de origen hace que numerosos colonos se pregunten si ahora es un buen momento para romper con todo lo establecido y construir una sociedad completamente nueva, con una planteamiento alejado del capitalismo que gobierna la Tierra. La situación en la Tierra no es fácil. La crisis de recursos es imperante, las grandes corporaciones continúan ganado terreno y las informaciones que llegan a Marte no hacen sino crispar los ánimos de muchos.
La manera de enfocar la terraformación, o no, del planeta rojo también supone un buen número de escisiones entre los recién llegados, lo que termina en una división social que se escenifica en numerosos grupos de humanos repartidos a lo largo de la geografía marciana. Todo esto es caldo de cultivo para que finalmente todo termine por explotar y se genere, en la práctica, una guerra civil.
Aunque la novela resulta durante buena parte de su lectura una interesantísima y muy realista descripción de cómo podrían llegar a suceder los hechos en una situación similar, la lectura se ve lastrada por dos o tres tramos que hacen de su lectura un reto por momentos. Todos ellos suman en total más de un tercio del libro donde las continuas especificaciones técnicas con las que los colonos llevan o han llevado a cabo ciertas construcciones o acciones resultan demasiado pesadas. Igualmente hay pasajes donde un personaje se va a recorrer el planeta durante decenas de páginas, no ayudando precisamente a que la narración fluya como lo hace en otros momentos.
Por otro lado, habiendo leído unas pocas de las novelas posteriores de Kim Stanley Robinson y por comentarios que me han llegado, tengo la sensación de que esto es un poco “marca de la casa”, por lo que doy por hecho que los siguientes libros de esta trilogía sufrirán de los mismos aciertos y problemas.
MARTE ROJO: UN CLÁSICO DE PLENA ACTUALIDAD
La reedición de la Trilogía de Marte que Minotauro está llevando a cabo se presenta en una edición grande y cómoda de manejar, a pesar de sus más de seiscientas páginas. Tapa blanda rugosa con solapas que luce perfectamente en la estantería. Se encuadra dentro de la línea de Minotauro Esenciales donde están apareciendo las obras más significativas de la ciencia ficción como pueden ser Mercaderes del Espacio, Los desposeídos, La Mano Izquierda de la Oscuridad o La Paja en el Ojo de Dios, por mencionar solo unos pocos.
Un clásico como Marte Rojo es, al mismo tiempo, un libro de plena actualidad. Las continuas revelaciones que los ingenios tecnológicos enviados al planeta rojo en nuestro presente nos revelan no son sino un aperitivo de todo lo que el futuro nos puede deparar. Esta trilogía y, en concreto, este primer volumen no son sino un perfecto adelanto de algo que parece ciertamente plausible sino fuera porque en 2026 aun no estaremos en la misma posición que Kim Stanley Robinson imaginó aquí. Mientras tanto no vendría mal ir pensando qué tipo de planeta querríamos construir si tuviéramos la oportunidad de empezar de cero.