Reseña: Plumas y consuelda de Gwendolyn Kiste

by Rocío Tizón
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Título de la obra: Plumas y consuelda
Autor: Gwendolyn Kiste
Editorial: Dilatando mentes
Traducción: José Ángel de Dios
Año de edición: 2022
Extensión: 230 páginas
Encuadernación: Rústica con solapas
PVP: 18,95 €


Hace un par de años, Gwendolyn Kiste sorprendió con Las doncellas de óxido, editado también por Dilatando Mentes. En él nos mostraba una ciudad de Detroit marchita, con unas chicas que comenzaban a desarrollar una extraña enfermedad.

Nada que ver con este Plumas y consuelda, que nos lleva a lo más profundo de los bosques. Odette es una joven que ha perdido a su familia a manos de los cazadores de brujas, de la intransigencia religiosa y de las hogueras. Ella sobrevive contra todo pronóstico y se oculta en los bosques que rodean la población. Tampoco es bien recibida entre sus habitantes. Las mujeres que antes se reunían con ella a hacer su magia o, simplemente, le vendían sus materiales, la miran con desconfianza y no quieren trato con ella.

No obstante, la vida en el bosque no es mucho mejor. Los pájaros la rodean y caen muertos a su alrededor y un grupo de niños fantasmagóricos la siguen allá donde vaya. Pero, aunque trate de no llamar la atención sobre su persona, los cazadores de brujas no han olvidado la aldea de Hyland. Tras haber arrasado la ciudad de Salem, siguen vigilantes porque saben que una bruja ha escapado. Y el resto del pueblo no quiere ser condenado por su culpa. No se olvidan de las salvajes hogueras que terminaron con la vida de varios habitantes del pueblo. Odette se verá otra vez obligada a recurrir a las antiguas artes y para encontrar algunos ingredientes tendrá que ir a la ciudad, donde vive el Inquisidor, aquel que la considera su mayor enemiga y su presa más apetecible.

Plumas y consuelda

Como bien dice el compañero Daniel Pérez Castrillón en el postfacio de Plumas y consuelda, se trata de una historia de fantasía, pero bien podría ser real. Es el destino que sufrieron muchas mujeres y hombres (sobre todo mujeres) en Europa y Estados Unidos durante los siglos XVII y XVIII. Salem fue el triste exponente de un fanatismo religioso sin límites (de su influencia en la literatura hablamos en nuestra revista impresa).

Pero no es solo la lucha del supuesto Bien contra el Mal. También es la idea de una sociedad dominada por los varones contra la que algunas mujeres se rebelaron. Porque no es solo hacer magia mezclando plantas y elementos raros en un caldero. La bruja era la partera, la sanadora, la que usaba ungüentos y emplastos para curar las afecciones de su vecinos. Bruja era la mujer que permanecía soltera porque se valía por sí misma y no necesitaba varón que la cuidase. La mujer que sentía los ritmos de la tierra y de la luna.

También la brujería era ese hilo de simpatía invisible que unía a todas las mujeres de la aldea, de sororidad y apoyo mutuo cuando iban a bailar al bosque o a cantar canciones ya olvidadas. Sin necesidad de ídolos cornudos paganos que los inquisidores convirtieron después en la figura de Satanás, en el aquelarre, en los vuelos con escobas y en el resto de historias inquietantes que contaban sobre ellas.

Odette se enfrenta a este sistema y por eso es señalada. Aunque sus vecinos la han vuelto la espalda, ella se siente responsable de su comunidad y decide no hacer lo mismo con ella, sobre todo cuando hay personas queridas implicadas en los autos de fe de los inquisidores. Por ello acude a la ciudad a pesar del riesgo que corre ella y quienes la acompañan. Porque es hora de frenar un monstruo que se va cobrando las vidas de personas inocentes simplemente en nombre de una fe controladora y que asfixia a las mujeres que no se someten a las voces masculinas imperantes.

Gwendolyn Kiste

Se calcula que solo en Europa fueron quemadas cien mil personas, mujeres la mayoría de ellas. Aunque también quemaron hombres y gatos negros, de ahí el inicio de la superstición. En realidad, las supuestas acusaciones no venían siempre de los tribunales eclesiásticos, sino también de los civiles. Personas que delataron a amigos de siempre para salvar sus propias vidas. O rivales por asuntos de tierras que aprovecharon para delatar a su enemigo y quedarse con su modo de vida. La Inquisición se aprovechó de las bajas pasiones de los hombres, de su codicia y su lujuria y les alentó en beneficio propio. A esto se suma que los jueces se quedaban con parte de las tierras de las víctimas. Y que muchos de ellos eran verdaderos psicópatas que disfrutaban torturando y quemando mujeres.

Gwendolyn Kiste resume muy bien toda esta época en Plumas y consuelda. Nos habla de la realidad cotidiana de cualquier pueblo europeo o de Nueva Inglaterra, donde Odette, antigua bruja, tiene que recurrir irónicamente a la magia para salvar a aquellos que quisieran verla arder en la hoguera. Solo cuenta con esos niños que se encuentra en el cementerio y a los que nadie más parece ver. Y con la ayuda clandestina que le prestan algunas mujeres que se compadecen de ella. Antiguas compañeras de un aquelarre que al final no era tal, sino un forma de reunión para compartir el ancestral poder femenino.


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