Título de la obra: El arcano y el jilguero
Autor: Ferran Varela
Editorial: El Transbordador
Año de edición: 2019
Extensión: 374 páginas
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 23€ (papel) / 4,90€ (digital)
No hace mucho que conocimos a Ferran Varela, a través de su novela corta La danza del Gohut. Entonces nos habíamos referido a él como el gran tapado del fantástico español. Su primera novela extensa, publicada de nuevo por Ediciones El Transbordador, viene para intentar corroborar tan altas expectativas, y no cesa de amontonar halagos y buenas críticas entre público y medios especializados. El arcano y el jilguero nos llega como una apuesta alta de la editorial, en un volumen preciosista con prólogo de Antonio Torrubia (de la librería Gigamesh) y posfacio de Daniel Garrido (del blog de referencia El caballero del árbol sonriente). El ilustrador Manuel Gutiérrez se encarga del apartado gráfico.
EL ARCANO
Ferran Varela regresa a un universo fantástico de corte medieval, sin relación aparente con el de La danza del Gohut, con una atmósfera grimdark oscura, sórdida y rasposa. Nos presenta Hann, un mundo en permanente conflicto bélico, donde un emperador totalitario extiende sus dominios sometiendo a las ciudades libres, una tras otra, y cometiendo un genocidio cultural similar al que practicó la Unión Soviética en Ucrania y otras repúblicas del Báltico, sustituyendo a la población autóctona por rusos. El objetivo es el mismo: el desarraigo, erradicar los sentimientos nacionalistas y favorecer la asimilación de la cultura imperial.
Este emperador basa su poder en dos herramientas: su poderoso ejército y los cinco Arcanos. Y aquí entra nuestro protagonista. Mezen el Ariete es el Arcano del Tormento, un simple hombre, pero que se aparece ante los enemigos del Imperio como un demonio sobrenatural, revestido con un yelmo de cuernos de carnero que evoca un ariete y una larga capa confeccionada con piel de caras humanas. El cometido de Mezen es rendir ciudades evitando la batalla: tortura prisioneros ante las puertas de la ciudad, de la forma más cruel y sádica posible, para desmoralizar a los sitiados y conminarlos a la rendición. Su labor evita miles de muertes, pero le atormenta y le carga con una sensación de culpa que apenas puede sobrellevar. El odio y el desprecio que siente por sí mismo le producen asimismo un rencor enconado hacia el emperador, sobre el que ha jurado una venganza despiadada.
Y EL JILGUERO
En los helados páramos de Pur, Mezen encontrará a la única persona capaz de aliviar su carga: Nara. Una joven despierta, curiosa, valiente y decidida, que ve más allá de la coraza de dolor con la que Mezen se ha revestido y no duda en atravesar todo el mundo de Hann (el volumen incluye el preceptivo mapa que permite ubicar la acción con facilidad) para seguirle.
El arcano y el jilguero se basará así, en gran parte, en la relación naciente entre Mezen y Nara, y en el papel de uno como mentor y de la otra como figura redentora, balsámica. Ahora bien, no es una historia buddy, de opuestos que se complementan. Ese es uno de los convencionalismos de los que huye Varela, de igual modo que ha renunciado abiertamente al esquema del Viaje del héroe en sus obras. Poniéndonos estrictos, la evolución de Nara sí se ajusta al patrón del monomito, pero no es el caso de Mezen, un personaje que comienza la narración ya conformado y que aparece ante nosotros in media res. Esta estructura narrativa atípica se ajusta bien al grimdark, y pudimos verla en otras obras como La compañía negra.
EL ARCANO Y EL JILGUERO RECORREN HANN
Ferran Varela construye su novela en torno a los personajes, principales y secundarios, y al itinerario de estos a través del escenario. Mezen se desplaza continuamente, ya viajando, ya huyendo. De esta forma nos va presentando Hann y parte del mosaico de pueblos y culturas que lo conforman. Es un universo en el que no existen, en principio, otros seres inteligentes humanoides a parte de los humanos, como elfos, enanos, orcos o trolls, pero sí criaturas temibles como las lamias y elementales alquímicos (gnomos de tierra, ondinas de agua, salamandras de fuego, silfos de aire).

Ferran Varela
La magia se ve sustituida por las hierbas medicinales, la química, el poder del miedo, la sugestión y el engaño. Ferran Varela nos muestra fragmentos de panteones divinos, leyendas para cada pueblo, un código legal imperial y hasta un juego de naipes con sus mazos y normas. Hann está creado a conciencia, y es un mundo brutal, lúgubre y hostil, marcado por la guerra y el sufrimiento.
EL PEOR ROSTRO DE LA GUERRA
Pues una de las ideas centrales de Ferran Varela El arcano y el jilguero es su desmitificación de la guerra, de la épica de la fantasía heroica. Narrada en primera persona y en presente, la novela incluye largos párrafos en los que Mezen desgrana su opinión sobre la guerra, mostrándose profundamente desencantado y cínico respecto a la heroicidad y la nobleza de las batallas y de las grandes gestas militares. El primer capítulo impacta en el lector por la amargura que destila Mezen. De igual manera, veremos los estragos de la guerra tanto en la población civil como en los propios soldados, y la crueldad maquiavélica, calculadora, con la que el emperador, sus generales y sus Arcanos (Varela nos presenta dos además del Ariete: la Cicatriz y la Cadena) someten al enemigo o envían miles de hombres a la muerte.
Toda la expresividad necesaria para que El arcano y el jilguero procede de un estilo narrativo muy notable en adjetivación, no tanto en profusión como en la habilidad para elegir el término adecuado, el de mayor carga semántica. En La danza del Gohut ya notamos la riqueza léxica del autor, sobre todo en lo referido a los verbos. La nivel puramente narrativo, la división en capítulos bastante equilibrada, resultando en una novela de lectura fácil pese a la dureza de su contenido. En la violencia de Ferran Varela hay lirismo, una forma de hermosura en un mundo tan oscuro que incluso las mariposas, icono de la belleza frágil, se convierten en portadoras de plagas y beben la sangre de los muertos.
CONCLUSIÓN
El arcano y el jilguero tiene detrás un trabajo de worldbuilding tan grande que, francamente, sería una lástima utilizarlo en una única novela. Mas su estructura atípica, que se extiende hasta su desenlace, deja abierta la posibilidad de nuevas aventuras de Mezen y Nara. No las promete abiertamente, pero el público ya las está reclamando. Porque con El arcano y el jilguero, Ferran Varela se ha puesto el listón muy alto. En un momento del mercado fantástico español tan favorable para el grimdark, público y crítica deseamos de corazón que lo mantenga.