Reseña: La danza del gohut

by Tomás Rivera
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La danza del GohutTítulo de la obra: La danza del gohut
Autor: Ferran Varela
Editorial: El Transbordador
Año de edición: 2018
Extensión: 116 páginas
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 14€


Si, como formulaba Bernardo Atxaga en Obabakoak, existe un número limitado de historias, y el arte de narrarlas no consiste tanto en aquello que se relata —lo que conocemos como tropos— sino en cómo se relata, cabe presentar La danza del gohut destacando a su autor, Ferran Varela, como un más que notable contador de historias.

Uno de los tropos de la literatura es el de la persona civilizada que, por circunstancias, se ve obligada a integrarse y resocializarse en una cultura primitiva, por la que acaba desarrollando afinidad hasta el punto de asimilarla y, en ocasiones, renunciar a su mundo de origen. Por razones históricas este tropo alcanzó su culmen en el western, en particular en manos de Dorothy M. Johnson con relatos como La hermana perdida o, como tan bien apunta el prologuista Mariano Villareal, Un hombre llamado Caballo (llevado al celuloide por Elliot Silverstein). Alan LeMay nos legó Centauros del desierto (inmortalizada en el cine por John Ford, quien volvería al tema en Dos cabalgan juntos) y en el neowestern Philip Meyer lo trató en El hijo. La selva esmeralda (John Boorman, 1985) no era sino un western moderno que ambientaba el tropo en la Amazonia moderna.

LA DANZA DEL GOHUT

Ferran Varela ha logrado trasladar la temática a la fantasía oscura y darle una vuelta de tuerca con La danza del Gohut (El Transbordador, 2018), creando una historia hipnótica que introduce todo un universo literario en apenas 116 páginas, gracias a un manejo asombrosamente hábil del conceptismo. Con siete capítulos y un epílogo, la narración se ubica en un universo fantástico en el que conviven al menos dos especies inteligentes, los humanos y los gohut, homínidos de corta estatura, cabeza roja y alas atrofiadas a la espalda, cuyo desarrollo cultural y tecnológico es muy inferior al humano. Los gohut viven del saqueo y la rapiña de los cultivos y las aldeas humanas, y son considerados una plaga que se intenta exterminar —sin éxito— año tras año en cacerías acometidas por los nobles.

La danza del Gohut

En una de estas campañas es capturado Gerrin, hijo mayor y heredero del Plenipotenciario de la ciudad-estado de Tiuma. Dado por muerto, reaparece años más tarde, trastornado hasta la locura e incapaz incluso de comunicarse. Leara, una simple tutora de extracción humilde, será contratada por el mandatario para ayudar a Gerrin a recuperar la cordura. A medida que la terapia avanza descubrimos la verdad que oculta Gerrin, y fuertes sentimientos nacen entre ambos jóvenes.

La narración no es lineal, sino que comienza con una escena de fuerte impacto visual, que incursiona en el expresionismo y asienta el tono grimdark que mantendrá toda la novela. En el capítulo dos comienza una analepsis en la que se relatan todos los acontecimientos previos. Narrada en tercera persona omnisciente heterodiegética, durante el quinto capítulo cede la palabra al propio Gerrin, para que narre en primera persona su estancia entre los gohut y su proceso de transformación, antes de que el relato recupere el hilo y termine enlazando con el inicio, sin fisuras.

Con su estilo conceptista, Varela logra trazar las líneas maestras de su universo, un worldbuilding básico pero eficaz, congruente. Tenemos un mundo similar a nuestra baja Edad Media, con una sociedad agrícola articulada en una red de ciudades-estado, fuertemente estamental, con una rígida división social y sexual del trabajo, y donde los nobles —que poseen autoridad omnímoda sin sujección a tribunales ni censuras— se disputan el poder en conjuras sin fin.

Ferran Varela

Ferran Varela, autor de La danza del gohut

En este universo oscuro, el autor logra crear imágenes vívidas, de gran fuerza expresiva, que en conjunto otorgan a la novela una atmósfera tan real que es casi tangible. Mas no conviene devorar La danza del gohut demasiado rápido, tentados por su brevedad, sino detenerse en cada frase. Siendo una novela principalmente conversacional, cada línea de diálogo está cargada de intención, y Varela dota a cada personaje de voz distintiva y ahonda en su psique mediante sus parlamentos y unas cuantas acotaciones, de una manera casi teatral —su repertorio y variedad de verbos dicendi se antoja infinita—.

Esta riqueza léxica le facilita abreviar descripciones y ganar en concisión, eligiendo adjetivos precisos y construcciones gramaticales sencillas. Este espíritu conceptista, tal vez reforzado por la labor editora de El Transbordador, agiliza la narración, más viva de lo habitual en la novela dialógica, como una música interpretada por delante del tiempo.

EL TROPO

Centrándonos nuevamente en el tropo, nos encontramos una contraposición entre civilización y barbarie que no es ajena a la fantasía, pues centralizó la obra de Robert E. Howard, y en la que Ferran Varela juega con la dicotomía —tan propia de Howard— entre la sociedad civilizada con sus leyes, su rigidez, sus dobleces, su frialdad y su decadencia, y la bárbara, más pura y sencilla, emocional, vivida en contacto con la naturaleza y regida por las pasiones. Tenemos en el género antecedentes de coexistencia entre hombres y otras especies primitivas, ya antagónica como los phagor de la saga Heliconia de Brian W. Aldiss, ya pacífica como los cerdis de la saga de Ender de Orson Scott Card, ya compleja como los creechis de El nombre del mundo es Bosque de Ursula K. LeGuin.

Y como en los citados ejemplos, Varela también rehuye otro tropo, el del Madhi o de Lawrence de Arabia, que pudimos ver en Dune de Frank Herbert o Avatar de James Cameron. En su lugar tenemos una historia más cotidiana, descarnada, con los gohut como un trasunto de los indios de Norteamérica, y con un Gerrin que reproduce en su relato las mismas etapas y los mismos procesos que los protagonistas de las citadas Un hombre llamado Caballo y El hijo. La transición niño-joven-adulto, el aprendizaje del idioma o la aceptación como miembro de pleno derecho del clan. Asiste, como aquellos, a las luchas intestinas por el poder, resueltas de una forma directa y expeditiva, a diferencia de las refinadas y alambicadas intrigas palaciegas de los civilizados. Sufre las mismas heridas y su cuerpo refleja las mismas cicatrices rituales. Aprende a apreciar la pureza de la vida salvaje y la simplicidad de su escala de valores, y comienza, como sus predecesores, una transformación física irreversible que aquí además tiene un carácter más grotesco y pronunciado.

CONCLUSIÓN

El resultado es una historia repleta de sensaciones, emociones y sensualidad. También de metáforas, como el complejo juego de la toma del castillo que suple al ajedrez en este universo y con cuyas jugadas se expresa Gerrin, o la propia idea de la reclusión física de Gerrin como símil de la sociedad al completo como cárcel.

La danza del gohut es una novela construida con pocos personajes y escenarios, reincidiendo en su hechura teatral, pero están elaborados con solidez, resultan convincentes. Errold, el hermano menor de Gerrin, es la imagen del noble decadente y licencioso, seguro de su poder, voluptuoso e indolente. Los gohut, en conjunto, aparecen como un pueblo noble en su crueldad, bravo y con un recto sentido del honor, aun en lo primario de su cosmogonía, con una sensibilidad extraordinaria para el animismo frente a la fría religión civilizada y su clero burocratizado.

Al igual que sus antecedentes aquí nombrados, La danza del gohut no es una novela New Age y no cae en el mito del buen salvaje. Es una exaltación, romántica tal vez, de todo lo hermoso y abominable que hay en ambos mundos, el civilizado y el bárbaro, incompatibles por incapacidad de comprenderse. Y es también, sin duda, una hermosa historia de amor. Conviene descubrir el universo literario del autor, en el que ya ha ambientado otros relatos. Siendo esta su primera novela, con su capacidad para transmitir emociones y para impactar con su estilo narrativo y su uso del lenguaje, Ferran Varela Navarro es con certeza uno de los tapados del género fantástico español.

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