Título de la obra: Limítrofes
Autor: Cristina Jurado
Editorial: Obscura Editorial
Ilustrador:David G. Vaquero
Año de edición: 2024
Extensión: 184 páginas
Encuadernación: Rústica con solapas
PVP: 17,90€ (papel)
De un tiempo a esta parte, la proyección internacional de Cristina Jurado es tal que nos hemos acostumbrado a que la mayoría de sus trabajos (ya sea como escritora o editora) se publiquen en inglés. Por lo tanto, la llegada de una nueva obra en castellano es un acontecimiento que no debe pasar desapercibido.
Hace unos días, Obscura Editorial publicó Limítrofes, una novela que, como todas las suyas, resulta sorprendente. Aunque en este caso lo sea por razones distintas a las que yo, al menos, esperaba.
Me explico. Quienes seguimos la trayectoria de Jurado sabemos que ha centrado su trabajo en el territorio del weird, esa etiqueta ambigua, a medio camino entre el fantástico y el bizarro, en la que el extrañamiento es llevado al límite, pero sin quebrar la lógica de lo que se está contando. Y el texto de contracubierta de Limítrofes parece recalcar ese enfoque.
«Esta no es la típica historia de superhéroes», nos propone la frase promocional. Lo cual es rigurosamente cierto, como también lo es lo expuesto en la sinopsis. Sin embargo, a quienes ya conocemos su estilo, esas pistas nos sugieren un tipo de novela distinta a la que encontraremos. Lo cual no es una crítica, sino todo lo contrario: una muestra de su constante evolución.
En Limítrofes, Cristina Jurado traslada el weird de la descripción del entorno y los personajes a la experiencia lectora en sí: el lector no sabe exactamente qué tipo de historia está leyendo hasta el final del libro, y el viaje de descubrimiento que se nos propone es, sin duda, fascinante.
Porque, a mi entender, la mayor innovación estilística de la novela es…
EL EMPLEO DEL WEIRD EN LIMÍTROFES COMO HERRAMIENTA DEL REALISMO
Antes de comenzar debo hacer una aclaración: obviamente, en esta reseña no haré spoilers de la historia, pero sí hablaré de los personajes y de algunos elementos del entorno, así como del género en el que considero que se enmarca la trama. Por lo tanto, si prefieres que todos estos elementos también te sorprendan, quizás sea mejor que leas este artículo tras la novela y veas entonces si estás de acuerdo conmigo.
Dicho esto, comencemos.
El primer capítulo de Limítrofes describe la vida de Muro (un adolescente al que suponemos especial) en «el subte»: un tugurio subterráneo en el que malvive una sociedad depauperada. El ambiente cerrado (la idea de búnker) y las precisas pinceladas con las que define el escenario, sugieren cierto carácter postapocalíptico que, en esas primeras páginas, me recordó el contexto de Clorofilia, una de sus primeras novelas. Pero, si he aclarado que fue en las primeras páginas es porque bastan un par de capítulos para darse cuenta de que esa primera impresión no era correcta.
La sutileza con la que Jurado introduce el worldbuilding es magistral. Le bastan unos pocos detalles (expuestos aquí y allá por distintos personajes) para mostrarnos que no nos hallamos en un contexto postapocalíptico, sino en un near future. Un futuro próximo en el que ciertas tendencias «simplemente» se han acentuado. O quizás ni siquiera eso. Quizás, «simplemente», Jurado ha trasladado a un contexto occidental una realidad que ya se vive en muchas partes del mundo.
En Limítrofes, la desigualdad (cada vez más presente), ha conducido a una sociedad bipolar en la que una élite económica ha exacerbado su riqueza y poder, mientras que la basta mayoría de la población malvive en tugurios como el subte. La autora no necesita reflexionar sobre la situación, ni siquiera necesita recalcarla; se limita a darla por sentada como un hecho ambiental: el There Is No Alternarive neoconservador llevado al extremo.
Lo cual es muy coherente con otro elemento que propone.
LA MADRIGUERA
Dentro del género superheroico en el que (supuestamente) se enmarca la historia, pensar en un complejo en el que se entrena a adolescentes con poderes especiales nos recuerda la «Escuela de Xavier para jóvenes superdotados». Una asociación premeditada, sobre todo si pensamos en que en inglés es la «Xavier’s School for Gifted Youngsters» y «gifted» puede traducirse como ‘talentosos’ o ‘con talento’: el nombre que reciben en la novela los poderes de los protagonistas.
Sin embargo, una vez más, la asociación es tramposa. Rápidamente comprobamos que «La Madriguera» (la escuela que propone) poco tiene que ver con el respeto a la diversidad expuesto por Xavier y mucho con «La granja», el centro de entrenamiento de agentes de campo de la CIA. De hecho, uno de los capítulos de la novela es una suerte de homenaje a The Recruit (La prueba), la película de 2003 que mejor ¿sugiere? ¿imagina? ¿expone? el funcionamiento de dicho centro.
Claro que entre La granja y La madriguera hay una pequeña diferencia… y no es precisamente que la segunda cuente con superhéroes. Mientras que La granja pertenece a la CIA y, por lo tanto, responde ante un Estado, La madriguera es una organización mercenaria que vende sus servicios al mejor postor. Este detalle (familiar en el contexto superheroico) es quizás el elemento más potente del worlbuilding de Limítrofes: el mismo liberalismo que ha promovido la desigualdad, ha reducido a los Estados a un lugar tan insignificante que el poder ya lo ostentan abiertamente las empresas. Las cuales, para sus guerras corporativas, contratan a sus propios agentes especiales.
Dicho así, no parece original. Al fin y al cabo, ese es el contexto en el que se mueve el cyberpunk desde hace décadas. Sin embargo, recordemos que en Limítrofes hay que sumar otro elemento:
SUPERHÉROES
Innovar en el género superheroico tras décadas de cómics, películas y novelas es un asunto complicado. Ya hemos visto cómo Jurado logra marcar distancias de sus tópicos en lo referente al worldbuilding, pero, ¿qué podemos decir de los superpoderes/talentos de los protagonistas?
Una vez más, la elección de la autora es coherente con el tipo de historia que está relatando.
Entre los personajes (no diré sus nombres para no estropearte ninguna sorpresa) hay uno capaz de hablar cualquier idioma con los acento y giros locales, otro capaz de neutralizar cualquier amenaza, otro capaz de mimetizarse con cualquier superficie, otro capaz de modificar o eliminar recuerdos, otro capaz de inducir al suicidio… O, dicho de otra forma, entre los personajes encontraremos a la quintaesencia del políglota, del guardaespaldas, del infiltrado, del interrogador o manipulador informativo y del asesino.
LIMÍTROFES: ESPIONAJE HIPERREALISTA
Partiendo de estas dos ideas (es decir, de la proyección hacia un futuro cercano de tendencias reconocibles en la actualidad; y de la idea de que los superpoderes son versiones hiperrealistas de los «talentos» de los agentes de campo), Jurado construye un retrato realista y desgarrador del mundo del espionaje. Ese es el tipo de historia que en realidad relata Limítrofes.
Obviamente, las razones por las que lo digo no puedo exponerlas sin desvelarte partes de trama, así que tendrás que descubrirlas (y disfrutarlas) por tu cuenta. Pero sí puedo darte una pista vinculada a los superpoderes.
El uso de los talentos especiales no es gratuito, genera efectos secundarios en quienes los emplean. Y cuanto más oscuro es el talento, más terrible es el efecto para su poseedor. Así, la agente políglota no puede evitar ser una bocazas y el guardaespaldas, un ser casi anulado. En el manipulador de recuerdos, el efecto secundario es un dolor de cabeza insoportable. Y el del agente capaz de inducir el suicidio es un estado depresivo cada vez más profundo. ¿Remordimientos, quizás, por el trabajo realizado? ¿Desasosiego al saberse engranajes de una maquinaria que no controlan?
En los agradecimientos, Jurado explica que la novela parte de una serie de relatos que compartían universo y que ha engarzado en un todo coherente. Reconozco que no lo sabía (no había leído ninguno de esos relatos), pero sí puedo decir que el resultado no es un fix-up. Limítrofes es una novela unitaria en la que la evolución (sobre todo) del personaje principal consigue un realismo abrumador. Algo que ya había logrado en trabajos anteriores, pero que en este llega a un nuevo nivel. Porque el empleo del weird para lograr un realismo descarnado es, en última instancia, una exploración. Una muestra de las posibilidades de un género que Jurado domina y agiganta. No por nada Nieves Mories la ha definido como «la reina del weird».
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